Jim y Andy, melancólicos entre lo absurdo
La visión de que “todo es un absurdo” sobrepasa el dolor. Desencaja cualquier concepción que pudiera haberse hecho de la vida, de todo cuanto conocemos.
26 DE NOVIEMBRE DE 2020 · 18:08

De lo absurdo se ha sabido hacer humor. Es tan vasto el espectro de referencias que puede venir a nuestra mente cuando pensamos en lo absurdo desde lo humorístico, que mencionar aquí cualquier ejemplo conllevaría aplicar un carácter refrendado sobre algo que el lector, y de forma correcta, percibiría como una cuestión subjetiva y relativa a mis gustos personales. Y estos están lejos de ser un referente.
Pero, ¿qué hay del absurdo como sufrimiento? La cultura popular tiene una deuda notable con esta dimensión de ese mismo concepto tan explotado en su extremo opuesto. No hay que confundir este planteamiento con el de un sufrimiento absurdo, que seguramente lo hay. Se trata, más bien, de toda la sin razón, la falta de sentido que a todos nos ha parecido percibir en alguna circunstancia de la vida.
En 1999, mientras rodaba el biopic sobre el cómico judío estadounidense Andy Kaufman, el actor Jim Carrey accedió a que un equipo de grabación le acompañase durante su trabajo. El producto se completó 18 años más tarde, en forma de documental, bajo la dirección de Chris Smith y con una entrevista larga y de carácter autobiográfico, en la que un barbudo y sosegado Carrey ríe poco y reflexiona sobre algunos aspectos de su vida a la luz de su interpretación de Kaufman. Eso es Jim y Andy.
Una interpretación que lo absorbió las 24 horas del día durante todo el periodo de rodaje. “Me sentía muy bien cuando estaba siendo Andy porque era libre de mí mismo. Eran unas vacaciones de [ser] Jim Carrey. Atravesaba la puerta sin saber qué había al otro lado, y lo que había al otro lado era todo”, dice Carrey en un momento del documental. “¡Y lo encontré todo tan abstracto! ¿Por que soy americano? ¿Por qué soy canadiense? ¿Qué significa esto? Alguien dibujó una línea y dijo ‘esto es eso’. Somos mucho más. Estoy bien, flotando en el aire, como Andy”.
La naturaleza de lo absurdo
En Man On the Moon, los R.E.M cantaban a Kaufman en un combate de lucha libre en el que el artista, raquítico en mallas de lycra, se enfrentó al luchador profesional Jerry Lawler. Una canción para la que contaban con la interpretación de Andy por parte de Carrey en su videoclip, pero que al final no fue posible porque, según el propio Carrey, no podía pasar una sola hora más siendo el cómico neoyorquino.
Algunos escritores bíblicos también dedicaron tiempo a hablar de lo absurdo, pero no por divertir a su audiencia, sino para recoger el hastío que produce. El peso constante que representa el hecho de observar el gran absurdo en el que la humanidad ha convertido el hecho de vivir. Para Job, por ejemplo, era la realidad de un sufrimiento que consideraba injustificado. Para Jeremías, la insoportable visión de las consecuencias de la insolencia de su nación. Y para el escritor de Eclesiastés, algo así como el hecho de que hubiesen tantos oprimidos sobre la tierra y que no encontrasen consuelo ni protección. De hecho, algunas traducciones bíblicas (NVI, por ejemplo) expresan el célebre ‘vanidad de vanidades’ como ‘lo más absurdo de lo absurdo’.
La visión de que, como le ocurría a Salomón, “todo es un absurdo” (vanidad) sobrepasa el dolor. Desencaja cualquier concepción que pudiera haberse hecho de la vida, de todo cuanto conocemos. Y lo paradójico es que es algo necesario. Necesitamos reír cuando vemos a Mr. Bean pelearse con una cigala en un restaurante, o a Remi Gaillard lanzando pieles de plátano desde un kart decorado como el de Super Mario en plena calle. Pero también necesitamos detenernos a considerar el dolor que causa nuestra absurda forma de organizar esta vida, de juzgar a los demás y de buscar soluciones y respuestas a través de una mirada introspectiva, hacia nosotros mismos.
Una contradicción única
En el documental, Carrey da muestra de ese absurdo doloroso que nos cuesta tanto comprender y que nos hace llorar. En concreto, lo hace al recordar a su padre, fallecido, y cómo renunció a una carrera musical por un aburrido trabajo de contable que garantizase el bienestar del pequeño Jim y sus tres hermanos mayores.
A partir de ese recuerdo, la carga emocional de la muerte como el mayor de los sinsentidos de la vida humana se vuelve constante hasta el final del documental, con un Carrey hablando de “liberarse”, de “fluir” y, sobre todo, de Jesús. Después de Andy Kaufman y del padre de Carrey, Jesús es la tercera persona de la que más se habla en Jim y Andy. Sin embargo, no es la primera vez que Carrey se refiere de alguna u otra forma a la figura central del evangelio.
“Jesús siempre me ha fascinado”, dijo en una ocasión, en una especie de monólogo cómico. “Siempre he querido aprender sobre algunas cosas o ideas sobre Jesús. Una de ellas me viene desde pequeño, cuando escuché que ‘Jesús liberó al mundo de pecado’. ¿Liberó al mundo de pecado? Yo sigo pecando. Lo que para mí significa es que él liberó al mundo del pecado desde su perspectiva. Depende de cada uno de nosotros”.
En 2017 se publicó un vídeo de Carrey compartiendo unos momentos junto a un grupo de personas de la organización católica Homeboy Industries, que tiene como objetivo ayudar a jóvenes en situación de riesgo y ex-miembros de pandillas, hablando de “gracia”, “perdón” y “salvación”, en el que el actor asegura creer que “el sufrimiento conduce a la salvación”. “Que tú estés aquí es una muestra de que has tomado la decisión de entrar por la puerta del perdón a la gracia, como Cristo hizo en la cruz”, aseguraba el actor.
En Jim y Andy vuelve a retomar su particular reflexión sobre la figura de Jesús cuando la entrevista parece acabarse, sorbiendo con desgana una taza de té, y se pregunta a sí mismo qué pasaría si decidiese ser Jesús, como ha hecho con Kaufman. No una interpretación, sino el hecho de convertirse en esa persona. “Estamos en un viaje espiritual y vamos a acabar en el mismo lugar, si hay algo así. Quizá no lo hay y estamos nosotros. Somos el universo. Me gusta eso”, dice Carrey.
Jim sabe que la melancolía que produce lo absurdo no se ha difuminado en él, ni en ninguno de nosotros. Incluso después de decir algo así. El escritor de Hebreos ya afirmó el peso del absurdo (oposición, contradicción) que soportó Jesús, el único que podía hacerlo. Ni Jim, ni Andy, ni tú, ni yo. El ‘absurdo’ de alguien tomando la responsabilidad de una culpa que no le corresponde, y haciéndolo para reconciliar consigo a personas que no querían reconciliarse con él. Sin duda, la imagen de una locura, como escribiría también Pablo, a ojos de ese absurdo al que nos referimos como sabiduría los humanos.
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