Balaam: El profeta reacio de Yahvé

El ejemplo de Balaam demuestra que Yahvé revelaba Su verdad incluso a los gentiles, pero su rechazo lo convirtió en un instrumento de juicio en lugar de bendición.

25 DE JUNIO DE 2025 · 14:00

Foto de <a target="_blank" href="https://unsplash.com/es/@hnnstp?utm_content=creditCopyText&utm_medium=referral&utm_source=unsplash">Hanna</a> en Unsplash,
Foto de Hanna en Unsplash

Desde las laderas azotadas por los vientos del Éufrates emerge la silueta intrigante de Balaam, un profeta debatido entre la luz de Yahvé y las profundidades oscuras de su alma. 

Su historia, narrada en Números 22-24 y más tarde en Números 31, nos lleva al siglo XV a.C., a los días del éxodo, cuando Israel se preparaba para entrar en Canaán tras salir de Egipto. Balaam, un adivino de Petor, una ciudad cerca del río Éufrates no muy lejos de la ciudad actual de Alepo en Siria, fue convocado por Balac, rey de Moab, para maldecir al pueblo de Dios. La razón fue su temor ante el creciente poder de Israel tras derrotar a los amorreos (Números 22:2-4). Sin embargo, Dios intervino con autoridad, transformando sus maldiciones en bendiciones inesperadas (Números 23:11-12). A pesar de este encuentro transformador, Balaam no abrazó la fe en el Dios de Israel con integridad; su codicia y su papel en los eventos de Baal Peor revelan un alma dividida, que, iluminada por la verdad divina, optó por los senderos de la oscuridad.

En este quinto artículo de nuestra serie sobre la adoración a Yahvé antes de la existencia de Israel, analizaremos cómo Balaam, un profeta reacio guiado por Dios, nos confronta con la responsabilidad de responder a la revelación divina y la tentación de desviarse del plan redentor.

 

Balaam, el adivino de Petor

Balaam, identificado como un “adivino” o “profeta” en Números 22:5, habitaba en Petor, una ciudad situada a orillas del río Éufrates, en lo que hoy corresponde al norte de Mesopotamia, posiblemente cerca de Deir ez-Zor en Siria. Esta región, conocida por su rica tradición de adivinación y culto a múltiples deidades, era un crisol cultural donde los oráculos y los sacrificios a dioses paganos eran comunes. Probablemente, Balaam operaba como un profeta itinerante, ofreciendo sus servicios a reyes y pueblos de la zona, lo que lo posiciona como una figura influyente en un contexto politeísta. Su nombre, de origen semítico occidental, y las referencias en la Inscripción de Deir Alla (datada aproximadamente en el siglo XIII a.C.), un texto arqueológico que menciona a un tal “Balaam, hijo de Beor” como vidente, refuerzan su existencia histórica y su reputación como alguien que interactuaba con lo divino, aunque no necesariamente con Yahvé.

El llamado de Balaam surge cuando Balac, rey de Moab, lo convoca con la promesa de grandes recompensas para que maldiga a Israel, cuya presencia en sus fronteras representaba una amenaza (Números 22:5-7). Este pedido refleja la fama de Balaam como un profeta capaz de influir en el destino mediante sus palabras, una práctica común entre los adivinos de la época. Sin embargo, Yahvé se le aparece directamente, prohibiéndole maldecir a Israel porque era un pueblo bendito (Números 22:12). Este encuentro inicial establece a Balaam como alguien que, a pesar de su origen pagano, fue tocado por la revelación divina, un hecho que lo distingue de otros profetas de su tiempo. Su vida, sin embargo, revela que este conocimiento no lo ancló firmemente a la voluntad de Dios, dejando espacio para su posterior caída.

 

El encuentro con Yahvé: Bendiciones forzadas

El encuentro de Balaam con Yahvé, detallado en Números 22-24, es un testimonio impactante de la soberanía divina sobre un corazón reacio a obedecer plenamente. Aunque Yahvé le prohíbe maldecir a Israel, Balaam, seducido por la promesa de riqueza de Balac, emprende el viaje hacia Moab, solo para ser confrontado por un ángel y una burra que habla, un evento que lo detiene en su camino (Números 22:21-35). La burra, al negarse a avanzar frente al ángel invisible para Balaam, lo obliga a reconocer la intervención divina, y el ángel le advierte: “Si no te hubieras desviado, te habría matado y dejado viva a ella” (Números 22:33). Yahvé entonces le permite continuar, pero con la estricta orden de hablar solo lo que Él le mande.

Balaam llega a Moab y, desde tres altares diferentes, intenta cumplir el deseo de Balac de maldecir a Israel. Sin embargo, en cada ocasión, Yahvé transforma sus intenciones en oráculos de bendición. Primero, proclama: “¿Cómo maldeciré yo a quien Dios no ha maldecido? ¿Y cómo denunciaré yo a quien Yahvé no ha denunciado?” (Números 23:8). En el segundo oráculo, exalta la unicidad de Israel: “No hay hechizo contra Jacob, ni adivinación contra Israel” (Números 23:23). El tercero, el más profético, anuncia: “Una estrella procederá de Jacob, y un cetro se levantará de Israel” (Números 24:17), un versículo que figura entre las grandes profecías mesiánicas del pentateuco. Balac, furioso ante estas bendiciones, lo despide sin recompensa (Números 24:10-11), pero estos eventos demuestran que Dios controlaba la lengua de Balaam, usándolo como instrumento a pesar de su ambición. Es un recordatorio de que la voluntad divina prevalece incluso sobre la resistencia humana.

