Dejando a un lado mi propia comodidad

Me pregunto si realmente estoy siendo sal, luz, un reflejo de mi Señor a un mundo que me necesita.

03 DE AGOSTO DE 2019 · 21:50

Foto: Pixabay (CC0),
Foto: Pixabay (CC0)

“Si Cristo vino del cielo a la tierra para buscar a los perdidos, ¿por qué tú no habrías de ir de tu casa a la calle para buscarlos también? Denunciar problemas doctrinales en Twitter es fácil.

Oír a las personas y hablar con ellas, con gracia y verdad, es otra cosa muy distinta. Yo solía dar el consejo “Sé tú mismo” a las personas, hasta qué aprendí a decir algo mejor: “se más como Jesús.” Josué Barrios

Hace tiempo que escuché algo acerca de una mujer cristiana, a la que le encantaba que llegaran los fines de semana para poder disfrutar al máximo de su propia iglesia; las reuniones abiertas para compartir, las reuniones especiales de adoración, enseñanza, oración, y un largo etc.

Era un domingo en la mañana como tantos otros, en su perfecta y cómoda vida; y se disponía a ir a la iglesia para estar con sus hermanos hablando y recibiendo, sobre la diferencia entre “ir a la iglesia, y ser la iglesia en un mundo herido”, y estaba realmente deseando llegar a su cómoda iglesia y participar de un tema tan interesante.

Cuando esta mujer iba a tomar sus llaves para cerrar la puerta de su casa, alguien llamó al timbre y le dijo:

“Siento muchísimo molestarte, pero necesito de tu ayuda”.

Era una vecina a la que esta mujer conocía, o más bien creía conocer. Comenzó a darle todo tipo de explicaciones, y estuvo a punto de decirle que no podía ayudarla; pero hubo algo que la hizo parar al momento y decirle… ¡No te preocupes, yo te ayudo!

Cuando iban camino a donde la vecina que creía conocer necesitaba, comenzó a escuchar su historia, y se dio cuenta de que no la conocía como ella creía; le contó detalles muy dolorosos de su vida, una grave enfermedad de su esposo, su propio agotamiento, y muchas cosas que desconocía.

Al escuchar todas aquellas cosas, nuestra querida mujer cristiana, que lo era de verdad, escuchó con calma, le prometió orar por ella, hizo todo lo que pudo, y después de haber faltado a la iglesia, se sintió realmente agradecida al Señor por haber tomado aquella decisión.

Llevo tiempo pensando en situaciones parecidas, que suceden en mi propia vida; personas que me necesitan fuera de mi maravilloso contexto eclesial, un contexto en el que me siento tan a gusto, y me pregunto si realmente estoy siendo sal, luz, un reflejo de mi Señor a un mundo que me necesita, si doy amor donde tengo que darlo, compasión donde tengo que demostrarla, o si soy como el sacerdote o el levita de la parábola del buen samaritano…

Mucho predicar, mucha “santidad”, mucho no contaminarse… Y siempre me pregunto lo que la Biblia nos enseña con claridad, de nada les sirvió toda su maravillosa pureza, obediencia y “lealtad a Dios y a su Palabra”.

¿Recordáis las palabras del Evangelio?

“Porque tuve hambre, y me disteis de comer; tuve sed, y me disteis de beber; fui forastero, y me recibisteis; estaba desnudo, y me vestisteis; enfermo, y me visitasteis; en la cárcel, y vinisteis a mí“. Mateo 25: 35 y 36.

Hoy mi corazón llora por peticiones de ayuda, peticiones que me llegan continuamente de cualquier parte, de hermanos, o de no hermanos. Hace un ratito, tenía a una persona que yo sabía que me necesitaba, hablé con ella, pero tenía prisa; aun así la escuché, e intenté consolarla; mi corazón quedó triste y preocupado…

Pero tenía que escribir, era tarde y muchísimas otras cosas volaban por mi cabeza, la tentación era demasiado sutil…. “Tengo que”; pero luchaba conmigo misma hasta que terminé volviendo a llamar, sabía demasiado bien que aquel corazón herido, tan sólo necesitaba otra pequeña llamada, unos minutos de cariño y consuelo fueron suficientes, 

Os garantizo que el mayor regalo para mi, fue haber obedecido al llamado de mi Señor para parar de convencerme a mi misma, y ver a un alma que sufría, consolada.

¿Recordáis otro texto bíblico?

“… Si un hermano o una hermana no tienen ropa y carecen del sustento diario, y uno de vosotros les dice: Id en paz, calentaos y saciaos, pero no les dais lo necesario para su cuerpo, ¿de qué sirve?. Así también la fe por sí misma, si no tiene obras, está muerta.…” Santiago 2: 15 y 16.

Es más de lo mismo, hermanos y no hermanos que, tan sólo necesitan un poquito o un “muchito” de mi o de lo mío… ¿Cómo respondo?

Mi Galicia natal es tierra de emigrantes, hay gallegos repartidos por todas partes del mundo, y hoy mi tierra tiene que recoger a todo tipo de personas… Creyentes de otros lados, no creyentes que vienen a pedir todo tipo de ayuda…

Me pregunto si estamos a la altura, si a nuestra fe le faltan obras, y muchas cosas más, comenzando por mi misma.

Quiero terminar esta reflexión con una fantástica frase, amplia y tendida de uno de mis autores preferidos, y con una vieja canción a ritmo de México, yo lo necesito, ¡Espero que os pueda bendecir!

“El Espíritu Santo es Consolador activo: Él no consuela con palabras, sino con hechos. Algunos consuelan diciendo: “Id en paz, calentaos y saciaos.” Pero el Espíritu Santo da, Él intercede con Jesús. Él nos da promesas, nos da gracia y así nos consuela. Observen además que Él es siempre un Consolador exitoso; no intenta aquello que no pueda cumplir. Entonces, para concluir, Él es un Consolador siempre presente, de tal manera que no tienes que enviar por Él. Tu Dios está siempre cerca de ti, y cuando necesitas consuelo en tu angustia, he aquí, cerca de ti está la palabra, en tu boca y en tu corazón; Él es una ayuda siempre presente en el tiempo de la aflicción. Charles Spurgeon.

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