Características de la literatura apocalíptica (II)

Aunque hace dos mil años que los cristianos estudian cada rincón de Apocalipsis, hay muchas cosas que seguimos y probablemente seguiremos sin entender.

30 DE DICIEMBRE DE 2023 · 16:30

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Imagen de Timo Volz en Unsplash.

Esta es la segunda entrega de un estudio en seis partes sobre Apocalipsis: el libro más incomprendido de la Biblia. Es una transcripción de este video. La semana pasada comenzamos nuestro recorrido reconociendo que Apocalipsis es el texto más conocido de un género literario al que conocemos como “apocalíptica”.

Para entender bien un texto es fundamental compararlo con otros textos del mismo género. Esto aplica a las novelas de detectives, las películas de superhéroes, las sitcom y también a la literatura apocalíptica. Si queremos comprender el libro de Apocalipsis, necesitamos familiarizarnos con este género literario. Aunque muchas de estas cuestiones nos resulten extrañas hoy en día, eran familiares para los lectores originales. Esta lista podría ser más larga, pero voy a contarte 7 características fundamentales para entender la literatura apocalíptica y, en consecuencia, el libro de Apocalipsis.

Número 1: la intervención directa de Dios. La apocalíptica es una literatura de crisis. En muchas ocasiones, esta crisis va acompañada por persecución e incluso martirio. El propósito de estos textos es interpretar los eventos hostiles del presente a la luz de la fe en un Dios justo; el sufrimiento de los santos no es en vano, y el Señor no está distraído, sino que pronto actuará de manera poderosa. Aunque la apocalíptica se parece a la literatura profética, no es exactamente igual; donde los profetas anunciaban la intervención de Dios en la historia, en medio de acontecimientos y personas (como sacerdotes, reyes o guerras), la literatura apocalíptica habla de una manifestación meta-histórica: Dios mismo rasga los cielos para revelarse de forma clara y definitiva. La confusión se va a terminar: finalmente todo quedará claro.

Esto nos lleva a la característica número 2: una perspectiva dualista, determinista y pesimista. El contexto de crisis y la esperanza en la intervención poderosa de Dios no dejan lugar para grises. Es un dualismo total: blanco o negro, frío o caliente, el Cordero o la Bestia. La misma naturaleza refleja esta urgencia apocalíptica: hay fenómenos cósmicos, terremotos, cataclismos y hasta una estrella que cae del cielo. A diferencia de la literatura sapiencial de Proverbios o Eclesiastés, a la apocalíptica no le interesan los matices ni la complejidad de la realidad. Ante un contexto tan hostil, no hay medias tintas ni esperanza de que la cosa mejore. El objetivo es lograr que los elegidos se mantengan fieles a Dios mientras esperan su manifestación. Por eso el pesimismo apocalíptico es total. Las cartas ya están echadas, y cuando Dios se revele, este mundo será juzgado.

Esto nos conduce a la característica número 3: la expectativa de un final inminente. Las últimas palabras de Jesús en Apocalipsis son justamente: «¡Yo vengo pronto!» (Ap. 22:20). Esto significa que los santos no han sido abandonados: el final de sus tormentos está cerca. Esta escatología inminente hace que los creyentes se enfoquen en lo importante: no pueden perder el tiempo ni distraerse habiendo llegado a este momento decisivo. Sin embargo, la historia nos ha enseñado que esta actitud de alerta puede llevar a veces a una fiebre apocalíptica exagerada. Algunas personas y sectas han usado la expectativa del fin del mundo para generar ansiedad y culpa, para intimidar a los fieles para que hagan o dejen de hacer ciertas cosas. Si queremos evitar esos extremismos y no quedarnos con medias verdades, debemos situar la expectativa apocalíptica de un final inminente en relación con el resto de la teología bíblica. Si nos quedamos solo con este aspecto, en realidad estamos desvirtuando la totalidad del mensaje cristiano.

