La oca que se convirtió en cisne

No siempre se recuerda a aquellos que, mucho tiempo antes del comienzo de la Reforma, descubrieron el evangelio en medio de las tinieblas.

23 DE JUNIO DE 2021 · 11:39

Monumento a Jan Hus, en Praga. / <a target="_blank" href=" https://commons.wikimedia.org/wiki/User:Yelkrokoyade">Yelkrokoyade</a>, Wikipedia, CC 3.0,
Monumento a Jan Hus, en Praga. / Yelkrokoyade, Wikipedia, CC 3.0

Todos conocen los nombres de dos o tres de los reformadores más conocidos. Pero raras veces se recuerda a aquellos que mucho tiempo antes del comienzo de la Reforma descubrieron el evangelio en medio de las tinieblas que habían envuelto a la Iglesia institucionalizada, gobernada desde Roma. Uno de ellos fue Juan Hus.

Nació en 1369 en un pueblo de Bohemia, en una casa humilde, y participó en su parroquia local como monaguillo además de cantor en las misas. En 1386 consiguió inscribirse en la universidad de Praga1 y 7 años más tarde sacó e bachiller en teología. A los 31 años le ordenaron sacerdote y predicó regularmente en la iglesia de Belén en Praga. Esta parroquia tenía cierta fama porque en ella se permitían oficialmente misas en checo en vez de latín. Desde los tiempos de Metodo y Cirilio, la iglesia de Bohemia y Moravia había guardado cierta distancia con Roma. Esa zona, en el corazón de Europa, también había servido de refugio para cristianos valdenses que encontraron en Praga un refugio con cierta tolerancia hacia sus creencias.

El emperador alemán, Carlos IV, vio esta actitud tolerante y liberal entre los checos con recelo e hizo todo lo posible para sofocar sus tendencias liberales, sobre todo en la universidad de Praga.

En 1382 su hija Ana se casó con el rey Ricardo II de Inglaterra, obviamente por razones políticas. Gracias a las buenas relaciones entre Alemania -que incluía en aquellos años a Bohemia- e Inglaterra, hubo muchos estudiantes que tenían la oportunidad de estudiar en la prestigiosa universidad de Oxford. Allí conocieron las enseñanzas de Wycliff y las llevaron a Praga, donde se divulgaron rápidamente.

Hus, que mientras había hecho una brillante carrera en la universidad de la ciudad, también estudió las ideas del pre-reformador inglés, que le impresionaron tanto que asumió sus ideas como convicciones propias, aunque las expresó con más moderación.

En la universidad de Praga se formó una mezcla de nacionalismo checo y las ideas teológicas de Wyclif. Pero el profesorado alemán, que tenía el voto mayoritario, se oponía y cada día se hacía más probable un enfrentamiento con los checos.

El detonante llegó cuando unos estudiantes de teología expusieron dos caricaturas en una pancarta: en una se veía a Cristo, pobre y con la corona de espinas y, en la otra, al papa vestido de seda y con su tiara puesta. Toda Praga estaba impresionada con esta comparación gráfica. También en la universidad hubo acalorados debates.

Hus, que era uno de los catedráticos más influyentes, tomó cartas en el asunto e intentó moderar el radicalismo de los estudiantes, aunque tácitamente simpatizaba con ellos. Las convicciones de Hus, sin embargo, salieron a la luz cuando poco después condenó en un acto público la baja moral y el estilo de vida desenfrenado del clero de Bohemia.

Esto le valió una reprimenda de parte del arzobispo que, sin embargo, no se atrevió a tomar más medidas contra Hus porque este último tenía simpatizantes hasta en la casa real alemana.

En aquellos años, la Iglesia sufrió el “gran cisma”. Un papa estaba en Aviñón, en el exilio, el otro en Roma, y ambos se combatían mutuamente. Esta guerra civil eclesiástica alcanzó también la universidad de Praga. Los checos aprovecharon la situación y, bajo el liderazgo de Hus, expulsaron al cuerpo docente alemán, fiel al papa de Roma. Hus escribió en una carta:

Todo nuestro pueblo no quiere escuchar otra cosa que la Sagrada Escritura, sobre todo el evangelio y las epístolas. Si a cualquier pueblo o ciudad, en una casa o en un castillo, viene un predicador de la sagrada verdad, la gente acude en masa […]. El rey, nuestro señor, toda su corte, la reina, los nobles y el pueblo común están a favor de la Palabra de Jesucristo.2

Sin embargo, el arzobispo Sbynko, fiel proponente del status quo, se negó a claudicar. Este avivamiento le pareció más que sospechoso y acto seguido prohibió a Hus subir al púlpito. Hus, sin embargo, ignoró la prohibición y siguió predicando con pasión. La gente acudió en masa para escucharle.

El 16 de julio de 1410, Sbynko mandó quemar en su residencia, el famoso castillo de Hradschin, 200 libros y escritos de Hus. Pero el juzgado supremo de Praga condenó al arzobispo y le exigió el pago de una indemnización a Hus. Sbynko no solamente se negó a pagar, sino que excomulgó a toda la ciudad. Fue su último acto oficial, porque poco después murió y la situación se tranquilizó.

