Ecos de Yahvé: Un susurro divino en la oscuridad
Desde las arenas de Uz hasta las tierras lejanas de Madián, desde los caracteres antiguos de China hasta los templos incas en los Andes, Dios dejó huellas de su presencia, susurros de su verdad que nos desafían a mirar más allá de lo evidente.
30 DE ABRIL DE 2025 · 10:40

El mundo antiguo estaba envuelto en la bruma del paganismo, donde los ídolos de piedra y madera dominaban los altares de las naciones. En ese paisaje de tinieblas espirituales, donde la humanidad parecía perdida en sus propios caminos, un eco misterioso resonaba: la voz de Yahvé, el Dios verdadero, llamando a hombres y mujeres más allá de las fronteras de lo que un día sería Israel.
¿Cómo es posible que, antes de que Abraham recibiera el pacto, antes de que Moisés subiera al Sinaí, existieran corazones que conocieran al Creador? La Biblia nos revela un secreto fascinante: la adoración a Yahvé no comenzó con Israel. Desde las arenas de Uz hasta las tierras lejanas de Madián, desde los caracteres antiguos de China hasta los templos incas en los Andes, Dios dejó huellas de su presencia, que son susurros de su verdad que aún hoy nos desafían a mirar más allá de lo evidente.
El Talmud, una de las grandes recopilaciones de la tradición judía, nos ofrece una pista intrigante: reconoce no solo a los 48 profetas y las 7 profetisas que hablaron al pueblo de Israel, sino también a figuras fuera de sus fronteras, como Balaam, que profetizó por mandato divino (Números 22-24). Este reconocimiento nos invita a explorar una verdad más amplia: Dios, en su soberanía, ha hablado a la humanidad desde el principio, sembrando semillas de revelación que trascienden tiempo y cultura.
En esta serie de artículos, viajaremos a través de las Escrituras y las historias de civilizaciones antiguas para descubrir cómo la adoración a Yahvé floreció antes de la existencia de Israel, testificando que el Dios de la Biblia es realmente el Dios de todas las naciones.
La revelación universal de Dios
La Biblia nos enseña que la revelación divina no está confinada a un solo pueblo o momento. Romanos 1:20 declara que las obras de Dios en la creación son evidencia suficiente para que nadie tenga excusa ante Él. Desde el amanecer de la humanidad, Dios ha dejado Su firma en la creación y en las conciencias de los hombres. Pero más allá de esta revelación general, las Escrituras nos muestran que Dios también se reveló de manera especial a individuos y culturas fuera del linaje de Abraham, preparando el camino para la redención que culminaría en Cristo.
Los judíos reconocen que la profecía no fue exclusiva de Israel. Si bien el Talmud enumera a profetas como Isaías y Jeremías, y a profetisas como Miriam (María) y Deborah, también señala a figuras como Job y Balaam como recipientes de la voz divina. Job, un hombre de Uz, se describe en la Biblia como “íntegro y recto, temeroso de Dios” (Job 1:1), viviendo en una época y lugar ajenos a la alianza abrahámica. Balaam, por su parte, un profeta gentil contratado para maldecir a Israel, termina bendiciéndolo bajo la guía soberana de Yahvé (Números 24:10-13). Estas figuras nos desafían a reconsiderar los límites de la revelación divina, mostrando que Dios, en su soberanía, habló a quien quiso y cuando quiso.
Los primeros adoradores: Enós, Enoc y Noé
Antes de adentrarnos en las figuras y culturas menos conocidas que adoraron a Yahvé, es fundamental detenernos en tres hombres cuyas vidas, registradas en los primeros capítulos de Génesis, marcan el comienzo de esta historia de adoración: Enós, Enoc y Noé. Estos patriarcas establecen un fundamento crucial para entender cómo Dios se reveló a la humanidad antes de la formación de Israel.
Enós y el inicio de la adoración formal
Génesis 4:26 nos presenta un momento histórico. Este versículo, breve, pero profundo, señala el comienzo de una adoración consciente y deliberada al Dios verdadero. Enós, nieto de Adán, vivió en una época donde la línea de Caín ya se inclinaba hacia la violencia y la rebelión, como se ve en Lamec (Génesis 4:23-24). Sin embargo, en la línea de Set, representada por Enós, la fe en el Creador se preservó. La expresión “invocar el nombre de Yahvé” implica un acto público de adoración, en contraste con la corrupción creciente. Aunque las Escrituras no detallan más sobre Enós, su mención sugiere que fue un eslabón clave en la cadena de adoradores que mantuvieron viva la verdad de Dios en un mundo caído. Este acto temprano de devoción establece que la adoración a Yahvé no requería un pacto formal, sino que brotaba de corazones tocados por la revelación divina.
Enoc: el hombre que caminó con Dios
Enoc, descrito en Génesis 5:21-24, lleva esta adoración a un nivel aún más íntimo. Las Escrituras dicen que “Enoc caminó con Dios, y desapareció, porque Dios se lo llevó”. Esta relación extraordinaria, que culminó en su traslado al cielo sin pasar por la muerte, lo distingue como un modelo de fe y comunión divina (Hebreos 11:5). En una era de creciente maldad, donde la humanidad se alejaba del Creador, Enoc destacó por su cercanía con Yahvé. Su vida demuestra que la adoración no era solo un acto ritual, sino una relación viva con el Dios soberano. La Biblia lo presenta como un adorador cuya fe trascendió su tiempo, un testimonio de que Yahvé podía ser conocido íntimamente incluso antes de Israel.
