Delantales de higuera

En el Antiguo Testamento, las higueras constituyen símbolo de bienestar, seguridad y prosperidad.

13 DE FEBRERO DE 2020 · 21:10

Las brevas son oscuras y constituyen la primera de las dos cosechas que dan las higueras bíferas , abundantes en Israel. Suelen pasar todo el invierno formándose en el árbol para madurar entre mayo y junio. ,
Las brevas son oscuras y constituyen la primera de las dos cosechas que dan las higueras bíferas , abundantes en Israel. Suelen pasar todo el invierno formándose en el árbol para madurar entre mayo y junio.

Entonces fueron abiertos los ojos de ambos,

y conocieron que estaban desnudos;

entonces cosieron hojas de higuera,

y se hicieron delantales.

(Gn. 3:7)


La conciencia de la propia desnudez, según la Escritura, fue lo que les hizo recurrir, a nuestros primeros padres, a las hojas de la higuera.

Esta es la primera vez que se menciona dicho árbol en la Biblia, pero no la única.

Las higueras aparecen en más de cuarenta ocasiones, mientras que sus frutos, los higos, figuran una veintena de veces (Nm. 13:23; 20:5; Dt. 8:8; Sal. 105:33; Jer. 5:17; Joel 1:12; Mt. 21:19, 20, 21; 24:32; Mc. 11:13, 20, 21; 13:28; Lc. 13:6, 7; 21:29; Jn. 1:48, 50; Stg. 3:12; Ap. 5:13).

Tantas y tan significativas referencias implican que semejante vegetal era común en la vida cotidiana del pueblo judío.

La higuera en hebreo es teenah,mientras que sus frutos, los higos, son teenim (Jue. 9:10; Nm. 13:23, etc.). El árbol se tradujo al griego por sykon, y así es como figura en el Nuevo Testamento (Mt. 7:16; Mc. 11:13; Lc. 6:44; Stg. 3:12).

Se trata de la especie botánica Ficus carica (Ficus, en latín, se designa para referirse tanto al árbol como a los frutos, mientras que carica hace alusión a la región turca de la Caria, donde eran abundantes tales frutales).

En las tierras de la Biblia, las higueras crecían espontáneamente, aunque también se las cultivaba para la recolección de sus frutos ya que solían dar dos cosechas.

Los primeros higos aparecían durante la primavera y eran los llamados higos tempranos o brevas (Jer. 24:2; Nah. 3:12), que maduraban a finales de esta estación (Mt. 24:32), gracias a las grandes hojas que les protegían del ardiente sol (Mc. 11:13; Mt. 21:19; Lc. 13:6-9).

Delantales de higuera

Los higos verdaderos suelen ser verdes y corresponden a la segunda cosecha que madura durante el verano. Las hojas de la higuera son ampliamente lobuladas y ásperas al tacto.

Más tarde, podía haber una segunda cosecha de higos maduros, que eran de color verdoso, estaban listos de agosto a octubre y se consumían frescos o bien secos.

Ésta era la forma más habitual de conservarlos durante bastante tiempo. Con ellos se solía hacer también un pan de higos secos muy comprimido y rico en calorías (1 S. 25:18).

Existen dos variedades de higueras, las bíferas y las uníferas, las primeras pueden dar dos cosechas seguidas al año, mientras que las segundas sólo una.

Las que dan dos cosechas, empiezan -como se ha señalado- por las “brevas” (cosecha temprana), que pasan todo el invierno formándose en el árbol y maduran entre mayo y junio.

La segunda cosecha, más tardía, suele ser también más abundante y son los auténticos “higos” que maduran durante el verano. Las brevas oscuras se desarrollan siempre en la madera vieja de las ramas del año anterior, mientras que los higos verdes de la segunda cosecha lo hacen sobre madera nueva de la temporada.

Además de constituir un buen alimento, los higos eran usados también con fines medicinales, con ellos se hacían cremas o ungüentos para curar llagas y heridas (2 R. 20:7; Is. 38:21).

Formaban parte, junto a las uvas y las aceitunas, de los frutos más conocidos y usados en Israel ya que no requerían cuidados especiales y eran abundantes en todos los países mediterráneos.

Desde el punto de vista botánico, la higuera (Ficus carica) pertenece a la familia de las moráceas y es originaria del Asia sudoccidental. Actualmente crece silvestre en torno al Mediterráneo y otras regiones del mundo.

Delantales de higuera

Las higueras desarrollan sus minúsculas flores dentro de los higos, muy juntas y apretadas, de ahí que nunca se las pueda ver.

Es un árbol caducifolio que alcanza una altura de unos ocho metros y presenta la copa muy abierta o ramificada. A veces, las ramas salen casi a ras de suelo. Su corteza es lisa y grisácea, mientras que las hojas son grandes (25 por 18 cm), de color verde brillante, textura áspera y muy lobuladas (pueden tener de tres a siete lóbulos o folículos).

