Mi vecino no me habla
Mi vecino no me habla, y les voy a explicar el motivo: Mi vecino no me habla porque hace dos años rompió parte de mi muro al construir su casa. Porque le pedía al principio, después le rogaba, que lo recompusiera. Mi vecino no me habla porque, además, ha construido su muro sobre el mío, y eso está prohibido. No me habla porque le pedí, después le rogué, que dejara de echar escombros a mi patio. Y no me habla porque ha hecho una chapuza que no piensa reparar.
03 DE MAYO DE 2007 · 22:00

Mi vecino no me habla por falsas cuestiones de conciencia. Está convencido de que le estoy molestando, de que le estoy amargando la existencia. Cree que no tengo otra cosa que hacer, y seguramente, poniendo carita de bueno, le preguntará a Dios: ¿Por qué, Señor, me ocurren a mí estas cosas, si no hago mal a nadie?
Está enfadado conmigo. Cuando nos encontramos en la calle agacha la cabeza, se enfunda en su armadura de mudez y acelera el paso para quitarse lo antes posible de mi vista, como si le fuese a picar un bicho raro. Yo soy ese bicho raro. No me quiere ver ni en pintura.
Sin embargo, esa armadura que usa cuando me ve, no hace más que declarar que está desnudo de razones válidas. ¿Tengo yo que pedir perdón a mi vecino?
Mi vecino no me habla. Sí lo hacen otros vecinos que me ponen al tanto de otros hechos, igual de feos, que va haciendo por ahí. Estos otros vecinos tampoco se hablan con él por estas mismas razones, pero se hablan conmigo.
Yo le hablo, le ruego, y no hay manera de que me responda. Necesito un intermediario para arreglar las cosas entre nosotros, quizás el presidente de la Asociación de Vecinos.
Este tipo de incomunicaciones no sólo ocurre con la gente de la calle. Ocurre en las mejores familias. A veces también en las iglesias. El intermediario ya sabemos quien es.
¿Le necesitamos, o creemos que podemos arreglar las cosas sin su ayuda?
¿Por qué es el perjudicado el que tiene que pedir perdón? ¿Acaso cambia el Evangelio lo blanco, negro, y lo negro, blanco? Pues no.
Yo creo que estas subnormalidades por las que a veces hay que entrar solo se ven como “normales” en la tele, donde los gatos tienen tres patas; donde lo que el lunes era malo, el martes fue buenísimo; donde poner las cosas del revés es lo más sensato. Querer llevar a cabo esto en la vida material sería locura, y en la espiritual, sarcasmo.
Cuando aparecen problemas entre dos personas, la regla general del juego es dar la callada por respuesta. Ese es el método más común para posicionarse. Parece la solución más efectiva que nos ofrece el subconsciente. Pero nunca la mejor. Nunca la mejor.
Publicado en: PROTESTANTE DIGITAL - Tus ojos abiertos - Mi vecino no me habla
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