“Como cristianos, hemos entregado la mayordomía del sexo al mundo, cuando es nuestro Dios quien lo ha creado”

Kari Clewett, psicóloga y sexóloga, acaba de publicar El Buen Sexo, una reflexión que busca motivar a la iglesia a recuperar el sentido de la sexualidad diseñada por Dios.

Jonatán Soriano

BARCELONA · 18 DE SEPTIEMBRE DE 2024 · 11:00

Kari Clewett, sexóloga y terapeuta de parejas, es la autora de 'El Buen Sexo'. / <a target="_blank" href="https://kariclewett.com/">kariclewett.com</a>.,
Kari Clewett, sexóloga y terapeuta de parejas, es la autora de 'El Buen Sexo'. / kariclewett.com.

En parte porque, quizá, en la iglesia no estamos acostumbrados a hablar de ello, y en parte porque se habla mucho y muy mal del tema en general, Kari Clewett publica ahora El Buen Sexo con la intención, dice, de “devolverlo a la iglesia”. Y es que para esta psicóloga y sexóloga, que también ha cursado estudios en teología, “el sexo es creación de Dios, está en la Biblia y, por lo tanto, hay que estudiarlo”. 

Tras años impartiendo conferencias y ofreciendo servicios de terapia a parejas, Clewett pone ahora por escrito sus reflexiones sobre el tema, dice, para llegar a más personas. “Como iglesia, hemos mantenido el tema del sexo un poco tabú, y nosotros deberíamos ser los que tenemos las respuestas a todo. Por eso he escrito este libro. Nuestra misión es que la iglesia tenga las respuestas a las preguntas sobre el sexo”, explica.

Publicado por Andamio EditorialEl Buen Sexo se presenta como un recurso para “entender y estudiar” esta cuestión desde el ámbito del discipulado. “Como cristianos, somos llamados a recibir de Dios y a enseñarlo y mostrarlo y compartirlo con el resto de personas. Y en la cuestión del sexo, más de lo mismo”, dice Clewett.

Pregunta: Pero, ¿hablar de sexo no era un tabú en la iglesia?

Respuesta: Creo que sí es un tabú por el simple hecho de que no se habla de ello. En general, creo que es por falta de educación. La gente no sabe cómo hablar del sexo sin ser vulgar o sin utilizar palabras que no honran a Dios, y también creo que hay mucho miedo a equivocarse. Pienso, por ejemplo, en ese frase extraída de Cantares: “No despertéis el amor antes de tiempo”. Esto algunos lo han llevado al extremo de no hablar de sexo jamás. Se ha hecho mucho énfasis en intentar mantener al soltero o al adolescente virgen o sin exposición, pero sin traerles información o educación, y sin ayudar tampoco a las parejas que toman la decisión de casarse a tener el buen sexo, a poder disfrutar de su sexualidad y de ese regalo que Dios también ha creado. Lo que encuentro es que, aunque sea un tabú para muchos, no es que la gente no quiera saber más acerca de ello. Por eso estoy teniendo el privilegio de encontrar muchas puertas abiertas, porque al final la gente quiere saber lo que Dios piensa en realidad sobre el sexo. Y de eso trata el libro.

 

Si Dios ha creado el sexo, nosotros, como sus hijos, debemos ser los maestros.

P: Formas parte de una especie de generación de voces en el ámbito evangélico contemporáneo que sí estáis despertando la atención de la iglesia en la cuestión de la sexualidad. ¿Cómo llegas tú a estas aguas?

R: Mi base en psicología siempre ha sido el fundamento, aunque también he hecho estudios de teología y creo que eso me ha llevado a un equilibrio entre la ciencia y las verdades bíblicas. Siempre he filtrado la ciencia a través de la verdad bíblica. Pero en temas de sexualidad mi madre me recuerda a menudo que desde bien jovencita ya mostraba interés, dando charlas en campamentos de niños, aunque por aquel entonces no tenía ni idea (ríe). La sexualidad siempre ha sido un tema que no me ha intimidado. Siempre he tenido claro que el sexo es creación de Dios, que está en la Biblia y que por lo tanto hay que estudiarlo. 

