El cristiano y la manipulación estatal (I)
El objetivo sigue siendo mantener a las masas dóciles, dependientes y entretenidas, mientras el poder estatal asume cada vez más responsabilidades sin ser cuestionado.
05 DE MARZO DE 2025 · 19:30

En esta última parte de la serie de artículos sobre la relación entre la Iglesia y el Estado, quiero abordar el tema de la manipulación. Para este artículo me voy a limitar a presentar algunos ejemplos históricos. El análisis teológico viene en el próximo artículo.
Las democracias modernas se jactan a menudo de su supuesta neutralidad ideológica y nuestros gobiernos rechazan con vehemencia cualquier acusación de manipulación de los medios de comunicación. Sin embargo, tras esta fachada de imparcialidad se esconde una realidad innegable: estamos frente a una ofensiva propagandística y manipuladora sin precedentes, ejecutada con tal sutileza que muchos ciudadanos apenas perciben cómo sus opiniones y decisiones son moldeadas por manos invisibles.
El primer político que usó un medio de comunicación de masas para sus fines fue Josph Goebbels, que fue nombrado por Hitler como “ministro de propaganda”. Sus discursos por la radio se escucharon en directo en todo el país por millones de alemanes. Infelizmente, muchos cristianos evangélicos se dejaron también embaucar por sus delirios radiofónicos. Frases como: “”el Führer no es un hombre común, sino un instrumento de la voluntad divina",[1] engañaron a más que un creyente.
Goebbels se refería a Hitler como "el redentor enviado por Dios". Aunque el nacionalsocialismo era secular, Goebbels explotó la mentalidad religiosa de la época para manipular a las masas y lo hizo con un éxito que asombra hasta el día de hoy.
El éxito de la manipulación nacionalsocialista
Siempre solemos mirar al pasado con cierto aire de soberbia, pensando que las cosas que pasaron en aquel entonces seguramente no nos pasarían hoy. Esta actitud se podría llamar “el síndrome de Pedro” porque de él es la frase: “Aunque todos te traicionen, yo jamás lo haré”. El ejemplo de Pedro nos sirve de advertencia. Que nadie diga que de esas aguas no beberé.
En esa Alemania nazi uno se despertaba con la cara de Hitler en cada esquina, y la radio, la prensa, y hasta las películas en los cines te decían lo que debías pensar. Era como una campaña electoral perpetua.
Joseph Goebbels era el arquitecto de este engaño masivo. Utilizó cada medio disponible para crear una ilusión de unidad y grandeza, mientras que al mismo tiempo se distorsionaba la verdad sobre el holocausto y el transcurso de una guerra perdida desde el primer momento. Este es un ejemplo de cómo la manipulación puede transformar a una nación, llevándola a apoyar atrocidades bajo el disfraz de patriotismo, superioridad racial y un futuro brillante. La manipulación estatal distorsiona la realidad de tal manera que la gente ya no la percibe.
Bonhoeffer y la “estupidez de las masas”
Pocas voces discrepantes había dentro de la Iglesia Protestante. Una de ellas era la de Dietrich Bonhoeffer. Este pastor y teólogo era muy consciente de la manipulación estatal en sus días. De hecho, él se dio cuenta perfectamente de que en la Alemania de Hitler, la manipulación del gobierno y la estupidez de la gente coincidieron. Bonhoeffer define en este contexto el concepto de “estupidez” no como una falta de inteligencia, sino como una falta de percibir la realidad correctamente. Este tipo de estupidez le conmovía:
"La estupidez es un enemigo mucho más peligroso para el bien que la maldad. Contra el malvado uno puede defenderse, pero contra la estupidez no hay defensa. Uno puede eliminar a este o aquel malvado, pero uno debe vivir con la estupidez."[2]
El análisis de Bonhoeffer sobre la estupidez está intrínsecamente ligado a la cuestión del poder que, según él, no solo tiene la capacidad de corromper, sino también de nublar el juicio de las personas. Cuando un individuo actúa bajo la influencia del poder o se integra en una masa, su responsabilidad individual se diluye y se convierte en un instrumento al servicio de los que mueven los hilos.