 

La caída en Baal Peor: Un corazón dividido

A pesar de su obediencia forzada, la historia de Balaam se ensombrece con su participación en los trágicos eventos de Baal Peor, narrados en Números 25 y 31:16. Tras ser despedido por Balac, Balaam, frustrado por perder la recompensa prometida, ideó un plan para corromper a Israel. Según Números 31:16, “ellos [los madianitas], por consejo de Balaam, hicieron que los hijos de Israel pecaran contra Yahvé”, refiriéndose a una estrategia que involucró a las mujeres moabitas y madianitas en seducir a los israelitas hacia la adoración de Baal, un dios cananeo asociado con la fertilidad y la inmoralidad. Números 25:1-3 describe cómo los israelitas “comenzaron a prostituirse con las hijas de Moab” y se unieron al culto de Baal Peor, un acto de idolatría que provocó la ira de Yahvé.

Es significativo que, en los eventos de Baal Peor, los madianitas desempeñaran un papel clave en la corrupción de Israel, un contraste notable con la fe de Jetro, quien ya no estaba con vida en ese momento. Su ausencia, tras haber fallecido, probablemente poco tiempo después de su encuentro con Moisés en el desierto, dejó a su pueblo sin la guía de un líder que reconocía a Yahvé, permitiendo que se desviaran hacia la idolatría y la inmoralidad.

La consecuencia fue devastadora: una plaga mató a 24.000 israelitas (Números 25:9), y solo la acción de Finees, quien ejecutó a un israelita y a una madianita en flagrante pecado (Números 25:7-8), detuvo el juicio divino. La implicación de Balaam en este episodio lo presenta como alguien que, conociendo la voluntad de Yahvé, optó por la ganancia personal sobre la obediencia. Su consejo a los moabitas y madianitas refleja una codicia que lo llevó a guiar a otros al pecado, contradiciendo las bendiciones que había pronunciado con anterioridad. Finalmente, Balaam fue ejecutado por los israelitas durante su guerra contra los madianitas (Números 31:8). Su muerte subraya su traición a la luz que Yahvé le había dado y sirve como un sombrío ejemplo de la responsabilidad que conlleva conocer a Dios.

 

Implicaciones para la adoración pre-israelita

La historia de Balaam ofrece implicaciones profundas para nuestra comprensión de la adoración a Yahvé antes de Israel. A diferencia de Job, Melquisedec y Jetro, quienes respondieron con fe a la revelación divina, Balaam encarna un contraste trágico: un hombre que conoció a Yahvé pero eligió desobedecer. Su papel en Baal Peor ilustra que el conocimiento de Dios no asegura la salvación; exige una respuesta activa de fe y obediencia. Romanos 1:21 advierte que “conociendo a Dios, no le glorificaron como a Dios, ni le dieron gracias”, y la vida de Balaam encarna esta verdad. El ejemplo de Balaam demuestra que Yahvé revelaba Su verdad incluso a los gentiles, pero su rechazo lo convirtió en un instrumento de juicio en lugar de bendición.

Job, Melquisedec, Jetro y Balaam, figuras separadas por siglos y geografías, forman una curiosa conexión que ilustra la universalidad de la revelación de Yahvé antes de la consolidación de Israel como nación en la tierra prometida. Job y Melquisedec, ambos del segundo milenio a.C., adoraron a Yahvé en tierras distantes mostrando que la fe en el Dios verdadero florecía fuera de cualquier pacto formal durante el período patriarcal. Siglos después, Jetro y Balaam, contemporáneos en la era del éxodo, también reconocieron a Yahvé: Jetro como un sacerdote madianita que ofreció sacrificios tras el éxodo (Éxodo 18:12), y Balaam como un profeta gentil obligado a bendecir a Israel (Números 24:10-13). Esta sucesión temporal revela que Yahvé se manifestaba soberanamente a través del tiempo, pero el caso de Balaam nos advierte que conocer a Yahvé lleva consigo la responsabilidad de vivir en Su luz, un llamado que trasciende fronteras y resuena en el plan redentor culminado en Cristo. Su historia nos exhorta a no solo recibir la verdad, sino a caminar en ella, evitando la tentación de desviarnos por caminos de codicia y pecado.

 

Un llamado a la obediencia

Si Balaam, un profeta que conoció la voz de Yahvé y pronunció bendiciones divinas, sucumbió a la tentación de Baal Peor por codicia, ¿qué nos enseña esto sobre la fragilidad de nuestra propia fe? Su vida nos confronta con la necesidad de no solo conocer a Dios, sino de responder con un corazón obediente, resistiendo las sombras que intentan apagar Su luz.

En el Nuevo Testamento (2 Pedro 2:15–16, Judas 1:11, Apocalipsis 2:14) Balaam simboliza a los líderes y maestros que, movidos por la avaricia y el deseo de poder, desvían al pueblo de Dios. No se le recuerda por lo que dijo (bendijo a Israel), sino por lo que hizo en secreto (aconsejó a Balac para que hiciera caer a los israelitas en la inmoralidad). Es una advertencia contra el abuso espiritual, la manipulación religiosa y la mezcla del mensaje de Dios con intereses personales. Y es la historia de una oportunidad perdida para siempre.

Publicado en: PROTESTANTE DIGITAL - Teología - Balaam: El profeta reacio de Yahvé