Perdona, pero no olvida
Apreciado amigo, una conversación me hizo pensar en el tema del perdón pero desde el lado del ofensor.
01 DE OCTUBRE DE 2005 · 22:00
Dios cuando perdona, olvida. No significa que no pueda acordarse sino que la cosa ha quedado definitivamente zanjada . Esto es un gran privilegio para el pecador arrepentido y perdonado.
En cambio, muchas veces no ocurre así con el perdón humano . Incluso la persona ofendida quizá argumente que no desea olvidar, sea porque la ofensa fue demasiado grande, sea por no pecar de candidez ante una posible reiteración de la misma.
En mi vida he ofendido a otros en diferentes ocasiones. Pasado el tiempo y reconociendo la falta me ha sido necesario pedir perdón, y se me ha perdonado. Pero en algunos casos he percibido que la persona ofendida no ha olvidado.
Es una situación difícil, porque ya no puedo hacer nada más. La ofensa fue real. El dolor del ofendido, justificado. Su disposición a perdonar sincero, pero el olvido no se le puede exigir. Quizá no pueda olvidar aunque quiera.
Cuando esto ocurre, el ofensor, a su vez, se pondrá en guardia. Percibirá si cualquier circunstancia es interpretada con sospecha. Deberá además superar la tentación de remover otros hechos que envolvieron la ofensa y que, sin justificarla, al menos la explicaban, cosa que el ofendido quizá nunca valoró. Sabe que no puede argumentarle que todos ofendemos muchas veces y que en Jesucristo todos hemos tenido un ejemplo sublime de perdón. Y vivirá la situación con tristeza.
Le quedará, eso sí, el sembrar amor y avanzar en aprender a perdonar cuando le ofendan a él.
El perdón auténtico es por gracia y conllevará olvido al dejar el asunto zanjado. Pero olvidar es hacerse de nuevo vulnerable (“¿y si vuelve a pasar…?”) Y la gracia no se puede obligar.
El perdón es un fruto necesario, pero si el fruto está verde la necesidad no lo convierte en maduro.
Carlos.
En cambio, muchas veces no ocurre así con el perdón humano . Incluso la persona ofendida quizá argumente que no desea olvidar, sea porque la ofensa fue demasiado grande, sea por no pecar de candidez ante una posible reiteración de la misma.
En mi vida he ofendido a otros en diferentes ocasiones. Pasado el tiempo y reconociendo la falta me ha sido necesario pedir perdón, y se me ha perdonado. Pero en algunos casos he percibido que la persona ofendida no ha olvidado.
Es una situación difícil, porque ya no puedo hacer nada más. La ofensa fue real. El dolor del ofendido, justificado. Su disposición a perdonar sincero, pero el olvido no se le puede exigir. Quizá no pueda olvidar aunque quiera.
Cuando esto ocurre, el ofensor, a su vez, se pondrá en guardia. Percibirá si cualquier circunstancia es interpretada con sospecha. Deberá además superar la tentación de remover otros hechos que envolvieron la ofensa y que, sin justificarla, al menos la explicaban, cosa que el ofendido quizá nunca valoró. Sabe que no puede argumentarle que todos ofendemos muchas veces y que en Jesucristo todos hemos tenido un ejemplo sublime de perdón. Y vivirá la situación con tristeza.
Le quedará, eso sí, el sembrar amor y avanzar en aprender a perdonar cuando le ofendan a él.
El perdón auténtico es por gracia y conllevará olvido al dejar el asunto zanjado. Pero olvidar es hacerse de nuevo vulnerable (“¿y si vuelve a pasar…?”) Y la gracia no se puede obligar.
El perdón es un fruto necesario, pero si el fruto está verde la necesidad no lo convierte en maduro.
Carlos.
Publicado en: PROTESTANTE DIGITAL - C@rta a mi amigo - Perdona, pero no olvida
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