Como psicóloga yo empecé trabajando con niños. Tenía la sensación de avanzar mucho con ellos, pero que luego en casa se estropeaba buena parte del trabajo. Así que pasé a hacer terapia familiar y descubrí las dificultades que tenían los padres, y de ahí empecé a hacer terapia de pareja. En medio de todo este proceso yo me casé y también pasé por mis propias dificultades en mi matrimonio. Y me di cuenta de que en español no había muchas voces que hablasen de estos temas, de la infidelidad, de la pornografía, de las dificultades de comunicación, etc. Todo esto despertó cierto interés. Al final pasé una crisis matrimonial que acabó en divorcio y la sensación es que quedé, en cierto sentido, descalificada. Pero en medio de toda esa situación sentí que Dios me retaba a hacer algo en cuanto a todos estos temas. Además, he descubierto que es mi pasión el poder ayudar a esos matrimonios a entender lo que Dios ha creado. Si entendemos el regalo del sexo, nuestra forma de acercarnos a ello cambia. Pero a día de hoy no es así. De esta forma comienza por mi parte una pasión, a veces más revolucionaria y otra más calmada, por devolver el buen sexo a la iglesia. Pienso que, como cristianos, hemos entregado la mayordomía del sexo al mundo, y como iglesia lo hemos mantenido un poco tabú, cuando en verdad es nuestro Dios quien lo ha creado y nosotros deberíamos ser los que tenemos las respuestas a todo. Por eso he escrito este libro y desarrollo mi ministerio a través de mi gabinete virtual. Nuestra misión es que la iglesia tenga las respuestas a las preguntas sobre el sexo.

 

P: El título del libro, El buen sexo, lleva a pensar en que también existe una mala sexualidad.

En el libro escribo ‘El Buen Sexo’ con letras mayúsculas porque define el concepto que tiene Dios del sexo y la sexualidad, que creo que ha quedado muy confundido. En la Biblia existen varias palabras para el sexo. Uno es yadá, que se usa cuando se habla de que “Adán conoció a Eva”. Esta palabra me encanta porque hace alusión al hecho de adquirir conocimiento o sabiduría a través de la experiencia. El sexo de Dios es mucho más grande que una genitalidad. Se trata de este conocimiento más profundo e íntimo entre dos personas. Otra palabra es shaqab, que hace referencia a acostarse al lado de alguien y, a veces, a un intercambio de fluidos. Incluso la Biblia hace esta diferenciación entre conocer e intercambiar fluidos. 

Dios nunca creó el sexo para ser algo frívolo, sin contexto, sin situación, sin marco que lo protegiera.

Hoy día, en nuestro mundo, si yo le pregunto a un joven de la calle qué es más íntimo, si acostarse con alguien o conocer a sus padres, probablemente me responderá que lo segundo. Eso es el mal sexo, y es ahí donde estamos. Dios nunca creó el sexo para ser algo frívolo, sin contexto, sin situación, sin marco que lo protegiera, porque en verdad el sexo es tan poderoso y profundo, y conmueve, sana, transforma, que ha sido creado para estar dentro de un marco de protección como es el matrimonio, pero sobre todo dentro de esa relación de conocerse el uno al otro y explorarse. El ‘Buen Sexo’ es una marca, un sello de Dios, pero es algo que muchos no conocemos, que no entendemos y que no hemos tomado el tiempo para verlo a través de su Palabra, y ver también que la ciencia apoya estas verdades bíblicas. Eso es lo que he querido expresar en el libro, que es algo que llevo tiempo comunicando en conferencias y en sesiones privadas.

 

P: En el libro planteas una idea interesante que es observar la sexualidad dentro del mandato que Dios da a los primeros seres humanos. ¿Hasta qué punto somos llamados a ser también ‘discípulos’ en este ámbito?

Totalmente. Como cristianos, somos llamados a recibir de Dios y a enseñarlo y mostrarlo y compartirlo con el resto de personas. Y en la cuestión del sexo, más de lo mismo. Por eso el subtítulo del libro: “si Dios creó el sexo, nosotros debemos ser los maestros”. Imaginemos un mundo en el que cada matrimonio entiende el regalo y el poder del sexo, y además lo disfrutan. ¿Cómo será la experiencia de esos hijos? Esos niños crecerán en una familia con unos padres mucho más conectados. Esto se va a traducir también en una mayor protección contra el abuso sexual y la pornografía. El sexo afecta a muchas capas. Y nosotros, en este sentido, también somos llamados a hacer un discipulado sexual. Si Dios lo ha creado, hay belleza. Nuestra meta es romper ignorancia y, al mismo tiempo, mantener la pureza y la belleza con las que Dios ha creado. Cuando consideramos algo de alto valor, lo cuidamos mejor. Parte del problema es que, si no somos discípulos ni cuidamos de la sexualidad así, no la tratamos con valor, sino que se convierte en algo que genera miedo o una curiosidad insana. 