Pero la calma iba a durar poco. El papa Juan XXIII estaba en una situación cada vez más delicada. No solamente tenía que defenderse contra su oponente papal de Aviñón, sino además se vio enzarzado en una lucha contra el rey de Nápoles. La situación era tan dramática que mandó emisarios a todos los territorios que le eran fieles. También llegaron a Praga para prometer una indulgencia total para cualquiera que luchara por Roma. Sin embargo, los enviados papales se encontraron con la resistencia de Hus, quien llamó al pueblo y a sus estudiantes a la resistencia. Pero esta vez ni el rey ni el rectorado de la universidad le apoyaron. Demasiado grande era la presión de Roma. Al final, Hus se quedó solo y se vio formalmente excomulgado por el papa. En diciembre de 1412, Hus tuvo que salir de Praga, aunque encontró cobijo entre sus simpatizantes en Bohemia.

Mientras tanto, el hermano menor del rey de Bohemia, Sigismundo, se había hecho con la corona de los estados alemanes. Harto de la inestabilidad en Bohemia, citó a Hus al concilio de Constanza, que se había convocado para restablecer el orden en la Iglesia, para que se pudiera defender de las acusaciones en su contra. Para facilitar la presencia de Hus en el concilio, Sigismundo le proporcionó un salvoconducto y, con esta garantía real, el 11 de octubre de 1414, Hus abandonó Bohemia para dirigirse a Constanza bajo la protección de escoltas imperiales. Muchos intentaron convencerle de quedarse en casa, pero Hus estaba seguro de que podría defender sus convicciones y convencer al concilio de sus ideas. Llegado a Constanza, se hospedó en la casa de una viuda en la plaza de San Pablo y hasta el papa estuvo generoso levantando la excomunión contra Hus.

El 28 de noviembre, los obispos de Augsburgo y Tréveris acudieron a la casa donde se hospedaba Hus. Pero no se trataba de un gesto amable. Iban a detenerle oficialmente. Cuando el rey Sigismundo se enteró de que ya no se respetaba su salvoconducto, amenazó con abandonar el concilio. Pero la autoridad del rey valía poco en aquellos días. Los cardenales le respondieron de forma escueta que si él se iba, ellos también, anulando el concilio. El rey tuvo que reconocer que había perdido y Hus fue encarcelado en una torre, en circunstancias terribles durante medio año.

Finalmente el reformador checo fue presentado a la comisión inquisitoria. El interrogatorio duró el 5 al 8 de junio 1415. Cuando Hus quiso corregir algunos errores en la acusación, recibió como respuesta un simple taces nunc (“cállate”).

Un mes más tarde, el 6 de julio -el cumpleaños de Hus- se celebró en la catedral de Constanza una misa solemne en presencia del rey Sigismundo. El obispo que ofició la misa prometió a cada uno que matara a un hereje bendiciones del cielo y el agradecimiento de las generaciones futuras. Después de la misa trajeron a Hus, quien se puso de rodillas para recibir su sentencia de muerte orando. Sus últimas palabras se acogieron con desprecio y burla. Le pusieron un gorro de papel en la cabeza donde habían pintado tres demonios peleándose por el alma del “hereje”. Debajo estaba escrito hic est haeresiarcha (“esto es un archihereje”).

El concilio entregó formalmente su alma al diablo y su cuerpo a las autoridades. Acto seguido le llevaron a su lugar de ejecución en las afueras de la ciudad y le ataron con cadenas de hierro a un poste. Todo el mundo pudo escuchar su oración en voz alta: “Jesucristo, hijo del Dios viviente, ten misericordia de mí”. Después de rechazar una confesión de sus pecados, los alguaciles apilaron leña y paja mezclada con brea alrededor de él y finalmente le prendieron fuego. Para sorpresa de los asistentes, Jan Hus murió cantando y orando el credo apostólico. Lo que quedó de él se quemó por segunda vez. Después echaron las cenizas al río Rin.

Famosas son las palabras que pronunció Hus poco antes de morir:

Hoy vais a asar una oca (“husa” en checo). Pero de sus cenizas va a salir un cisne.

Y así fue. 100 años más tarde empezó la Reforma, que finalmente también alcanzó Bohemia y Moravia, donde toda la región abrazó las ideas de Lutero. Hus había abonado la tierra.

Cuando en el año 1925 se formó Checoslovaquia, el nuevo país declaró el 6 de julio, fecha de la ejecución de Hus, como fiesta nacional. A raíz de esto, la Santa Sede interrumpió las relaciones diplomáticas con el país eslavo por tres años. Casi seis siglos después, Juan Pablo II “lamentó” la muerte de Hus pero -igual que en en caso de Lutero- sin levantar su excomunión o pedir perdón por los hechos.


Notas

1 La universidad de Praga perteneció en aquel entonces al territorio del “Sacro Imperio Romano Germánico”.

2 F. Palacky: Documenta Mag. Joannis Hus (Praga 1889, ND Osnabrück 1966), I,6 (trad. d. autor)

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