Anda, dilo tú, que a mí me da la risa

Soy malísima para contar chistes así que tendrán que perdonarme. Este me lo contó Vicente, un compañero de trabajo, cuando todavía circulaba la peseta y le saqué tanta punta que me estuve riendo todo el tiempo que duró aquel último almuerzo que disfrutamos juntos.

08 DE MAYO DE 2008 · 22:00

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Quédense solo con el mensaje. “Tres ladrones deciden robar un banco. Hacen un agujero en la pared para acceder a la caja fuerte. El más listillo decide entrar el primero. Los otros dos se resignan. Ninguno sabe que dentro los están esperando. Alguien ha dado el chivatazo. Cuando el primero asoma la cabeza en el interior de la sucursal: ¡¡¡BUMBA!!!, mazazo en la boca y piñones al suelo. Gateando hacia atrás, saca la cabeza del agujero y tapándose la boca con las dos manos para que no le vean la sangre, dice: Andad, entrad vosotros, que a mí me da la risa”. Que fácil resulta calentar los ánimos de los hermanos y hermanas en la fe para que digan, solucionen y den la cara por nosotros en asuntos eclesiales, mientras nos escondemos donde nadie nos ve con la vieja excusa de que si yo no soy capaz; que si no sirvo para estas cosas; que tú sí que vales; que guapo estás y cuánto te quiero... Son los cobardes de turno que, después de calentar el ambiente, se excusan con cualquier pretexto y desaparecen de la plaza dejando solo ante el toro al “Pupa”, o sea, al más desgraciado. Así, son siempre los mismos los que dan la cara, los que son señalados con el dedo por el resto del personal y en definitiva, los malos, por eso se llevan las cornadas, aunque en realidad son los que están más llenos de buenas voluntades y más generosos en querer arreglar los problemas. Seamos valientes y abramos la boca para decir lo que queremos decir con el mayor respeto, o sea, como Dios manda y como sabemos que a Él le pueda dar la gloria, sin comprometer a nadie y sin escondernos detrás de ninguna espalda.

Publicado en: PROTESTANTE DIGITAL - Tus ojos abiertos - Anda, dilo tú, que a mí me da la risa