Las personas en posiciones de poder a menudo explotan y fomentan la estupidez de la población para consolidar su control. Al reprimir el pensamiento crítico y difundir medias verdades, pueden manipular a las masas con mayor eficacia. En este contexto, las reflexiones de Nietzsche sobre la moral de los esclavos cobran relevancia: el individuo, incapaz de manejar su propia libertad, busca refugio en las autoridades, quienes lo liberan de la carga de elegir.
Realmente nada ha cambiado. Queda la verdad amarga de que no hemos aprendido nada de la historia. Por eso la estamos repitiendo. Hace poco, un periodista alemán de raíces judías escribió ante la facilidad con la cual el gobierno alemán eliminó una serie de derechos fundamentales durante la pandemia con el consentimiento de la mayoría de la población con las siguientes palabras:
«Si os preguntáis cómo pudo pasar aquello [el holocausto], mi respuesta es: porque entonces eran iguales que vosotros ahora».[3]
La guerra fría: una batalla por la mente
En nuestra búsqueda de ejemplos históricos recientes pasemos a la Guerra Fría, un periodo donde la manipulación no sabía de fronteras. En la URSS, la censura no solo era política; estaba por todos los lados. Libros, ideas, incluso personas desaparecían de la historia oficial. Mientras tanto, en Estados Unidos, como en todo Occidente, el miedo al comunismo se convertía en entretenimiento. Películas y series de TV pintaban un mundo donde los comunistas eran el enemigo omnipresente, exagerando amenazas para mantener a la población unida en un temor constante. Y nadie se deja manipular con más facilidad que aquel que tiene miedo.
El Imperio Romano: Pan y circo
El concepto de "pan y circo" acuñado por el poeta romano Juvenal en su Sátira X, es un ejemplo clásico de manipulación de las masas por parte de un gobierno, y sigue siendo relevante para analizar estrategias de control social a lo largo de la historia. Bajo el lente de la manipulación gubernamental, “pan y circo” puede entenderse como una táctica deliberada para mantener a la población distraída, satisfecha y, por ende, pasiva ante el poder.
En el contexto del Imperio Romano, los gobernantes ofrecían pan —alimentos gratuitos o subsidios de grano para los ciudadanos pobres— y circo —espectáculos públicos como las carreras de carros, luchas de gladiadores y teatro— como una forma de apaciguar a las masas. La idea era simple, pero efectiva: si la gente tiene sus necesidades básicas cubiertas y está entretenida, es menos probable que se rebele o cuestione las decisiones de las élites. En un imperio donde las desigualdades eran enormes y las tensiones sociales podían estallar en disturbios, esta estrategia servía para desviar la atención de problemas como la corrupción, el desempleo o la pérdida de libertades políticas.
Desde el punto de vista de la manipulación, "pan y circo" funciona en varios niveles:
● Control emocional: Los espectáculos generaban una catarsis colectiva. La emoción de las competencias o la violencia en la arena canalizaba las frustraciones de la plebe hacia algo inofensivo para el Estado, en lugar de hacia los líderes.
● Dependencia: Al proveer comida, el gobierno creaba una relación de dependencia con los ciudadanos. Esto no solo los hacía sentir "agradecidos" hacia el poder, sino que también los desincentivaba de buscar soluciones autónomas o de organizarse políticamente.
● Distracción: Los eventos masivos llenaban el tiempo y la mente de la población, evitando que reflexionaran sobre cuestiones más profundas como la decadencia del sistema republicano (que ya había sido reemplazado por el autoritarismo imperial) o la concentración de poder en manos de unos pocos.
● Legitimación del poder: Los emperadores usaban estas dádivas para presentarse como benefactores generosos, reforzando su imagen y autoridad. Por ejemplo, financiar un gran espectáculo o distribuir grano en tiempos de crisis era una forma de propaganda que asociaba al gobernante con la prosperidad y el bienestar.
