Colando mosquitos y tragando camellos

La esperanza cristiana es, por tanto, que llegará un día en el cual se cumplirá plenamente el propósito que Dios tenía en mente al crear el cosmos.

14 DE DICIEMBRE DE 2023 · 19:40

Foto: <a target="_blank" href="https://unsplash.com/@syedmohdali121">Syed Ali</a>, Unsplash CC0.,
Foto: Syed Ali, Unsplash CC0.

Los mosquitos (llamados también “zancudos” o “moyotes” en Latinoamérica) son dípteros nematóceros distribuidos por todo el mundo. Son sedentarios y de costumbres solitarias.

Una de las especies más abundantes es el mosquito común (Culex pipiens), presente en medio mundo. Los machos tienen antenas plumosas, un tamaño de hasta 15 mm y se nutren de jugos vegetales, mientras que las hembras se alimentan de sangre (hematófagas) de otros animales, sobre todo de mamíferos, por lo que son vectores de potenciales enfermedades.

Sus piezas bucales forman una larga trompa o probóscide diseñada para perforar la piel de los animales (mamíferos, aves, reptiles o anfibios) y succionar la sangre. Dicha probóscide contiene seis agujas especializadas que atraviesan la piel, pinzan, detectan vasos sanguíneos y succionan la sangre.

Esto lo logran inyectándoles previamente substancias anticoagulantes que son las que provocan la inflamación característica. Las proteínas de la sangre de los vertebrados son necesarias para que las hembras del mosquito puedan producir huevos.

Diferentes especies de mosquitos transmiten enfermedades infecciosas a través de su saliva, tales como malaria, dengue, zika, chikungunya, fiebre amarilla o la fiebre del Nilo occidental, entre otras.

Son responsables de unas 750.000 muertes de personas al año. Pueden detectar el dióxido de carbono que expulsamos al respirar y se ven atraídos también por el sudor u otros olores corporales, así como por los perfumes.

Las larvas pueden prosperar con muy poca agua, en charcos, sobre hojas, en los huecos de los árboles, bidones, cisternas, canales y sobre todo junto a los ríos, lagunas y marismas. Son estructuras sofisticadas que parecen perfectamente diseñadas para hacer lo que hacen. Es decir, picar al ser humano.

No obstante, como todos los seres vivos del planeta, los mosquitos cumplen a la perfección su función en el mantenimiento del equilibrio natural.

Actúan también como agentes polinizadores permitiendo que millones de plantas puedan reproducirse eficazmente y constituyen una importante fuente de alimento para pájaros, murciélagos, reptiles, ranas y peces.

¿Acaso justifica esto último lo de las muertes humanas? ¿Por qué creó Dios los mosquitos causantes de enfermedades a las personas? Esto nos lleva a la eterna cuestión de la teodicea. ¿Por qué existe el mal en el mundo?

La respuesta cristiana la perfilaba ya el apóstol Pablo (Ro. 8:18-22). Las aflicciones e injusticias del tiempo presente no se pueden comparar con la gloria venidera. Dios creó un mundo que era bueno en gran manera.

Sin embargo, toda la creación fue sujeta a vanidad por la rebeldía del hombre (Gn. 3:17-19). Este no es el mundo que Dios quería sino el que nos merecemos. Sin embargo, semejante sujeción de la esclavitud de corrupción abriga también un ápice de esperanza.

Unos cielos y una tierra nuevos donde morará definitivamente la justicia. La doctrina de la caída cósmica empapa todas las páginas de la Biblia, desde Génesis hasta Apocalipsis.

La esperanza cristiana es, por tanto, que llegará un día en el cual se cumplirá plenamente el propósito que Dios tenía en mente al crear el cosmos.

No se sabe si el proverbio de Jesús “coláis el mosquito y tragáis el camello” (Mt. 23:24) se lo inventó él mismo o era ya conocido en su tiempo, pero lo que está claro es que constituye una denuncia irónica de la actitud de los escribas y fariseos.

En su afán escrupuloso por contar hasta las pequeñas hojas de la menta, el eneldo y el comino para diezmarlas, estaban reteniendo al mosquito y tragándose el camello. De los animales impuros mencionados en la ley mosaica, el mosquito era el más pequeño y el camello el más grande (Lv. 11:4).

El vino se filtraba con una gasa de muselina para que no contuviera nada impuro, como por ejemplo un mosquito, ya que la ley decía que a “todo insecto alado que tenga cuatro patas, tendréis en abominación” (Lv. 11:23) y, de hecho, existen algunas especies de pequeños insectos que son atraídos por la fermentación del vino y están siempre revoloteando sobre él, hasta que caen encima. Es a esto a la que se refiere Jesús.

La hipocresía religiosa consistía en darle excesiva importancia al ceremonial externo, a algo tan pequeño e insignificante como un mosquito y, en cambio, olvidarse de lo verdaderamente importante, la justicia, la misericordia y la fidelidad.

Y eso era como tragarse enormes camellos. Es probable que esta frase de Jesús provocara la risa de sus oyentes. ¿Quién puede imaginarse a un hombre que filtra cuidadosamente su vino para no tragarse ningún mosquito impuro y, a la vez, se traga un enorme camello inmundo sin darle importancia?

El consumo de “camellos” es un grave error religioso que debe evitarse a toda costa y que, por desgracia, no ha pasado de moda.

Publicado en: PROTESTANTE DIGITAL - Zoé - Colando mosquitos y tragando camellos