Salvando lo que se había perdido

En esto consiste la fe, en reconocer la bondad de Dios en Cristo cuando nos invita al arrepentimiento.

22 DE DICIEMBRE DE 2023 · 10:30

,

En medio de todo lo bueno que nos traen estas fechas es fácil ignorar el mensaje central de la Navidad. Nuestro Señor Jesucristo no lo olvidó en ningún momento y, por eso, incluso al acercarse al momento culminante de su ministerio, su pasión y muerte en una cruz en Jerusalén, no deja de recordar el propósito que tuvo su encarnación: “porque el Hijo del Hombre vino a buscar y a salvar lo que se había perdido”, Lucas 19.10. Estas palabras de Jesús son su respuesta a la murmuración de algunos por haber entrado en una casa sospechosa, la de un señalado y odiado pecador llamado Zaqueo. Este era uno de los más destacados jefes de los recaudadores de impuestos para los aborrecidos invasores romanos. Ejercía Zaqueo su función en Jericó, esa notable zona aduanera, el paso natural del río Jordán y que conducía a Jerusalén.

Lo notable de la afirmación de Jesús reside en varios detalles de importancia. En principio, su referencia a su venida. Cuando Cristo dice que ha venido o vino no se refiere tan solo a su presencia en Jericó o en casa de Zaqueo. Alude a una llegada más trascendental, a su descenso del cielo para tomar forma humana. Implica, claro está, su preexistencia eterna, ya que Jesús es el Hijo eterno de Dios el Padre. Su advenimiento señala su entrada a nuestro mundo, en carne y sangre, por una decisión propia que está resaltando la iniciativa divina. Esto es lo que conocemos como la navidad, la venida de Dios al mundo en forma humana. Esta determinación de Dios de acercarse tenía un propósito central, subrayado por el uso de otro verbo por parte de Jesús: “vino a buscar”. Lo cual muestra, de entrada, el hecho de que Dios no se ha desentendido de este mundo rebelde contra El. Se busca lo que se ha perdido, la tragedia de nuestro mundo es que está perdido, que, conscientemente, se ha apartado de Dios. Nuestro alejamiento de Dios es voluntario, no es forzado, no queremos a Dios en nuestras vidas. Somos culpables de semejante desatino pues no se trata de haberse perdido involuntariamente, sino de habernos perdido sabiendo bien lo que estábamos haciendo. Pero las buenas noticias se encuentran en el hecho de que Dios no permanece indiferente ante nuestra desorientación. Dios mismo, en su propio Hijo Amado, ha venido a remediar ese estado de cosas. El verbo buscar es activo, implica acción positiva en la persecución de un objetivo concreto, a saber, hallar lo que se había perdido. Y esto es justamente lo que explica la llegada de Cristo a la casa de Zaqueo, ese perdido pecador, el poder reclamarlo para sí. La eficacia de la compasión de Cristo hacia Zaqueo es tal que, incluso un hombre tan endurecido como él, es transformado por Cristo. Lo vemos en la nueva actitud engendrada en su corazón por el Salvador: “Entonces Zaqueo, puesto en pie, dijo al Señor: He aquí, Señor, la mitad de mis bienes doy a los pobres; y si en algo he defraudado a alguno, se lo devuelvo cuadruplicado”, Lucas 19.8. Zaqueo pasa de vivir para sí, explotando a los demás, por lo que era responsable y culpable, a una vida de extrema generosidad. La nueva actitud de Zaqueo, en su caso concreto hacia sus bienes y hacia su prójimo, muestra de una manera evidente que Dios lo había salvado. Lo había liberado de una vida egoísta e insensible.

