“Vivir una vida de fe y en dependencia de Dios afecta a nuestro consumo, incluso del agua”
En España, la situación de sequía afecta al 34,5% de la geografía estatal, con estados de alerta y de emergencia. En regiones como Cataluña, el problema se agrava hasta afectar al 80% de la población.
BARCELONA · 12 DE FEBRERO DE 2024 · 17:51
La situación de sequía en España sigue alargándose y agravándose en algunas regiones en particular, con hasta el 34,5% de la geografía estatal en estado de alerta o de emergencia. Es el caso de Cataluña, donde la Generalitat considera urgente la situación del 80% de la población (unos seis millones de personas) y ha impuesto restricciones en el consumo por habitante y día (200 litros) en la totalidad de las provincias de Barcelona y Girona, además de otros 200 municipios, entre los que también se encuentran localidades de Tarragona y Lleida.
El ‘govern’ ha variado el tono al referirse a la sequía, pasando de pedir concienciación ciudadana a equipararlo prácticamente a la época del confinamiento por Covid-19. “La crisis climática no está poniendo a prueba como en la pandemia”, ha asegurado el ‘president’, Pere Aragonès. En total, las reservas hídricas catalanas no superan el 16,5% de su capacidad.
Andalucía es otras de las comunidades más afectadas por la situación de sequía. La Junta también ha situado a buena parte de su territorio en situación de emergencia. Cuencas como la del Guadiana, que se encuentra al 26,9%, o la del Guadalete-Barbate, al 14,4%, marcan también mínimos inesperados en los embalses andaluces.
“No es la primera sequía en estas regiones, especialmente en Andalucía, pero sí parece ser, por los datos históricos de mediciones instrumentales que tenemos desde 1805, las más grave en cuanto al déficit de precipitaciones, y el mes de enero el más caluroso de todos los registros”, explica a Protestante Digital el geógrafo Miguel Wickham. “La situación de Cataluña es muy inusual, en cuanto a precipitaciones, y muy preocupante”, añade.
¿Por qué no llueve?
Indicativo de las bajas reservas de agua en estas dos comunidades es el marcado descenso que ha experimentado la evolución de las precipitaciones. Por ejemplo, en Cataluña llovió un 31% en 2023 que en la referencia tomada del periodo 2009-2020. “Catalunya es parte de la región mediterránea, caracterizada por inviernos más templados que la Meseta, y con lluvias en invierno. Hay dos tipos de lluvia: la torrencial, en otoño, al llegar aire frio del norte y coincidir con aire muy caluroso y húmedo del Mar Mediterráneo, produciendo las temibles y destructoras gotas frías o DANAs; y la normal de invierno, los restos de los frentes atlánticos. Al bajar a las llanura de la costa mediterránea desde la meseta, el aire se comprime, se calienta, y no hay condensación, y por lo tanto menos lluvia en las zonas mediterráneas, especialmente en el sureste de la península”, explica Wickham.
“Catalunya tiene la ventaja de los pirineos, y los ríos que bajan del deshielo de las nieves, pero cuando hay menos nieve, hay menos agua para las cuencas del Fluvià, el Ter, el Tordera el Llobregat y el Ebro. El calentamiento global actual produce cada año más calor, y por lo tanto más lluvias torrenciales en zonas costeras, y por lo tanto río abajo de los embalses, y también menos nieve”, añade.
En realidad, dice Wickham, la sequía no debería pillarnos por sorpresa. “La evidencia de los registros de lluvia y temperatura en los últimas décadas, confirmando los modelos informáticos de predicción que apuntaban a ello, indican una clara disminución de las lluvias en la cuenca mediterránea, también mas variables y menos predecibles, con sequías más frecuentes, como también un incremento de las temperaturas, parte del incremento global de temperatura que comenzó poco después del comienzo de la era industrial en el Siglo XIX”, subraya Wickham. “Este incremento se relaciona, confirmado por la inmensa mayoría de la comunidad científica de rigor, a las emisiones de gases invernaderos como el CO2.
Urgencia por un nuevo modelo de gestión
La conclusión de este geógrafo y profesor es que tanto Cataluña como Andalucía “requieren una gestión muy cuidadosa a largo plazo, que debe ser nacional, y con acuerdos para el beneficio de todos, dado que las cuencas hidrológicas no saben de fronteras autonómicas”. “El alto consumo industrial, doméstico y, especialmente en Andalucía, agrícola, han permitido un incremento enorme de la producción y una riqueza para el país por las exportaciones al norte de Europa. Pero requieren una cuidadosa gestión con planes a largo plazo”, remarca Wickham.
