La belleza del leopardo

La Escritura emplea la imagen del leopardo, como animal fiero, veloz y astuto, para referirse al poder militar de ciertos imperios de la antigüedad.

09 DE JULIO DE 2020 · 19:40

Los leopardos son animales de vida solitaria que sólo se juntan en el momento de la reproducción. /  Ana Romero. ,
Los leopardos son animales de vida solitaria que sólo se juntan en el momento de la reproducción. / Ana Romero.

¿Mudará el etíope su piel, y el leopardo sus manchas?

Así también, ¿podréis vosotros hacer bien,

estando habituados a hacer mal? (Jer. 13:23)
 

La Biblia se refiere varias veces al leopardo mediante el término hebreo namer, נָמֵר que significa literalmente “bestia manchada” (Cnt. 4:8; Is. 11:6; Jer. 5:6; 13:23; Os. 13:7; Hab. 1:8).

En arameo es nemer, נְמֵר y así aparece en Daniel (7:6), mientras que en el griego del Nuevo Testamento fue traducido por párdalis, πάρδαλις, que significa “leopardo” y también “pantera”. De los diferentes versículos que lo mencionan, es posible extraer la imagen que los hebreos tenían de este animal.

Consideraban que era astuto porque sabía acechar pacientemente a sus víctimas (Jer. 5:6); de hábitos nocturnos y muy veloz en el momento del ataque (Hab. 1:8); que sentía predilección por animales domésticos como los cabritos, por eso se dice que en el reino milenario morará pacíficamente con ellos (Is. 11:6); incluso podía resultar también peligroso para el ser humano (Os. 13:7) y, en fin, en la época bíblica era abundante en los montes de Palestina (Cnt. 4:8).

Sin embargo, en la actualidad, el leopardo de Arabia (Panthera pardus nimr) es una subespecie de leopardo que está en grave peligro de extinción.

Se cree que en el desierto del Neguev (Israel) su población estaría por debajo de los 20 ejemplares. Aunque en la península arábiga (Yemen y Omán) habría alrededor de 200 individuos más. La Escritura emplea la imagen del leopardo, como animal fiero, veloz y astuto, para referirse al poder militar de ciertos imperios de la antigüedad.

Este es el caso de la monarquía griega de Alejandro Magno (Dn. 7:6), donde se dice: “Después de esto, yo seguía mirando y vi otra (bestia), semejante a un leopardo, con cuatro alas de ave en sus espaldas; esta bestia tenía cuatro cabezas; y le fue dado poder”.

La belleza del leopardo

Las manchas características de la piel del leopardo contribuyen a camuflarle perfectamente en el entorno. Esto le permite acercarse mucho a sus posibles presas y sorprenderlas a poca distancia./ Ana Romero.
 

Estas cuatro cabezas se refieren probablemente a los cuatro sucesores de Alejandro, que a su muerte se repartieron el inmenso imperio que éste había conquistado.

También en el libro de Apocalipsis se hace referencia a esta imagen del leopardo citada en Daniel y se puede leer: “Y la bestia que vi era semejante a un leopardo, y sus pies como de oso, y su boca como boca de león. Y el dragón le dio su poder y su trono, y gran autoridad” (Ap. 13:2).

El Imperio romano reunía la misma brutalidad característica de los tres imperios anteriores: Babilonia, Media y Persia. Juan, el autor del último libro de la Biblia, indica mediante tales imágenes que el “dragón” o Satanás es capaz de obrar en el mundo por medio de ciertos poderes e imperios humanos.

Algunos naturalistas antiguos creían que los leopardos provenían del cruce entre los leones y las panteras, de ahí el nombre que se les puso (leo “león” y pardus “pantera”). Sin embargo, se trata de dos especies bien diferenciadas pertenecientes al mismo género: Panthera leo (león) y Panthera pardus (leopardo).

En cambio, la pantera negra de África y Asia es una variedad melánica del leopardo, debida a la presencia de un alelo recesivo en su genoma. También se conocen formas melánicas negras en los jaguares americanos (Panthera onca).

