Las dos tumbas de Jesús
No podemos afirmar con certeza absoluta el lugar de sepultura de Jesús. Pero lo importante es recordar que, según nuestra fe cristiana, Jesús venció a la muerte y ya no está en ninguna tumba.
02 DE ABRIL DE 2021 · 12:00
Toda persona que visita Jerusalén descubrirá bastante pronto que muchos de esos sitios mencionados en la Biblia donde ocurrieron las historias más icónicas se ven representados en varios lugares; es decir, el mismo acontecimiento se conmemora en varios lugares. Por ejemplo, uno puede visitar el Cenáculo tradicional situado junto a la Abadía de Hagia María en Sión, o el Cenáculo alternativo en la Iglesia de San Marcos en el barrio armenio.
Esto mismo ocurre con uno de los lugares más importantes de la historia cristiana, la tumba de Jesús. Por un lado, está la Iglesia del Santo Sepulcro con una larga tradición de veneración; por el otro, la Tumba del Jardín a pocos pasos al norte de la Puerta de Damasco. Si aceptamos el relato de los evangelios como hechos históricos, nos encontramos aquí con un problema, porque solo puede haber una tumba de Jesús. Entonces, ¿puede la arqueología arrojar algo de luz sobre el tema?
La Tumba del Jardín es la preferida de los cristianos protestantes, quizás porque está situada en medio de un jardín envuelto de tranquilidad y paz, cumpliendo con las expectativas de una devoción genuina y sin adornos – es mucho más fácil orar y meditar aquí, que en medio del alboroto del Santo Sepulcro. Sin embargo, es arqueológicamente imposible que este fuera el lugar de la sepultura de Jesús.
La Tumba del Jardín fue descubierta en 1867 por un campesino que quería cultivar la tierra en la zona. Mientras intentaba excavar una cisterna en la roca se encontró con la cueva. Al principio se consideraba simplemente como “una más” de todas las cuevas funerarias en Jerusalén. Pero en 1883 se popularizó como la tumba de Jesús, tras la llegada a Jerusalén del famoso general militar Charles Gordon y su identificación de la formación rocosa en la que la tumba está tallada, como la colina de Gólgota. Esto resultó en un extenso debate sobre la autenticidad del Gólgota de Gordon y, consecuentemente, la autenticidad de la Tumba del Jardín. No fue hasta unos 100 años más tarde, cuando el conocimiento sobre tumbas de la era del Primer y Segundo templo había mejorado significantemente, que se pudo concluir que la Tumba del Jardín fue tallada originalmente en el siglo VII o VIII a.C. y reutilizada en época Bizantina (siglos V-VII d.C). Aunque la reutilización de tumbas más antiguas era una práctica habitual en la antigüedad, esto no puede haber sido el caso de Jesús si queremos ser fieles al texto bíblico, ya que especifica que el sepulcro era nuevo, tallado en la roca por José de Arimatea (Mateo 27:57-60, Juan 19:41).
El estilo de la Tumba del Jardín es típico de la Edad de Hierro (950-587 a.C.). La tumba consiste en dos cámaras contiguas, una al lado de la otra. La entrada está en la habitación septentrional, y al entrar a la derecha (hacia el sur) está la segunda cámara. Esta composición significa que las dos cámaras comparten una pared que da hacia el exterior, algo poco común en tumbas de dos cámaras de la época del Segundo Templo. Sin embargo, esta composición era habitual durante la Edad de Hierro.
Se ha podido determinar que el complejo funerario del jardín presentaba inicialmente los típicos bancos funerarios de la Edad de Hierro a lo largo de tres paredes de la cámara interior. En época Bizantina estos bancos fueron tallados creando los dos sarcófagos que se pueden observar a día de hoy. Las tumbas de la era del Segundo Templo tenían una composición muy distinta. En vez de los bancos funerarios típicos de la Edad de Hierro, las tumbas de la época de Jesús solían tener varios nichos (denominados kokhim; sing. kokh) tallados en la pared. Otro tipo, conocido como arcosolium (pl. arcosolia) es una especie de arco tallado en la pared formando la parte superior de una “estantería” para colocar un sarcófago o un osario. La Tumba del Jardín no muestra ninguno de estos elementos típicos de la época de Jesús.