Me temo que cualquier parecido con el “pan y circo” contemporáneo sea más que una coincidencia. Pero la historia realmente para poco nos sirve, si no sacamos nuestras conclusiones. Por lo tanto, a continuación voy a poner unos ejemplos de la actualidad.
1. Subsidios que calman el descontento sin resolver problemas de fondo
En muchos países, los gobiernos implementan programas de ayuda económica —como bonos, subsidios alimentarios o transferencias directas de dinero— que funcionan como el “pan” romano. Estos programas suelen presentarse como actos de benevolencia, pero a menudo son parches temporales que no abordan las causas profundas de la pobreza, el desempleo o la desigualdad inducidos por la devaluación monetaria.
En la Unión Europea, programas como las transferencias monetarias condicionadas han sido usados para mitigar el malestar social en tiempos de crisis económica. Así se mantiene a flote a una población desesperada y sin perspectiva, mientras la inflación y la corrupción y el amiguismo siguen destruyendo la economía. Esto crea una dependencia similar a la del grano romano: la gente sobrevive, pero no se resuelven los problemas estructurales. La manipulación radica en que el ciudadano percibe al gobierno como su salvador, en lugar de cuestionar por qué necesita esas migajas en primer lugar. En otras palabras: el pirómano ahora grita “fuego” y se convierte en bombero, pretendiendo apagar el incendio que él mismo ha causado.
Al mantener a la población en un estado de subsistencia, se reduce la energía o la voluntad para organizarse y exigir cambios sistémicos.
2. Campañas mediáticas que polarizan o distraen
El "circo" moderno a menudo toma la forma de narrativas mediáticas amplificadas por televisión, redes sociales y prensa, dirigidas a mantener a la población enfocada en debates estériles o temas sensacionalistas, en lugar de en las decisiones de poder que afectan sus vidas.
La polarización agota emocionalmente a las personas, las divide en bandos y las distrae de los problemas comunes. Al mismo tiempo, las noticias sensacionalistas (escándalos de celebridades, crímenes virales, escándalos políticos y partidos de fútbol) actúan como un “circo” que llena el tiempo mental, dejando poco espacio para analizar el panorama general. Los gobiernos, directa o indirectamente, se benefician de esta fragmentación, ya que una población dividida y distraída es menos capaz de unirse contra el statu quo.
3. Eventos masivos como deportes o reality shows para desviar la atención
Los grandes espectáculos —deportes, conciertos, o programas de televisión— son el equivalente contemporáneo a los juegos de gladiadores. Generan euforia colectiva y desvían la atención de crisis políticas o sociales, a menudo con el respaldo tácito o explícito de los gobiernos.
Estos eventos crean una sensación de unidad y felicidad pasajera que contrasta con las tensiones cotidianas. Los gobiernos o las élites los promueven (a veces financiándolos directamente) para reforzar su imagen y dar a la gente una válvula de escape emocional. Al igual que en Roma, el tranquilizante llamado “circo” reduce la probabilidad de que la frustración se traduzca en acción política.
Hoy por hoy, la tecnología y la globalización permiten que el “circo” esté omnipresente (televisión, redes sociales) y el “pan” más sofisticado (subsidios personalizados). Sin embargo, el objetivo sigue siendo mantener a las masas dóciles, dependientes y entretenidas, mientras el poder estatal asume cada vez más responsabilidades sin ser cuestionado.
No por nada uno de los lemas de los estados autoritarios era la frase: "La calma es el primer deber del ciudadano"[4]. Menos mal, que en cada época queda gente como Juan el Bautista o Dietrich Bonhoeffer.
Notas
[1] Discurso del 30 de enero de 1937
[2] La fuente exacta donde Dietrich Bonhoeffer habla sobre la "estupidez" se encuentra en su obra "Cartas y documentos desde la prisión" (en alemán, "Widerstand und Ergebung"), específicamente en la carta titulada "Nach zehn Jahren" (Después de diez años), escrita el 18 de julio de 1944.
[3] https://www.kath.net/print/77257
[4] La frase es atribuida a Federico el Grande de Prusia.
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