 

Si no somos discípulos ni cuidamos de la sexualidad así, no la tratamos con valor, sino que se convierte en algo que genera miedo.

P: Comienzas hablando de la intimidad como fundamento. No estamos necesitados de cualquier tipo de sexo, sino de uno que se practica en la intimidad. 

Es cierto que, como pareja, a veces debe haber momentos para el placer y la pasión sin contexto, pero el fundamento y la base de todo tiene que ser la intimidad y el conocerse. La confianza es la posibilidad de operar sin tener toda la información. Qué importante es que podamos conocer y confiar para poder entrar una relación sexual y dejarnos ir, disfrutar y dar a la otra persona. Si no hay intimidad, todo lo demás va a caer en saco roto. Podremos experimentar cosas como un orgasmo vacío, que es llegar al final pero sin contexto. 

Como generación y sociedad, hablamos mucho del sexo pero estamos teniendo menos sexo que otras generaciones que no hablaban tanto de ello. Nos creemos muy libres y liberales, pero hemos perdido el valor y la belleza, y también el concepto amplio del sexo. Lo hemos enfocado mucho a la interacción genital sin entender qué más hay.

 


 

P: También mencionas conceptos de los que se ha hablado mucho en el debate público últimamente, como el consentimiento y la reciprocidad (mutuo). ¿Por qué es importante que como cristianos seamos conscientes y prácticos en esto también?

Creo que una de las cosas importantes a tener en cuenta es que Dios creó de esta forma, mutuo y consentido. A veces parece que han sido algunas ideologías o voces que ahora están hablando de esto, pero esto lo creó Dios y su diseño hace referencia a un sexo mutuo y consentido mucho más profundo del que se habla hoy día. En la Biblia nos damos cuenta de que Dios es el primero en reconocer que la mujer tiene una necesidad sexual física y que el hombre también tiene una necesidad sexual emocional. Cuando indagamos en los versículos bíblicos, podemos reconocer que Dios creó a la mujer, su anatomía, etc. Cuando entendemos la anatomía del hombre y de la mujer comenzamos a entender qué es lo que él ha creado y cómo cada uno tiene necesidades que encajan con el otro. El consentimiento de Dios es muy poderoso, porque no solo quiere que estés dispuesto, sino un sometimiento mutuo. Él quiere que tú estés pendiente de la otra persona y que, al ser uno, sea esa conexión en unidad la que salga reforzada. 

A veces parece que han sido algunas ideologías o voces que ahora están hablando de esto, pero esto lo creó Dios.

Para mí, este concepto de que el buen sexo de Dios es mutuo y consentido es clave porque así no pensamos que nos estamos perdiendo algo por el hecho de ser cristianos. No debemos fijarnos en la reivindicación que el debate popular mantiene ahora, sobre el placer de la mujer, sino que debemos volver a la Biblia y al concepto del ‘Buen Sexo’ y comprender qué es lo que Dios tiene preparado para nosotros. Y es increíble, muy bueno. Dios tiene el mejor sexo.

 

 

 

P: De hecho, llama la atención que en tu libro incluyes ilustraciones muy claras y específicas sobre los órganos reproductores.

R: Sí. Hace poco estaba en una cafetería charlando con un pastor muy influyente. Estaba ojeando el libro y lo abrió por una de las páginas en que hay ilustraciones. Entonces lo cerró al momento, escandalizado. Tengo que decir que las ilustraciones están hechas con mucho amor y el tono es respetuoso y de dar honra al Creador. Después de lo ocurrido, el pastor me miró y me dijo que no entendía de qué tenía que avergonzarse si era creación de Dios. 

Como cristianos tenemos que honrar lo que Dios ha creado. Tenemos que entenderlo y estudiarlo. Y aquí debemos considerar también la cuestión del placer.

 

P: Sí. Reflexionar sobre el placer es todo un reto que tú asumes en tu libro. Quizá a veces es difícil hacer esto en una categoría formal, más allá de la conversación entre amigos, en el ámbito de la iglesia, porque hay un rechazo per se a todo lo que suene hedonista. Pero el placer es importante.

