El gran ignorado

Pau Abad

25 DE DICIEMBRE DE 2013 · 23:00

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Era viernes por la noche y paseaba por Internet buscando a regañadientes algo provechoso que ver dado el pésimo nivel actual de la programación televisiva. Entonces me acordé de las muchas veces que me recomendaron los programas de "Informe Robinson" (Canal +), así que entré en la página del programa y rebusqué en su filmoteca. Entre todos los títulos que vi ahí hubo uno que me llamó especialmente la atención: "La historia de Robert Enke". El argumento del reportaje me convenció, así que le di al play. El nombre de Robert Enke me sonaba de algo, pero no sabía bien de qué. ¡Claro! ¿Cómo no me había acordado antes? A medida que avanzaba el programa recordé al fin que ese nombre desconocido pertenecía a un ex portero que jugó en el F.C. Barcelona durante la temporada 2002-2003. Bien poco debió jugar Enke en el Barça porque soy gran seguidor de este equipo y difícil es que no me acuerde de jugadores que han pasado por el vestuario blaugrana en la última década. Efectivamente, el prometedor portero alemán tan solo disputó tres partidos y medio hasta que fue cedido al año siguiente al Fenerbahçe turco y más tarde al Tenerife de 2ª división. Pero creía que la historia deportiva de Enke había terminado ahí, en el anonimato del fútbol profesional. Lo que no sabía es que volvió a su Alemania natal para jugar con el Hannover 96, donde recuperó un gran estado de forma y se convirtió en habitual de la selección alemana, esperando ser llamado para viajar a Sudáfrica a disputar el Mundial 2010. Sin embargo, el reportaje sobre Robert Enke iba por otro lado. Al parecer, desde sus inicios como profesional sufría una depresión (el trastorno mental más común) que iba y venía sin motivo aparente, a veces ayudada por las circunstancias tanto profesionales como personales. El reportaje se había abierto con una mención sobre el suicidio que anotó Enke en su diario. Al ver que el programa avanzaba y que no aparecía ninguna declaración del protagonista, empecé a sospechar con gran pena que ese desconocido futbolista se había quitado la vida. Así fue. Robert Enke se suicidó en noviembre de 2009, justo cuando vivía uno de los momentos más dulces de su carrera deportiva, pero nadie sabía nada de la profunda depresión que aparecía y desaparecía en su vida sin previo aviso. Habían pasado ya cuatro años y ni siquiera me había enterado aún de la desgraciada noticia. A medida que transcurría el reportaje, un sentimiento de lástima se apoderó de mí y me intentó sensibilizar con ese gran desconocido al que yo también ignoré en su día. Me acordé de momentos en los que él había estado presente, como la eliminación del Barça en la Copa del Rey por el Novelda C.F de 2ª división B. Tras caer derrotados, gran parte de la culpa recayó sobre la actuación del que había sido un prometedor fichaje ese mismo verano. Enke reaccionó pidiendo disculpas, pero con mucho sosiego. Nadie sabía por lo que estaba pasando en ese entonces y él tampoco se esforzaba por demostrar que la presión que tenía encima le sobrepasaba. Los que conocían su problema le elogiaban de manera sarcástica por lo buen actor que era, especialmente cuando se presentaba ante las cámaras y micrófonos de la prensa. En buena compañía Incluso la persona más simpática y risueña, o esos grandes desconocidos, compañeros de trabajo, de gimnasio, de iglesia, etc. Esas personas que, como Enke, todo parece estar bien en sus vidas..., esas personas también sufren las consecuencias de un mundo roto y necesitado de restauración, igual que tú y que yo. Una de las muchas enseñanzas que saqué de la desgraciada noticia es que necesitamos compañía en nuestras