Trabajar como una mula

La Biblia indica que ciertos mulos  se conocían ya desde antes del tiempo del rey David, bajo cuyo reinado se hicieron muy abundantes.

04 DE FEBRERO DE 2021 · 19:20

Los mulos y mulas son animales híbridos estériles que se obtienen del cruce entre una yegua y un burro o asno. / Antonio Cruz.,
Los mulos y mulas son animales híbridos estériles que se obtienen del cruce entre una yegua y un burro o asno. / Antonio Cruz.

Y se encontró Absalón con los siervos de David;

e iba Absalón sobre un mulo,

y el mulo entró por debajo de las ramas espesas de una gran encina,

y se le enredó la cabeza en la encina,

y Absalón quedó suspendido entre el cielo y la tierra;

y el mulo en que iba pasó delante. (2 S. 18:19)

A pesar de que la Ley prohibía expresamente mezclar distintas especies (Lv. 19:19) para obtener híbridos, es evidente que durante las primeras etapas de la historia hebrea, el pueblo de Dios empleó mulos y mulas, quizás importándolos de otras culturas.

La especial orografía de Tierra Santa hacía preferibles a estos animales de carga ya que eran más resistentes que los burros y más dóciles que los caballos. Tenían, por tanto, la fuerza del caballo, la prudencia del asno y vivían más años que ellos. De ahí que se usaran no solo para los trabajos domésticos y agrícolas sino también para la intendencia militar.

Los términos hebreos péred, פֵּרֶד y pirdah, פרד significan “apartado” o “separado” y solían aplicarse a los mulos ya que son animales solitarios. Como se ha señalado, los mulos son híbridos entre asno y yegua o entre caballo y asna. 

La Biblia indica que ciertos mulos criados en Armenia (“los de la casa de Togarma”) eran transportados a Tiro (Ez. 27:14) y se conocían ya desde antes del tiempo del rey David, bajo cuyo reinado se hicieron muy abundantes.

Eran animales fuertes a los que se podía cargar bien y lo suficientemente rápidos como para permitir la huida en caso de necesidad (2 S. 13:29; 2 R. 5:17; 1 Cr. 12:40).

Además, los mulos se consideraban como animales prestigiosos cuya montura otorgaba cierto rango social. Por ejemplo, David permitió que su hijo Salomón se montara en su mula, el día en que se le coronó como rey de Israel (1 R. 1:33-38).

Al parecer, esto era algo habitual entre los príncipes, nobles y monarcas (1 R. 18:5). A pesar de lo cual, el salmista describe el carácter terco de estos animales: “No seáis como el caballo, o como el mulo, sin entendimiento, que han de ser sujetados con cabestro y con freno, porque si no, no se acercan a ti” (Sal. 32:9).

Algunos autores han señalado una evolución interesante en la consideración que tenían los hebreos de estos cuadrúpedos équidos. Al principio, durante la época patriarcal y hasta la llegada de la monarquía, cabalgar sobre un asno se consideraba como una manifestación de magnificencia y poder.

Más tarde, los mulos vinieron a ocupar este lugar de honor y los reyes hebreos los usaron como cabalgadura o montura de prestigio. Mientras que los caballos se empleaban más bien para tirar de los carros de guerra (2 S. 10:18) y otras acciones militares.

Sin embargo, en el Nuevo Testamento se relata cómo Jesús entró triunfante en Jerusalén, montado sobre un pollino o asno joven (Mt. 21:1-11; Mr. 11:1-11; Lc. 19:28-44; Jn. 12:12-19).

Es como si el Maestro reivindicara aquella antigua costumbre de la época patriarcal y volviera a relacionar los asnos con la verdadera realeza. Ningún libro del Nuevo Testamento vuelve a referirse más a los mulos.

Los mulos y mulas son generalmente de mayor tamaño, más fuertes y dóciles que los burdéganos (machos y hembras) por lo que suelen ser preferidos por los criadores. Su esterilidad se debe al diferente número de cromosomas de las especies de las que provienen.

Mientras que los caballos poseen 64 cromosomas en sus núcleos celulares, los asnos solo tienen 62. Las mulas y burdéganos tienen orejas más largas que los caballos, aunque no tanto como los burros.

Su rebuzno no es exactamente como el del burro ni tampoco como el relincho del caballo, aunque se les parece y pueden también gemir. Los mulos han sido muy usados como cabalgadura y medio de transporte, así como para arar los campos y sacar agua de los pozos, mediante norias.

Sus pezuñas son más resistentes a las enfermedades y a los insectos que las de los caballos. Son animales obstinados y valientes, capaces de defender al jinete contra perros agresivos u otros animales, ya que pueden patear con fuerza en cualquier dirección.

La historia de David y de su hijo Absalón (2 S. 17:24-19:7), a que se refiere la lectura bíblica inicial, fue uno de los episodios más dramáticos de la vida de este gran rey de Israel.

Todo empezó porque el mayor de los hermanos, Amnón, violó a su hermanastra Tamar (2 S. 13:14), hermana de Absalón. Éste decidió vengarla y encargó a sus siervos que mataran al violador durante el transcurso de un banquete.

Después huyó a Gesur y allí permaneció dos años hasta que David decidió recibirlo. Más tarde, Absalón empezó a hacer campaña, reivindicando sus derechos de primogenitura con la intención de suceder a su padre en el trono de Israel.

Contaba con el apoyo del pueblo pero la sucesión parecía reservada a Salomón. Esto fue el germen maquiavélico que le condujo a atentar contra la vida de su padre David.

Por último, Absalón se hizo proclamar rey, en ausencia del padre, lo que condujo a una sangrienta batalla contra el ejército de David, en el bosque de Efraín, a orillas del río Jordán. La Biblia dice que allí murieron aquel día unos 20.000 hombres (2 S. 18:7).

Mientras Absalón huía montado en un mulo, su larga cabellera, de la que estaba tan orgulloso, se enredó entre las ramas de una encina. El mulo siguió trotando y él quedó colgando de las ramas.

Esto permitió a sus perseguidores, capitaneados por Joab, darle alcance y atravesarle el corazón con tres flechas. Su padre David recibió la noticia de la gran victoria como si hubiera sido una gran derrota y entró en Jerusalén triste, con el ánimo de un derrotado porque, a pesar de todo, amaba profundamente a su hijo Absalón.

El amor que sentía por su hijo era tan grande que hubiera preferido mil veces morir en su lugar. Así es también el amor de Dios por las personas, incluso aunque la humanidad se rebele cada día contra el Altísimo.

Él se encarnó en Jesucristo y murió en una cruz para proveerle salvación a la humanidad porque, a pesar de nuestra maldad, nos ama infinitamente.

Publicado en: PROTESTANTE DIGITAL - Zoé - Trabajar como una mula