Este inesperado y nuevo comportamiento de Zaqueo lo explica Jesús como una obra sobrenatural que ha acontecido en él. Es lo que significa la palabra salvación: “hoy ha venido la salvación a esta casa”  dice Jesús (Lucas 19.9) Y es así porque Jesús ha venido a casa de Zaqueo y lo ha hallado. Estamos ante lo más crucial de todo, que es la presencia transformadora del Salvador, de Jesucristo. Por eso, Jesús explica su proceder con Zaqueo usando asimismo el verbo salvar: “porque el Hijo del Hombre vino a buscar y a salvar lo que se había perdido”, Lucas 19.10. Cristo ha venido a buscar y a salvar lo que se había perdido. Puede resultar igualmente curioso que al afirmar la salvación de Zaqueo, “hoy ha venido la salvación a esta casa”, Lucas 19.9,  Jesús añada que: “por cuanto él también es hijo de Abraham”, Lucas 19.9. Pero no es tan inusual si recordamos que Lucas ya se ha referido a Abraham en su evangelio, concretamente en la predicación de Juan el Bautista, aquel que fue el precursor del Mesías, del Cristo Salvador.

En el contexto de un llamamiento al arrepentimiento, Juan dice que los los hijos de Abraham son identificados como los que se arrepienten de sus pecados, como hace Zaqueo aquí. Los verdaderos hijos de Abraham son los reconocen su propio pecado y se apartan de él. Pero, notemos bien que Zaqueo se arrepiente  por causa de la entrada de Jesús en su propia vida. Juan el Bautista también alude a Aquel que hará posible el arrepentimiento, al anunciar la venida de uno más poderoso y que hará posible el arrepentimiento, Aquel que bautiza “en Espíritu Santo y fuego”, Lucas 3.16, nuestro Señor Jesucristo. Y es que es la aparición del Salvador con su ternura y compasión para con los perdidos, lo que mueve a estos a arrepentirse. Y es que solo la benignidad de Dios la que nos conduce al arrepentimiento, Romanos 2.4. Pero Abraham es también en las Escrituras el ejemplo más destacado de lo que es tener fe. Así lo enseña el apóstol Pablo en las epístolas a los Romanos y en Gálatas. De hecho, los que tienen esa fe en Jesucristo son los verdaderos hijos de Abraham, Gálatas 3.7. Y es que es solo por la fe por la que cualquiera de nosotros podemos abrazar las promesas de salvación que Dios nos ofrece ahora a todos en nuestro Señor Jesucristo.

La fe en Zaqueo se pone de manifiesto en el modo en el que es capaz de leer a la perfección la razón de ser de la presencia de Jesús en su casa, que no es otra que la de salvarlo. En esto consiste la fe, en reconocer la bondad de Dios en Cristo cuando nos invita al arrepentimiento. En volvernos a Dios como un Padre amante, para recibir en su Hijo ese perdón de toda nuestra maldad. Una reconciliación con Dios que es posible ahora sobre la base de la muerte en la cruz de Jesús y por la fe en El.

Es importante reflexionar sobre la relevancia de este pasaje para nosotros hoy. Y es que nos convoca a aceptar que existe la realidad de estar perdidos, sin Dios y sin esperanza en este mundo. Así lo enseña Jesús en su conversación con Zaqueo. Es esencial admitirlo, pues es precisamente a los que están en esta condición a los que vino a buscar y a salvar el Hijo del Hombre, nuestro Señor Jesucristo. Si ignoras tu auténtica condición delante de Dios, estás en una peligrosa situación, pues te estás privando del único que puede salvarte, Jesucristo. En estas fechas navideñas, reconoce que estás perdido, que has vivido ignorando a Dios, o sustituyéndole por otra cosa. Tal y como eres, acude a El para ser salvo y, como Zaqueo, muestra tu salvación con obras dignas de arrepentimiento. En esto consiste el celebrar la Navidad, acoger en casa, como hizo Zaqueo, a Aquel que puede dar un nuevo sentido a nuestra vida, al único que nos salva del pecado y de sus terribles consecuencias, a Jesucristo.

Publicado en: PROTESTANTE DIGITAL - Atisbos teológicos - Salvando lo que se había perdido