La zona al norte de la Puerta de Damasco era un gran cementerio en la Edad de Hierro. Justo al norte de la Tumba del Jardín está el Monasterio de St. Étienne que forma parte del complejo de lo que hoy en día se conoce como el École biblique et archéologique française de Jérusalem (Escuela bíblica y arqueológica francesa de Jerusalén). En este recinto hay dos complejos de tumbas de la Edad de Hierro similares a la Tumba del Jardín en cuanto a tamaño y composición. De hecho, la Tumba del Jardín está situada a tan solo 2 metros del Complejo 1 del Monasterio de St. Étienne. De la misma manera, al sur de la Tumba del Jardín hay otras dos tumbas, también con características típicas de la Edad de Hierro. Esto sitúa la Tumba del Jardín en medio de un cementerio en la Edad de Hierro. Además, no se ha descubierto ninguna tumba de la era del Segundo Templo en la zona; las tumbas de esa época están más al norte, a unos 600 metros de la Tumba del Jardín.
Tampoco existe una tradición de veneración en el lugar antes del siglo XIX. Sin embargo, hay una larga tradición, desde muy temprano, acerca de la Iglesia del Santo Sepulcro. Esto es quizás uno de los argumentos más importantes a favor de la autenticidad del Santo Sepulcro.
Tanto Jerónimo (342-420) como Eusebio (260-339) relatan que el emperador Adriano construyó una gran plataforma sobre la tumba de Jesús en la cual edificó un templo Capitolino. Cuando el emperador Constantino y su madre Helena hicieron desmantelar el templo pagano, realmente se descubrió una tumba. Eusebio describe este gran acontecimiento con las siguientes palabras:
“Cuando, un estrato tras otro, apareció en el fondo el primitivo solar del terreno, contra toda esperanza ofrecióse a la vista el santo y venerable santuario de la resurrección del Salvador, y la cueva, santa (en verdad) donde las haya, recobró el mismo aspecto de cuando resucitó el Salvador. Por ello, tras su ocaso en las tinieblas, nuevamente salió a la luz, y a cuantos llegaban a visitarla les permitía ver la incontrovertible historia de los maravillosos hechos ahí acaecidos, ‘atestiguando’ con obras más resonantes que cualquier voz la resurrección del Salvador.” (Eusebio, Vida de Constantino, 3:28)
Excavaciones arqueológicas han demostrado que la zona del Santo Sepulcro era una gran cantera de piedra caliza en la época de los reyes de Judá (siglo VII-VIII a.C). La cantera siguió en uso hasta el primer siglo a.C. cuando se rellenó y se cubrió con una capa de tierra rojiza. Entonces se convirtió en un jardín, y al mismo tiempo en un cementerio.
A parte del Santo Sepulcro en el centro de la rotonda, hay evidencia de otras cuatro tumbas de la época de Jesús dentro (o muy cerca) de la Iglesia del Santo Sepulcro. Una de estas tumbas contiene dos kokhim y está en la capilla Ortodoxa Siríaca a la que se puede acceder desde la rotonda. Según la tradición, José de Arimatea y Nicodemo fueron enterrados en estos kokhim.
La tumba en el centro de la rotonda que se conoce como el Santo Sepulcro y según la tradición es el lugar donde Jesús fue sepultado, es una tumba del tipo arcosolium, y consiste de una antesala con un arcosolium. Desgraciadamente, las visitas de peregrinos durante cientos de años han logrado deformar por completo la tumba original, ya que era habitual quitar pedazos de roca para guardar como recuerdo en sus relicarios. Hoy en día la roca original del Santo Sepulcro está completamente cubierta y excesivamente decorada, y es difícil imaginarse que realmente es una tumba del primer siglo.
El Santo Sepulcro estaba en un principio tallado en la misma formación rocosa que los dos kokhim de la capilla Ortodoxa Siríaca. Pero a la hora de construir la iglesia de Constantino en el siglo IV, se eliminó gran parte de la roca para aislar e independizar el Santo Sepulcro del resto de las tumbas.
Aunque la evidencia arqueológica es favorable hacia el Santo Sepulcro, e incuestionable en cuanto a la datación de la Tumba del Jardín hacia el siglo VII-VIII a.C., no podemos afirmar con certeza absoluta el lugar de sepultura de Jesús. Pero lo importante es recordar que, según nuestra fe cristiana, Jesús venció a la muerte y ya no está en ninguna tumba (Lucas 24:5-6).
Fuentes
Murphy-O'Connor, J. (2008). The Holy Land: An Oxford archaeological guide from earliest times to 1700. Oxford: Oxford University Press.
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