Un aspecto complejo de las higueras es su floración. Aparentemente nunca florecen. No obstante, sí lo hacen, lo que ocurre es que las flores (tanto masculinas como femeninas) están encerradas dentro de unos pequeños receptáculos, en forma de pera (siconos), que posteriormente se transformarán en frutos y, por lo tanto, no pueden verse.

Cada uno de tales receptáculos presenta una pequeña apertura apical (ostiolo). Las minúsculas flores masculinas se disponen interiormente junto a tal abertura, mientras que las femeninas lo hacen algo más internamente.

La fecundación (polinización) la realizan unas pequeñas avispas, llamadas Blastophaga psenes,[1] que viven en simbiosis o en estrecha relación con las higueras. Las pequeñas hembras de tales insectos himenópteros penetran por el minúsculo ostiolo, depositan sus huevos en el interior y, después de polinizarlo, mueren.

Al nacer las crías, los machos, que no tienen alas, fecundan a las hembras en el interior del ovario y también mueren dentro sin jamás ver la luz. Las avispillas hembra fecundadas abandonan el lugar por el ostiolo, llevándose consigo el polen de las flores masculinas que fecundará a otros higos.

La pequeñas pepitas rosas (aquenios) del interior de los higos son, en realidad, los verdaderos frutos de la higuera.

Las higueras fueron de las primeras plantas cultivadas por el ser humano, anteriores incluso a la domesticación del trigo, la cebada y las legumbres. Se han hallado higos casi fosilizados (subfósiles), en el valle del Jordán, que han sido datados del período neolítico (9400 a 9200 a.C.).[2]

También se sabe que los egipcios amaestraban monos para que subieran a las frágiles ramas de las higueras a recolectar los higos.[3]

Delantales de higuera

El ojo apical u ostiolo del higo está protegido por una serie de láminas superpuestas.

Tanto los griegos como los romanos apreciaban y mitificaban los numerosos beneficios de estos árboles, aunque sabían que su madera tiende a pudrirse y que ni siquiera era apta como combustible.

En el Antiguo Testamento, las higueras constituyen símbolo de bienestar, seguridad y prosperidad. Los tiempos de paz del reinado de Salomón se caracterizaban por “vivir seguros, cada uno debajo de su parra y debajo de su higuera” (1 R. 4:25, cfr. Mi. 4:4; Zac. 3:10).

En cambio, cortar higueras o sacudirlas violentamente para obtener sus higos era negativo porque se le caían las hojas y esto era imagen de castigo divino (Is. 34:4). De la misma manera, se consideraba una maldición que la langosta devorara sus hojas (Am. 4:9) o descortezara sus ramas (Joel 1:7; 12).

En el Nuevo Testamento, este árbol aparece en relación al llamamiento de Natanael, a quien Jesús le dijo que “antes que Felipe te llamara, cuando estabas debajo de la higuera, te vi” (Jn. 1:48).

Sin embargo, también se usa como figura del pueblo de Israel, en pasajes tan emblemáticos como el de la maldición de la higuera estéril (Mc. 11:12-17), en el que la presencia de hojas y no de higos se equipara a una religiosidad hipócrita y estéril.

La parábola profética de la higuera seca constituye todo un símbolo de la destrucción de las grandes instituciones israelitas. A pesar de que en abril, para la Pascua, las higueras no podían tener frutos, Jesús insiste en buscarlos con el fin de forzar su parábola simbólica y pedagógica.

El árbol que Dios había plantado en Sión, la frondosa Jerusalén de las promesas, a la hora de la verdad, resulta hueca, vacía de frutos, sólo tiene follaje religioso indigerible.

Durante más de mil años, Dios había ido preparando a su pueblo mediante patriarcas, profetas, salmistas, reyes y líderes pero, al final, nada de esto había dado fruto.

Jerusalén se convirtió en una higuera mentirosa, mucha hoja sin nada de fruto. Este es también el peligro que amenaza siempre a la Iglesia, pero hoy quizá más que nunca.

[1] https://es.wikipedia.org/wiki/Blastophaga_psenes

[2]  Mordechai E. Kislev, Anat Hartmann, Ofer Bar-Yosef (2006). «Early Domesticated Fig in the Jordan Valley»Science 312 (6778): 1372-1374. doi:10.1126/science.1125910.

[3] “Monkeys Trained as Harvesters”. Natural History (en inglés). Consultado el 16 de marzo de 2019. «...Erman notes that fig trees have gnarled trunks, that they rarely attain more than sixteen feet in height, and that they have limbs too weak to sustain the weight of the gardeners. Hence people “send tame monkeys into the branches to gather the fruit for them.”».

Publicado en: PROTESTANTE DIGITAL - Zoé - Delantales de higuera