“El Espíritu Santo me mostró que yo no era la persona que creía”
José Manuel Castellón cuenta su historia, de cómo Dios tocó su vida para transformar sus prioridades y enfoque en la labor profesional.

Mi nombre es José Manuel, tengo 47 años, estoy casado y tengo dos hijos, de 11 y 9 años y actualmente vivo en la provincia de Valencia con mi familia.
Estoy formado en el área de Marketing y soy Máster en gestión comercial. También soy coach titulado por ICF, especializado en coach ejecutivo.
Mi carrera profesional se ha desarrollado dentro del ámbito comercial, han sido 23 años trabajando en multinacionales en los departamentos de ventas. He trabajado muchos años como vendedor, he ocupado los puestos de jefe de ventas, director comercial y director general en cuatro multinacionales del sector industrial. He trabajado en España, Portugal y también estuve cuatro años desarrollando un proyecto importante en Brasil, para una multinacional alemana, donde era responsable de una red comercial formada por 240 personas.
Aunque de joven me encantaban las motos y hasta estudié un técnico en automoción, fue a los 19 años que entré al mundo de las ventas. Llamé para un trabajo que estaba publicado en un periódico, fui contratado y se me dio muy bien, desde el principio empecé a ganar importantes comisiones.
A partir de ese momento, descubrí mi potencial como vendedor y centré toda mi atención, mis esfuerzos y mi energía en conseguir ser el mejor vendedor. En las empresas para las que trabajé siempre me esforcé por ser el mejor, esa era mi meta. A la edad de 22 años, ya dirigía un equipo de 6 comerciales, todos ellos me superaban en edad.
Continué buscando mi “éxito”. El éxito para mí significaba ganar mucho dinero, tener mi propia casa y conducir un buen coche, así es como yo entendía el éxito para entonces.
A pesar de que con 35 años había llegado mucho más lejos de lo que hubiera imaginado, no me conformaba. Quería más, quería el puesto de director general, mi ambición no conocía límites.
En 2012, como consecuencia de la crisis económica mundial, la situación en la empresa en la que estaba era muy delicada, por lo que mi posición en la empresa no era sostenible y en esa búsqueda por alcanzar mayores posiciones, me ofrecí como voluntario para mudarme a Brasil a iniciar un proyecto importante allí.
Comencé una nueva vida junto con mi mujer y mis dos hijos, en un nuevo país, yo seguía viendo la oportunidad de crecer profesionalmente, ser aún más importante y ganar mucho dinero. Soñaba con una vida de ostentación en Brasil, había puesto toda mi identidad en mi posición y en mi trabajo.
Todo parecía ir de maravilla cuando mi vida dio un giro de 180 grados. Llevaba un tiempo con dolores de cabeza y cada vez más distante en mi relación con mi esposa, la causa de todo eran mis dolores de cabeza. Me diagnosticaron un tumor cerebral en fase muy avanzada. Un tumor que tenía ya casi 8 centímetros de diámetro y que me había causado hidrocefalia.
Le dije: “hermano, voy a morir”. Entonces ocurrió algo que cambiaría mi vida para siempre
Hablé por teléfono con mi hermano Óscar y le dije: “hermano, voy a morir”. Entonces ocurrió algo que cambiaría mi vida para siempre, él me habló de Jesucristo. Esa misma noche acepté a Jesús como mi Señor y mi Salvador. Esa noche el Espíritu Santo me mostró que yo no era la persona que creía que era, fui consciente de mis pecados y de que había estado viviendo una vida sin sentido, me quebranté y lloré mucho, pero finalmente me sentí limpio, y lleno de paz.Todo el proceso del preoperatorio, la complejísima operación y el tratamiento de radioterapia después, fueron un éxito, contra todo pronóstico, no tuve ninguna secuela. Mi familia y yo sufrimos muchísimo, pero Dios utilizó todo el proceso para transformarme a mí y para transformarnos como familia.
Cuando acabó el tratamiento, volví a la “vida normal”, pero yo ya era otra persona. Mi perspectiva de la vida había cambiado. Volví a mi puesto con otros valores y pensando en todo lo que Dios había hecho por mi y todo lo que yo le había prometido a él y a mí mismo.
Después de un tiempo de luchas y conflictos conmigo mismo, decidimos que teníamos que volver a España. Oramos por ello y se abrió una puerta que me permitía volver con mi familia y con trabajo, ya que me ofrecieron un puesto de director comercial en España.
En mi nuevo puesto, desde el principio tuve directrices por parte del director general de actuar de forma contraria a los valores del Reino de Dios. Durante un tiempo, accedí, por miedo a perder mi trabajo, pero me sentía fatal, no estaba en paz con Dios. En mis oraciones, el Señor me revelaba cómo había pecado, le pedí ayuda a Dios en oración para enfrentarme a la situación con valor, posicionarme delante de mi superior y decirle que no estaba dispuesto a continuar envolviéndome en manipulaciones y engaños. El Señor me dio el valor para hacerlo y días después fui despedido, a pesar de que mis resultados de ventas eran los mejores de Europa.
Tras ser despedido, aunque parezca extraño, me sentí liberado.
En ese momento, aunque parezca extraño, me sentí liberado. Recordé todas las promesas que le había hecho a Dios, donde le dije que cambiaría mi vida, dedicaría más tiempo a mi familia, sería un mensajero del evangelio, y dejaría de afanarme por posiciones, pertenencias o estatus.Después de pensar y orar mucho, decidí crear mi propia empresa, en 2017 arranqué con VENTAGY, mi proyecto empresarial. A pesar de haber tenido ofertas importantes con condiciones tentadoras, he sentido que la dirección de Dios en mi vida ha cambiado. Decidí emprender para poder ser dueño de mi tiempo, poder dedicarle más tiempo a Dios y a mi familia, y aunque también busco el éxito con mi empresa, no es el centro de mi vida.
Ayudo a empresas a mejorar las habilidades de sus equipos y su gestión de ventas, a través de consultoría, formación y coaching ejecutivo. Veo mi trabajo actual como un verdadero campo de misión y siento que lo que hago lo hago para Dios. He encontrado un sentido a lo que hago, y aunque no ha sido fácil, estoy muy contento y agradecido a Dios por todo.
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