Por otro lado, en el continente americano, existe el género Leopardus que incluye especies de felinos de menor tamaño como el ocelote (Leopardus pardalis), a quienes se les denominó así por su parecido superficial con los leopardos africanos y asiáticos pertenecientes al género Panthera.

La belleza del leopardo

Ejemplar de leopardo vagando en libertad por la sabana africana / Ana Romero.
 

En tiempos bíblicos había leopardos y panteras negras en África, Arabia, Líbano, Siria y Palestina. La belleza de su piel castaño amarillenta, con numerosas manchas negras dispuestas en rosetas, hizo que fueran cazados a millares a lo largo de la historia para elaborar abrigos y vestimentas.

Desde los dignatarios y sacerdotes del antiguo Egipto, que aparecen representados en los bajorrelieves, hasta la moda femenina del siglo XX, los leopardos vistieron con su piel a quienes podían permitirse tales supuestos lujos estéticos.

En un informe del año 1963, de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza, se decía que cada año se cazaban furtivamente, en los cotos del África oriental, unos 50.000 leopardos para suministrar pieles a la moda femenina de Occidente. Un solo abrigo requería de 5 a 7 pieles.

La mayor parte de estas pieles pasaban de contrabando a través de Somalia y Etiopía. Los cazadores furtivos que capturaban estos leopardos mediante lazos, trampas y veneno, recibían una libra esterlina (poco más de un euro) por cada piel.[1]

Los leopardos tienen mucha fuerza en relación a su reducido tamaño. Esto les permite trepar a las ramas de los árboles con una presa de considerable peso en la boca.

A causa de la competencia con otros carnívoros de mayor tamaño, como los leones o las hienas, se ven obligados a transportar sus capturas a las copas inaccesibles de los árboles.

Son capaces de saltar distancias de hasta 6 metros o más y de nadar para atrapar animales acuáticos. Se nutren de una amplia gama de organismos, desde escarabajos peloteros hasta antílopes de mayor tamaño que ellos mismos.

La belleza del leopardo

La belleza y agilidad del leopardo contribuyeron a convertirlo en una de las especies salvajes más atractivas para los zoos de todo el mundo.
 

A nivel popular, en ocasiones se les confunde con los guepardos, sobre todo por el aspecto de su piel. Sin embargo, son especies muy diferentes tanto por su morfología como por su biología y, desde el punto de vista taxonómico, se clasifican en géneros distintos.

El leopardo de Arabia que aparece en la Biblia es de piel algo más clara, de menor tamaño, los machos no suelen superar los 30 kilos, mientras que las hembras están en torno a los 20.

Miden 1,3 metros de longitud más la cola y se alimentan preferentemente de liebres, damanes e íbices de Nubia. Algunos países intentan criarlos en cautividad para después soltarlos en aquellas regiones donde antes prosperaban.[2]

El texto de Jeremías (13:23), que cita al leopardo para indicar que no puede cambiar sus manchas, se refiere a la vergüenza de Judá que abandonó a Dios para servir a los Baales.

La pregunta que se hace el profeta: ¿es posible que el pueblo pueda cambiar y hacer el bien cuando está tan acostumbrado a hacer el mal?, tiene una respuesta clara. No, no puede cambiar.

De la misma manera que los leopardos no pueden hacer nada por cambiar sus manchas, tampoco podían los hebreos apóstatas hacer nada por cambiar las consecuencias de su infidelidad.

Cuando se rechaza a Dios y se va detrás de los ídolos humanos, tarde o temprano se suelen pagar las consecuencias. La permanencia en el error endurece la conciencia impidiendo el cambio de actitud y el arrepentimiento.

[1] Burton, M. & Burton, R., 1974, Enciclopedia de la Vida Animal, Bruguera, Barcelona, p. 1437.

[2] https://www.lavanguardia.com/vida/20190210/46344450075/riad-inaugura-una-reserva-natural-para-salvar-al-leopardo-de-arabia.html

Publicado en: PROTESTANTE DIGITAL - Zoé - La belleza del leopardo