El callejón sin salida de la Alta Crítica

Los humanistas han reescrito la historia para restarle importancia a la Biblia en el pensamiento y la cultura occidental.

16 DE MAYO DE 2018 · 07:30

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El punto débil de la Hipótesis Documentaria es el hecho de que se basa en suposiciones, teorías sin comprobar y deliberaciones teóricas. No tiene ni UNA sola evidencia tangible a su favor. No hay evidencia histórica o arqueológica de ningún documento J, E, P o D como fuente real y auténtica.

Aún más: es prácticamente imposible encontrar dos comentaristas defensores de la HD que estén de acuerdo sobre la extensión exacta de las respectivas y supuestas fuentes J, E, P y D. De hecho, el teólogo suizo y experto en hebreo y lenguas orientales, Dr. Samuel Külling, comprobó en su tesis doctoral (Kampen, Holanda), ya en el año 1965, que la datación de los supuestos documentos P en el libro de Génesis contradice a todos los hallazgos arqueológicos y hechos históricos de Medio Oriente. Más de medio siglo después todo sigue igual: la tesis documentaria sigue sin un solo dato arqueológico en su favor. Y hasta los más racionalistas entre los catedráticos europeos están dejando de dar credibilidad a dicha teoría. 

Es evidente que en el mismo Pentateuco Moisés se apoyó en fuentes antiguas. Por su educación, Moisés dominaba varios idiomas y tenía acceso a material muy antiguo de los egipcios aparte de documentos de los propios hebreos, pero estas fuentes no tienen nada que ver con los documentos hipotéticos que en la HD tienen las famosas siglas J, P, D o E. Por cierto: en la teología protestante, la “erosión” de la creencia en la autoría de Moisés empezó con las teorías de Astruc, Wellhausen y otros que nunca fueron comprobadas científicamente. 

No entiendo por qué la creencia en la historicidad del Pentateuco tiene que ser una opción descartable. ¿Por qué no puede tomarse como un documento fiable y verídico? La explicación más complicada no tiene por qué ser la más verídica, más bien lo opuesto. Si una explicación fácil es coherente y no contradice a las evidencias históricas y arqueológicas, es preferible una explicación sencilla a una explicación complicada. Y la teoría de las fuentes J, E, P y D difícilmente es superable en cuanto a su complejidad (véase el principio de la navaja de Ockham). Y insisto en lo mismo: hasta el día de hoy NADIE ha podido aportar ninguna prueba arqueológica o histórica de las supuestas fuentes J, E, P y D. ¿No deberíamos aplicar al Pentateuco la misma regla de suponer la fiabilidad de un documento histórico hasta que no se demuestre lo contrario?

Hay precedentes. Hasta hace poco (30 o 50 años en la teología es poco) se podía leer en muchos comentarios que poder datar ciertos salmos alrededor del año 1000 a. C. Era imposible porque eran productos posteriores. O se leía que la historia de Génesis 15 era pura ficción. Desde los descubrimientos de las tablas de Ras Shamra en Siria en los años 30 del siglo pasado, ningún teólogo serio podía volver a escribir estas cosas porque quedó más que patente que la cultura cananita de Ugarit producía textos poéticos muy similares a los salmos, y esto incluso 400 años antes de David. De otros hallazgos arqueológicos podemos deducir que la forma de pacto que describe Génesis 15 se ajusta exactamente a los usos de su tiempo.

Infelizmente, muchos evangélicos han cometido el error de creer que los debates sobre la alta crítica son el dominio exclusivo de especialistas lingüísticos y teólogos. Pero no es así. Es un choque de dos mundos, de dos actitudes. De hecho, había un enfrentamiento desde la aparición del humanismo -antes y durante la Reforma- entre aquellos que defendieron la Biblia, particularmente el Antiguo Testamento y aquellos que rechazaron su autoridad.