tribulaciones. "Mejores son dos que uno; porque tienen mejor paga de su trabajo. Porque si cayeren, el uno levantará a su compañero. Pero ¡ay del solo cuando cayere! Pues no habrá segundo que lo levante" (Eclesiastés 4:9,10). Robert Enke contaba con la compañía de su esposa, un amigo personal y su psiquiatra. Sin duda, le ayudaron muchas veces a sobrellevar e incluso llegar a supera la depresión durante mucho tiempo, pero aun así no lograron evitar su muerte. La compañía de las personas es fundamental, como dice el sabio que escribió el libro de Eclesiastés. Según el relato del Génesis, lo primero que no le agradó a Dios fue ver al hombre solo, sin otra compañía humana. Tener personas de confianza alrededor te puede salvar de muchas desgracias, pero ¿es suficiente? Para Enke no lo fue. Vivimos en un mundo roto donde ni el más santo se salva. Todos caemos y todos hacemos caer si nos dan la oportunidad. Las heridas llegan, tarde o temprano (suele ser más temprano que tarde). Como a Robert Enke, a ti mismo te pueden empezar a surgir síntomas de depresión ahora mismo, sin previo aviso. Según la Asociación Española de Psiquiatría Privada, entre un 20% y un 25% de la población va a padecer algún trastorno ansioso-depresivo a lo largo de su vida. Si estuvieras dentro de ese porcentaje y mañana por la mañana te levantases con una depresión "de caballo", ¿habría un "segundo" que fuese capaz de levantarte? Y aquí muchas personas podrían acusar al mundo de no ofrecerles la compañía que quisieran, y estarían en lo cierto. Pero, amigo o amiga, aquí es donde quería llegar. ¿Y si el "segundo" fuese Dios mismo? No puede haber mejor "segundo" que Dios, su Espíritu, el mismo que Jesús prometió que nos acompañaría al decir: "El Espíritu de verdad, a quien el mundo no puede recibir, porque no le ve, ni le conoce; pero vosotros le conocéis; porque mora con vosotros, y estará en vosotros" (Juan 14:17). En mi opinión, necesitamos un tercero, un cuarto y hasta cuantos compañeros de viaje podamos conseguir en esta vida, pero el segundo siempre debe ser Dios. Siempre necesitamos una mano dispuesta a levantarnos, y qué mejor mano que la de Aquel que ha demostrado tener poder para levantar a los desesperanzados y derrumbar a los engreídos. Los autores de los Salmos bien lo sabían, pues lo vivieron en sus propias carnes: "Aunque ande en valle de sombra de muerte, no temeré mal alguno; porque tú estarás conmigo" (Salmo 23:4); "Cuando cayere, no quedará postrado; porque el Señor sostiene su mano" (37:24); "El Señor es tu guardador: El Señor es tu sombra a tu mano derecha" (Salmos 121:5). La historia de Robert Enke me rompió el corazón. De ser un completo desconocido pasó a ser una vida de valor incalculable presa de una profunda depresión o, lo que para mí es lo mismo, de los llamémoslo "síntomas" de un mundo roto. Para Dios todas nuestras vidas comparten los mismos rasgos que la del guardameta alemán, eso sí, cada uno con su "síntoma" en particular, pero de nada sirve si se le ignora a Él. Sus más cercanos dicen que Robert Enke jugó su último partido alegre, liberado de su depresión porque ya había decidido quitarse la vida. Los miles y miles de aficionados que ese día abarrotaban el estadio del Hannover 96 ignoraban por completo que a su portero, el cual parecía estar de lo más bien, le quedaban pocas horas de vida. Al mismo tiempo y de la misma forma, Enke ignoró la compañía del Espíritu de Dios. Al final, ni siquiera los que conocían su situación pudieron hacer nada por evitar su muerte. Tenía un tercero, un cuarto y un quinto a su lado, pero le faltaba el "segundo": el Espíritu de Dios, el único que tiene poder sobre la vida y la muerte.

Publicado en: PROTESTANTE DIGITAL - Magacin - <em>El gran ignorado</em>