La antigua Inquisición

Cuando en España se habla de Inquisición, inevitablemente se nos retrotrae a la maquinaria de control social creada ad hoc por los Reyes Católicos.

01 DE JULIO DE 2018 · 10:00

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En el anterior artículo conocimos la génesis de la Inquisición Española. Esta segunda entrada la dedicaremos a conocer la llamada Antigua Inquisición.

Entregada ya la exclusividad de la lucha contra la herejía a la orden de los Dominicos, domini-canes  como era apodaba, no tardaron en establecerse en Aragón, Cataluña y Navarra de forma eficaz. También lo harían en Valencia. Sin embargo en el oeste, en Castilla, no existía Inquisición[1]. Ni siquiera el hecho de que en el año 1301 se dividiera la provincia[2] española en dos, llevó a un establecimiento efectivo de esta institución en tierras castellanas. Resulta curioso cuanto menos que le territorio que vería nacer un nuevo y efectivo tipo de Inquisición, la Nueva Inquisición, resultado del amancebamiento entre poder civil y eclesiástico, fuera el territorio que rehusara obstinadamente admitir la Inquisición medieval, y desdeñara por completo las prescripciones de la Iglesia con relación a la Herejía[3]. Dice H.C. Lea que incluso en los romances del Cid puede verse el sentimiento popular del siglo XII hacia el Pontificado. Sin embargo, otros autores como JM Walker[5] citan algunos fenómenos residuales en el reino de Castilla en provincias de Burgos, Palencia y León, al que le atribuye además un carácter ciudadano, y relacionado íntimamente con el Camino de Santiago. Ya Fernando III “El Santo” publicara un edicto con diversas sanciones para los heterodoxos, como las típicas de pérdida de bienes, destierro, y marcas con hierro candente. Cuentan los “Anales Toledanos” que este monarca “enforcó mucho omes e coció muchos en calderas”. También se citan ciertos brotes heréticos como el de Durango (Vizcaya), cuyos partícipes fueron trasladados y quemados en Valladolid y Santo Domingo de la Calzada.

De esta Antigua Inquisición, Inquisición Pontificia llamada así por su dependencia directa de Roma[6] y establecida por Gregorio IX, cuyo antecedente podemos encontrarlo en los tribunales eclesiásticos de los obispos -Inquisitio Hereticae pravitate-, instituida ya en 1229 por el Concilio de Tolosa (Francia), nos relata Francisco de Moxó4 “...las hogueras proliferaron de tal modo , que el mismo papa ha de moderar el celo de los inquisidores, disponiendo que cada inquisidor dominico, tenga un colega franciscano, a fin de que la dulzura de éste último temple la demasiado grande severidad del otro” (1237).

En 1232 se introduciría en el reino de Aragón, con el apoyo de Jaime I “el conquistador”, y por influjo del dominico catalán Raimundo de Peñafort (tercer Maestro General de la Orden)[5].

 

Organigrama de la Antigua Inquisición

El cargo de Inquisidor General era llevado a cabo por el provincial de la orden. Este provincial tenía capacidad para nombrar inquisidores subordinados. Gran autoridad se revestía a estos inquisidores, pues se les consideraba apoderados inmediatos del Papa. Esta distinción los eximía de la autoridad de sus superiores en la orden para asuntos inquisitoriales.

El tribunal inquisitorial de la Antigua Inquisición era un tribunal local e itinerante. Allí donde era requerido por conocerse un foco de herejía se desplazaba.

Era competente para todo tipo de herejía, y para todos los cristianos. Únicamente no eran competentes en cuanto al papa y sus nuncios, los obispos y otros inquisidores.

Para sus cometidos debían ser auxiliados no solo ya por el resto de eclesiásticos allá donde se desplazaban, sino también por el poder político.

Hasta bien entrado el siglo XV el Santo Oficio fue obteniendo poder y apoyo gracias a la protección papal. Martín V y Nicolas V fueron algunos de ellos. Sin embargo, no era extraño que los propios inquisidores se quejaran del insuficiente apoyo del poder civil y de los obispos. Y con ese escaso apoyo, las menguantes rentas procedentes de las confiscaciones de bienes.

 

Nicolás Eymerich y el Directorum Inquisitorum

Eymerich (en algunos sitios escrito Nicolau Aymerich), Gerona 1320-1399, fue inquisidor general durante 30 años. Ingresó como dominico en 1334 y elegido para el cargo en 1357. Ciertamente un hombre prolífico y celoso en su cargo, lo que le generó beneficios la elección como capellán honorífico del papa y algunas importantes enemistades. También famoso en leyenda por su decisión de atravesar la lengua de los herejes blasfemos con un clavo. O retorcer el propio reglamento individual torturando varias veces al mismo reo.

De este curioso personaje tienen vds. hasta un videojuego. Si, he dicho ¡un videojuego![3]

Su obra más destacada es el Directorum Inquisitorum, el manual del inquisidor. Esta compuesta de tres partes:

 

  • ”De la Fe católica”.

  • ”De los Herejes”

  • ”Práctica del oficio de la inquisición”

 

En ellas podemos encontrar recopilaciones de derecho canónico, definiciones de herejías, privilegios de la inquisición, y el desarrollo de un proceso hasta la sentencia.

Cuando en España se habla de Inquisición, inevitablemente se nos retrotrae a la maquinaria de control social creada ad hoc por los Reyes Católicos, la Nueva Inquisición, de la que comenzaremos a tratar D.M. en la próxima entrega.

 

Notas

¹ Henry Charles Lea y Juan Antonio Llorente, en sendos trabajos sobre la historia de la inquisición.

2La orden de los dominicos divide el mundo en provincias, siendo España entera una de ellas hasta su división. Cada provincia estaba al cargo de un provincial.

3 L. Marineo Sículo, De Rebus Hispaniae memorabilius

4 Las Herejías Medievales (1985 p.24)

5 J.M.Walker en Historia de la Inquisición Española

6 Bartolomé Benassar “Inquisición española: poder político y control social”. Traducción castellana de Javier Alfalla 1981 Ed. Crítica.

7 http://www.eymerich.it

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