En realidad se trata de un enfrentamiento de dos conceptos, dos cosmovisiones. Solo gracias a los eruditos modernos se ha enfocado este debate en los asuntos técnicos del análisis textual. Generaciones anteriores se dieron cuenta de que este debate es mucho más importante de lo que los teólogos y los cristianos interesados en el tema están dispuestos a admitir. La tarea del teólogo que defiende la Biblia como Palabra de Dios tiene que verse en un contexto mucho más amplio. Este conflicto no tenía su origen en las bibliotecas universitarias, o en los despachos de sus catedráticos de teología. No se trata simplemente de un debate teológico. El asunto tiene mucha más profundidad y consecuencias a todos los niveles. Tanto oponentes como defensores de la alta crítica entendían perfectamente bien que el ganador de este debate iba a dominar la teología y la cosmovisión de la gente. Esa idea tan popular hoy en día de que la Biblia está llena de errores, no solamente es convicción de la inmensa mayoría de personas agnósticas o no creyentes, sino en una medida creciente forma parte de la teología evangélica conservadora - ya no digo de los teólogos racionalistas.

Esa percepción de la magnitud del debate se ha perdido hoy en día. Los humanistas han reescrito la historia para restarle importancia a la Biblia en el pensamiento y la cultura occidental. Y los cristianos evangélicos se han apuntado a este tipo de percepción casi por defecto. Los integrantes del mundo académico evangélico, han recibido una educación escolar de parte de ateos y agnósticos donde el ridiculizar de la Biblia forma parte del curriculum. Luego entran en seminarios o facultades teológicas que en el mundo occidental están en su inmensa mayoría en manos de humanistas cristianizados, subsidiados, reconocidos y adiestrados por el Estado y el correspondiente mundo académico que come de su mano. Ellos mantienen -por la gracia del Estado- el monopolio de extender certificados, títulos y honores. 

Al mismo tiempo, la membresía de las iglesias ha aceptado esa cosmovisión humanista y se han conformado a la idea de que la Biblia solo tiene algo que decir en cuanto a la salvación del alma y que es irrelevante en cuanto a la exactitud histórica o la organización de una sociedad. Y esto tiene también su tradición: radica en el ala izquierda de la Reforma, el pietismo anabaptista. De hecho, este movimiento era uno de los precursores de la alta crítica con su énfasis de que la experiencia precede a la teología. Es exactamente lo mismo, solo dicho de otra manera. De ellos al teólogo alemán Schleiermacher hay una línea directa y clara. No es en vano que este teólogo nefasto de tanta influencia en el siglo XIX en el desarrollo de la teología liberal se auto-declaraba como “pietista de una categoría superior” (“Herrenhuter höherer Ordnung”).

Este legado de la internalización y espiritualización de la Palabra de Dios triunfó en el protestantismo y destruyó la herencia de Lutero, Calvino y otros reformadores en el centro y norte de Europa casi por completo.

Ha llegado el momento para aquellos teólogos que no han sucumbido al dictado racionalista de dejar de perder el tiempo en estos debates “liberales/ conservadores”. El racionalismo teológico ya está muerto porque todas las evidencias hablan en su contra.

Es tiempo de ir por ejemplo al Pentateuco para entender lo que dice, en su propio contexto. Porque va a fluir el Ebro cuesta arriba antes de que un teólogo adornado con titulaciones reconozca el sinsentido de teorías jamás comprobadas y cambie de opinión por la sencilla razón que esto conllevaría la pérdida de sus prebendas. Por supuesto, es importante defender de forma intelectualmente y científicamente rigurosa la integridad de la Biblia contra las teorías delirantes e incoherentes de la alta crítica. Y esto es perfectamente posible. Pero no debería ser nuestra prioridad. 

Tenemos que construir, no solo defender. Un área donde hace falta un trabajo de investigación rigurosa y dedicada es por ejemplo en el área de la cronología del Antiguo Testamento. Hace falta un ejército de expertos en historia, arqueología, lingüística y por supuesto teología para liberarnos de la presuposición de que cualquier fuente vale, salvo la Biblia. 

Que los defensores de la Alta Crítica se ahoguen es su mar de notas a pie de página. Al final serán simplemente una anécdota histórica y una prueba más de como la fe cristiana a veces es secuestrada por la filosofía del momento. Dejemos que los muertos entierren a sus propios muertos, preferentemente en una revista teológica.

Publicado en: PROTESTANTE DIGITAL - Teología - El callejón sin salida de la Alta Crítica