Noé: El justo en un mundo corrupto
Noé, conocido como “varón justo, perfecto en sus generaciones” (Génesis 6:9), es quizás el ejemplo más claro de un adorador pre-israelita. En un mundo sumido en la violencia y la corrupción, “Noé halló gracia en los ojos de Yahvé” (Génesis 6:8). Su obediencia al construir el arca, siguiendo las instrucciones divinas, refleja una fe inquebrantable en un contexto hostil. Tras el diluvio, Noé construyó un altar y ofreció holocaustos (Génesis 8:20), un acto de adoración que anticipa los rituales sacerdotales del pacto mosaico. Este sacrificio no solo fue un gesto de gratitud, sino también un reconocimiento de la soberanía de Yahvé sobre la creación. Noé mostró que la adoración a Yahvé podía ser pública y sacrificial mucho antes de la ley. Su vida, descrita en Génesis 6-9, es un testimonio de que Dios preservó a los suyos incluso en los tiempos más oscuros, llamándolos a una relación de obediencia y devoción.
Estos tres hombres —Enós, Enoc y Noé— demuestran que la adoración a Yahvé comenzó mucho antes de la alianza con Abraham. Sus historias, registradas en la Biblia, nos preparan para explorar figuras fuera de la línea mesiánica que también conocieron al Dios verdadero, demostrando que la revelación divina no estaba limitada a los precursores del Mesías venidero.
Figuras que adoraron a Yahvé antes que Israel
En esta serie, exploraremos cuatro figuras bíblicas que ejemplifican la adoración a Yahvé antes de la formación de Israel e independientes de la línea mesiánica: Job, Melquisedec, Jetro y Balaam. Cada uno, desde su contexto único, refleja un conocimiento de Dios que trasciende las fronteras geográficas y temporales de la nación israelita.
● Job, el hombre de Uz, es un enigma fascinante. Su historia, posiblemente una de las más antiguas de la Biblia, nos presenta a un adorador que ofrecía sacrificios y vivía en rectitud, mucho antes de que existiera el tabernáculo o el templo. Su diálogo con Dios revela un entendimiento profundo de la soberanía divina, un eco de la fe que luego caracterizaría a Israel.
● Melquisedec, el misterioso rey-sacerdote de Salem, aparece en Génesis 14:18-20 como un adorador del “Dios Altísimo” (El Elyon), bendiciendo a Abraham en un encuentro que trasciende las épocas, pues Hebreos 7 lo conecta con el sacerdocio eterno de Cristo. ¿Quién era este hombre que conocía a Yahvé antes del pacto mosaico?
● Jetro, el sacerdote de Madián, nos sorprende en Éxodo 18 al reconocer a Yahvé como “mayor que todos los dioses” (Éxodo 18:11) tras escuchar los milagros del éxodo. Su adoración y consejo a Moisés sugieren que el conocimiento de Dios ya estaba presente en las tierras de Madián.
● Balaam, el profeta gentil, es quizás el más controvertido. Contratado para maldecir a Israel, termina profetizando bendiciones bajo el control directo de Yahvé (Números 24:2). Su historia nos recuerda que Dios puede usar incluso a los menos apropiados para declarar Su verdad.
Ecos en culturas antiguas
Pero esto solo es el comienzo. Más allá de las figuras bíblicas, esta serie también explorará cómo culturas distantes parecen haber captado ecos de la verdad divina. Dos casos particularmente fascinantes son los antiguos caracteres chinos y las reformas monoteístas de los incas bajo Pachacuti.
El libro The Discovery of Genesis[1] de C.H. Kang y Ethel R. Nelson propone una teoría provocadora: los caracteres chinos antiguos, algunos de los cuales datan de miles de años, parecen reflejar historias de Génesis 1-9. Este hecho plantea una pregunta intrigante: ¿pudo Dios haber dejado rastros de Su revelación en una civilización tan lejana?
De manera similar, Eternity in Their Hearts de Don Richardson[2] relata entre muchos otros ejemplos de culturas antiguas cómo Pachacuti, un emperador inca del siglo XV, buscó al Creador supremo, Viracocha, abandonando los ídolos y promoviendo un monoteísmo primitivo. ¿Es posible que Dios estuviera obrando en los Andes mucho antes de que los misioneros llegaran?
El propósito de esta serie
No solo es mi intención desenterrar curiosidades históricas, sino escribir acerca de la gloria de un Dios que nunca ha dejado a la humanidad sin testimonio. Finalmente, en nuestra conclusión, reflexionaremos sobre cómo estos ecos de Yahvé señalan a la redención en Cristo, quien es “la luz verdadera que alumbra a todo hombre” (Juan 1:9).
Una invitación a la maravilla
Una cosa es evidente: en los albores del tiempo, Yahvé ya estaba allí, susurrando Su verdad en los corazones de Enós, Enoc y Noé, y extendiendo Su luz a tierras tan lejanas como Uz, Salem los Andes, China y otros lugares. Estas historias no son meros vestigios de un pasado olvidado, sino destellos de un Dios que nunca ha cesado de buscar a los suyos. Como un artista divino, Yahvé ha grabado Su nombre en la creación, en las conciencias y en las culturas, tejiendo un tapiz que apunta a la cruz, donde todas las naciones hallarán redención.
Notas
[1] Kang, C. H., & Nelson, E. R. (1979). The Discovery of Genesis: How the Truths of Genesis Were Found Hidden in the Chinese Language. Concordia Publishing House.
[2] Richardson, D. (2006). Eternity in Their Hearts (Rev. ed.). Bethany House Publishers.
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