El tweet de Dios sobre la diferencia entre especulación y venta justa
No es nuevo este afán de medrar a costa del mal ajeno.
03 DE OCTUBRE DE 2024 · 09:34

Especular es una acción que busca conseguir ganancias desmesuradas, aprovechándose de circunstancias difíciles por las que están pasando otros. Tal vez esas circunstancias se deban a una quiebra económica, a una crisis social o a una guerra, pero en todos los casos se usan los recursos de modo que el precio de los productos básicos se dispare. Son momentos de grave necesidad, en los que no faltan quienes sacan beneficio del perjuicio ajeno. En España, después de la guerra civil y con las apreturas económicas consiguientes, hicieron acto de presencia los denominados estraperlistas, quienes hacían negocio con los productos que estaban racionados o simplemente eran inexistentes en el mercado, haciendo ganancia a costa de la pobreza generalizada. Pero el caso se repite una y otra vez en todas partes, como en las escenas en las que casas desalojadas por algún desastre natural, han sido casi inmediatamente saqueadas, de manera que cuando sus dueños han podido regresar se han encontrado con que ha sido mayor la pérdida causada por determinados elementos humanos que la causada por los elementos naturales, cumpliéndose así la locución latina: Homo homini lupus, esto es, el hombre es un lobo para el hombre.
Que no es nuevo este afán de medrar a costa del mal ajeno es evidente, porque hace unos dos mil ochocientos años un profeta denunció ese estado de cosas que estaba presente en la nación a la que fue enviado. Amós profetizó durante el tiempo de Jeroboam II, que fue un reinado próspero, hasta el punto de que Israel recobró mucha de la grandeza que durante los tiempos anteriores había perdido. Su territorio se ensanchó, incluso para alcanzar algunos de los límites que tuvo en su etapa de mayor esplendor.
Y, sin embargo, fue precisamente en esa etapa de prosperidad cuando se produjeron los hechos que el profeta denunció en los términos más duros, dada la existencia de pobres y desprotegidos en la nación, a los cuales chupaban la sangre los que tenían el poder en sus manos. La frase ‘sobre las ropas empeñadas se acuestan junto a cualquier altar’ (Amós 2:8) es bien elocuente, al indicar la grave necesidad de unos, que tuvieron que empeñar lo más elemental, como es la vestimenta, y el abuso de otros, que les retenían lo más necesario. Además, la expresión no deja lugar a dudas en cuanto al modo de tal retención, ya que se acostaban sobre las ropas, es decir, para asegurarse de ellas y seguir ejerciendo agravio. Que daban por bueno tal estado de cosas, se declara al decir que lo hacían junto a cualquier altar, es decir, imaginando que tal fraude era compatible con la religión. Llama la atención que prosperidad y abuso fueran de la mano, lo que muestra que la primera se producía gracias al segundo.
Amós describe perfectamente a los especuladores, que estaban esperando el momento propicio para sacar a la venta los productos que calculadamente habían mantenido guardados, a fin de que el precio subiera. Y el producto sobre el que estaban especulando no era otro que el trigo, esto es, el pan, el alimento básico, para que cuando hubiera escasez del mismo, obtuvieran el mayor beneficio. Y para ganar todavía más, disminuían el peso y falseaban la balanza, defraudando al comprador. Especulación y engaño eran las dos artimañas de las que se servían (Amós 8:5).
No es extraño que la sentencia que Dios pronunció en su contra fuera profundamente severa, dado lo abominable de tales prácticas. ‘No me olvidaré jamás de todas sus obras’ (Amós 8:7), expresa en los términos más vehementes el aborrecimiento que tiene hacia quienes trafican de esa manera.
Pero, en contraste con esta escena, casi mil años antes, cuando aconteció una catástrofe económica en cierta nación, hubo un hombre, que estaba entonces al mando de los asuntos de la misma, que se ocupó de que el pueblo necesitado tuviera para comer. Él podía haberse aprovechado para su beneficio personal o de los suyos, enriqueciéndose a costa de la carencia ajena. También podía haber especulado astutamente sobre el necesitado y preciado producto almacenado. Pero la previsión, la justicia y la sabiduría fueron las líneas maestras de su actuación. Este hombre había acumulado en los años de prosperidad, pero no para especular en los años de necesidad, sino para dar respuesta y solución al problema apremiante que se iba a presentar. Las palabras del pueblo al que alimentó, muestran claramente su gratitud: ‘La vida nos has dado.’ (Génesis 47:25).
Hay un tweet de Dios que dice lo siguiente: ‘Al que acapara el grano, el pueblo lo maldecirá; pero bendición será sobre la cabeza del que lo vende.’ (Proverbios 11:26). Los dos contrastes mencionados se especifican en este pasaje, porque por un lado se menciona al que retiene el producto básico y por otro al que lo distribuye. Los dos son vendedores, pero cuán diferente es la intención de uno y otro. El primero es un usurero que se sirve de la necesidad de otros, el segundo les vende lo que tiene. Hay un precio desorbitado que uno exige y hay un precio justo que el otro pone. No es extraña la diferencia de reacción de los compradores hacia ambos, que en el primer caso es de maldición y en el segundo de bendición. Una diferencia que no solamente procede de la gente, sino también de Dios.
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