Vamos con la característica número 4: la mediación en la revelación. Un aspecto clave de la literatura apocalíptica es la presencia de un intérprete. Como es un mensaje misterioso y simbólico, no se puede entender sin ayuda. En la literatura profética, la palabra de Dios se comunicaba directamente al profeta, pero en la apocalíptica, la revelación se comunica a través de un intérprete que nos guía para que podamos entender las visiones y los sueños. Este mediador es un ser sobrenatural, generalmente un ángel (Ap. 10:9-11; 17:1-3, 7-18; 19:9-10; 22:1-6), aunque en el Apocalipsis de Juan aparecen otros intérpretes, como el “Hijo del hombre” (Ap. 1:17-20; 4:1; 10:8) o uno de los 24 ancianos que están ante el trono de Dios (5:5). En muchos textos apocalípticos, esto va acompañado de un fenómeno conocido como “pseudoepigrafía”; o sea: se atribuye la escritura del libro a una figura prestigiosa de la antigüedad. Hoy en día todo tiene derecho de autor, pero en esa época la pseudoepigrafía era una manera de resaltar el valor de una obra literaria. Hay muchos ejemplos de esto en la literatura apocalíptica: El libro de los Jubileos (atribuido a Moisés), El Testamento de los Doce Patriarcas (atribuido a los hijos de Jacob), el Segundo Libro de Enoc o el Apocalipsis de Esdras.

Seguimos con la característica número 5: una literatura de imaginación que apela a los sentidos. Cuando leemos la apocalíptica no vamos a encontrar discursos racionales como los que vemos en epístolas del Nuevo Testamento como la carta a los Romanos. La apocalíptica no quiere convencernos a través de una serie de argumentos lógicos, sino despertar nuestra imaginación para que podamos ver el mundo desde la perspectiva de Dios. A través de visiones, símbolos y misteriosas apariciones, la literatura apocalíptica nos cautiva para que abramos nuestra mente y corazón a su mensaje de consuelo, esperanza y desafío. Los cinco sentidos —vista, oído, olfato, gusto y tacto— participan en esta experiencia; el autor de Apocalipsis nos invita a ver sus visiones (Ap. 1:12; 5:1), oír los sonidos del cielo (Ap. 1:10; 14:2), oler aromas agradables y desagradables (Ap. 3:16; 8:3-5), saborear un rollo agridulce (Ap. 10:9-10) y sentir el toque tierno y abrumador del mismísimo Jesús (Ap. 1:17).

Esto tiene que ver con la característica número 6: las visiones no son necesariamente literales ni predictivas. Muchas personas que aman a Dios asumen que tomar las cosas literalmente es la forma más piadosa y fiel de leer la Biblia. Pero eso no siempre es así. Valorar la Biblia como Palabra de Dios significa intentar leer cada porción según la intención con la que se escribió. Y obviamente, no es lo mismo un mandamiento directo que una visión simbólica. Nunca debemos olvidar que el presente y el futuro de los que habla el libro no son los nuestros, sino los de sus destinatarios originales; nosotros interpretamos Apocalipsis en comunión con esos hermanos, no de espalda a ellos. Y otra cosa importante: la literatura apocalíptica tampoco es siempre un presagio detallado del futuro. Cuando abrimos Apocalipsis y leemos «Bienaventurado el que lee, y los que oyen las palabras de esta profecía» (Ap. 1:3), a menudo creemos que profecía es igual a predicción o futurología; pero como ya expliqué en este video, una profecía es un mensaje divino para un contexto determinado. Puede incluir una predicción del futuro, pero no necesariamente.

Y vamos con la última, la característica número 7: no podemos decodificar todos los detalles, pero sí el mensaje general. Al ser un tipo de literatura tan diferente de la que conocemos, sentimos el deseo de descifrar todo como si fueran las pistas que llevan a un tesoro. Nos sentimos como detectives armando un rompecabezas cósmico que encierra el sentido oculto de la historia de toda la humanidad. Pero más que mirar cada pincelada de la obra y perdernos en los detalles, nos conviene mirar el cuadro general. Aunque hace dos mil años que los cristianos estudian cada rincón de Apocalipsis, hay muchas cosas que seguimos y probablemente seguiremos sin entender. El objetivo de este libro, como ya dijimos, no es convertirnos en detectives, sino en animarnos a vivir como creyentes fieles que confían en el amor y la justicia de Dios.

La semana que viene seguimos con la tercera parte de nuestro estudio: “Autor, fecha y teorías sobre el Apocalipsis”.

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