Aunque reconoce que los estados de emergencia decretados recientemente “ahora son inevitables”, también considera que “reflejan una falta de previsión” por parte de los distintos gobiernos, tanto los autonómicos como el estatal. “Es difícil para los políticos, especialmente en coalición, tomar decisiones impopulares cuando aún no está ‘el agua hasta el cuello’, pero es necesario. Hay que educar a la población de que el agua es un bien escaso, y que cuesta dinero tratarlo y gestionarlo. Esto requiere un cambio de mentalidad. Limitar el consumo debería haber empezado antes, ya que esta situación se veía venir, pero debe ser acompañado por investigación en como reducir el consumo del agua, que incluye técnicas aprendidas de zonas del mundo áridas, por ejemplo el sistema de riego de goteo”, asegura Wickham.
Desde el ministerio de Transición Ecológica han planteado a la Generalitat la solución provisional de traer agua en barco a Cataluña desde la desalinizadora de Sagunto para que se pueda seguir garantizando el abastecimiento en caso de prolongarse la sequía. Aunque es una idea “factible”, y sobre todo en regiones áridas, Wickham puntualiza que es algo muy costoso y que consume mucha energía. “Traer barcos de otras zonas, como de la desalinizadora de Sagunto, es muy caro, cerca de un millón de euros por barco debido a los costes de la desalinizadora, propiedad del Estado, y a la dificultad de encontrar barcos grandes y transportarlo. Esto incrementaría aún más el precio del agua”, dice el geógrafo. Por eso, insiste en que pensar a largo plazo y en “la solución es buena planificación, educación, y reducción del consumo, aparte de un buen mantenimiento de las redes de consumo, que hoy día pierden hasta el 30% de su agua procesada”.
La guerra del agua
Es curioso que parte de la ficción apocalíptica del cine y la televisión se enfoque en el agua como un bien que escaseará en el futuro. No obstante, no les falta parte de razón en su predicción. Wickham habla de “las guerras del agua” como resultado de una mala planificación política, la falta de capacidad para llegar a acuerdos y “el problema del egoísmo del hombre, con su extensión plural en los regionalismos y nacionalismos”.
“En Israel hay un tema de conflicto, porque las aguas del Jordán se desvían por una gran tubería hacia el sur más llano y seco del país, reduciendo el agua a países como Jordania. A mayor escala en la misma región está el conflicto sobre el uso del agua del Éufrates y el Tigris, ya que la parte alta de sus cuencas esta en países como Turquía, Siria e Iran, todos tirando del grifo con proyectos de embalses y regadío. El Nilo, con Etiopía, Sudán y Egipto es otro río con conflictos, como el Paraná en América del Sur, y la guerras del agua en el mundo han sido y son muchas y seguramente irán a mas”,lamenta Wickham. “En España están los debates entre regiones sobre el agua del Ebro, y el Guadiana. Raramente coinciden las fronteras regionales con las de las cuencas”, añade.
En este sentido, el geógrafo pide una perspectiva más amplia que piense en “una planificación nacional, con acuerdos e incentivos para reducir el consumo y las perdidas, y pactos entre regiones en la gestión y el uso”. “Eso requiere pensar en las necesidades de todo el país”, afirma.
Mayordomos del agua también
El concepto de “mayordomía” para interpretar el mandato de Génesis 1:28 y aplicarlo al cuidado de la creación es un elemento repetido en la teología popular. Sin embargo, el problema con el agua requiere líneas de reflexión bíblica en particular. Wickham lo entiende como una combinación entre la responsabilidad ante el conjunto de la creación, la confianza en Dios y el amor al prójimo y “a todo lo que nos rodea” llevada a buen término con “la ayuda de Dios, a pesar de nuestras inclinaciones a hacer lo contrario”.
Desde su perspectiva, hay cuatro consideraciones prominentemente cristianas ante la situación. Primero menciona la idea de ser “peregrinos de este mundo” y la vincula a la necesidad de “apegarnos a Dios, vivir una vida de fe y dependencia de Él, que es dueño de todo y lo controla todo”. “Esto afecta cómo consumimos, incluso el agua y la energía”, dice.
En segundo lugar, Wickham hace alusión a la confianza que la iglesia debe mostrar en que “Dios cuida a su pueblo” y cómo esto debe ayudar a no caer en “el extremo de la ansiedad”. Tercero, habla del amor al prójimo como una clave que puede ayudar a cambiar la mentalidad en general. “Reduzco mi consumo por solidaridad, y para ayudar a otros. Entiendo que mi forma de vivir impacta directamente e indirectamente en la vida de otros en el mundo que viven las consecuencias del calentamiento global, y que yo vivo con patrones de consumo que forman parte de las emisiones dañinas de CO2 y otros gases que producen este calentamiento. Eso es radical para muchos, pero es lo que hizo el Señor Jesús”, asegura.
Por último, Wickham hace referencia a la rendición de cuentas bajo la que somos puestos con nuestra comisión y el inevitable patrón de juicio que se desprende de la Biblia también para evaluar la relación con el orden creado. “Dios nos manda ser ‘jardineros y mayordomos fieles’”, dice.
Por un año más
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