R: El mundo hoy nos empuja hacia un ‘auto-placer’. Un eroticismo que, supuestamente, nos anima a buscar nuestra libertad, a tocarnos y explorarnos bajo la premisa de que tenemos que conocernos y saber lo que nos gusta para compartirlo con otros. Alguien me preguntaba qué problema hay en todo esto. Pienso que Dios ha creado el placer y tenemos cinco sentidos para experimentar su creación de una forma que nos llene de gozo y alegría, y que nos ayude a alabarle. 

El placer sexual tiene su lugar también, porque cuando un matrimonio experimenta placer sexual, alaban.

Cuando vemos un atardecer, tenemos que alabar a Dios. Es importante estar dentro del plan de Dios para que haya un recordatorio cuando nos preguntamos por qué estamos aquí, por qué nos hemos casado, etc. El sexo es el sacramento del matrimonio, lo que Dios utiliza para que tú recuerdes el pacto y la promesa, y también para tener hijos. ¿Quién tendría hijos si no fuese placentero el proceso? Dios nos ha creado de una forma tan específica que uno de nuestros mayores placeres viene al unirnos con otras personas y compartir esa intimidad. No es lo mismo en solitario.

 

P: En el libro te refieres a la pornografía como algo que “mata el placer” del sexo. ¿Qué aspectos, en general, hacen habitualmente que nuestro sexo sea defectuoso o se esté deteriorando?

R: En el libro voy combinando constantemente qué es el ‘Buen Sexo’ y aquellas cosas que matan el buen sexo. Creo que el individualismo nos está entumeciendo. Lo queremos todo sobrepotenciado y manipulado a nivel químico, de forma que lo natural nos atrae menos. Pero, al final, nos damos cuenta de que cuanto más estímulo introducimos, más nos perdemos. Lo mismo ocurre con el sexo. La pornografía y ciertas imágenes nos empujan hacia la violencia y ciertas conductas de riesgo para sentir más, pero hemos perdido lo que es sentir una caricia. Parte de mi mensaje es regresar a lo real. Descubrir qué es una caricia, un beso que te conoce, entender el sexo desde una experiencia compartida. Creo que todo esto, ahora mismo, es lo revolucionario. 

Incluso, pienso que cuando educamos así, hacia la belleza y no desde la prohibición, que es como lo hemos hecho en muchas ocasiones en la iglesia, ayuda a tomar buenas decisiones. Si entendemos la creación, será mucho más fácil tomar decisiones bien encaminadas. Por eso, los solteros, aunque quizá no tengan acceso al sexo, si entienden el ‘Buen Sexo’ y si han recibido educación en ello, les va a resultar mucho más sencillo abrazar la abstinencia con pasión. Van a comprender que no quieren un sexo falso, sino que van a reconocer que lo único que deben desear es el ‘Buen Sexo’. Por eso, en lugar de operar desde la prohibición y las amenazas del infierno, debemos operar desde la motivación y la pasión que produce la belleza de lo que Dios ha creado.

“Como cristianos, hemos entregado la mayordomía del sexo al mundo, cuando es nuestro Dios quien lo ha creado”

"Como cristianos tenemos que honrar lo que Dios ha creado", dice Clewett.

P: Tu libro es un recurso para la lectura que cualquiera puede consultar desde su privacidad. Quizá, lo más difícil con este tema es dar el paso a la hora de pedir ayuda ante posibles dificultades. ¿Qué claves das para una pastoral del sexo adecuada y bíblica?

R: Creo que lo primero es educarse, y por eso este recurso. No hay que pensar en si llegan los problemas, sino reconocer que llegarán. Vivimos en un mundo caído y van a pasar cosas malas. Así que es valioso tener un recurso para que cuando llegue esto podamos educar desde el buen sexo. Una de las estadísticas que más dolor me genera es que las parejas suelen esperar una media de siete años antes de pedir ayuda por sus problemas. Eso significa que hay gente que espera más, y otra menos. Pero cuando llega una pareja con un problema de hace siete años, es muy difícil trabajar, porque ya se han instaurado patrones y actitudes. Por eso mi clamor para la iglesia es preguntar más. Hagamos más preguntas a las parejas y enseñemos más, no solo cómo no tener sexo antes del matrimonio, sino también cómo tener sexo tras el matrimonio. Cómo relacionarnos y hablarnos. Por eso el ministerio de parejas dentro de las iglesias es muy importante para saber cómo acercarnos a las personas que están luchando y que están confundidas. La idea es crear lugares seguros a los que las personas puedan venir y hacer preguntas. Pedir ayuda es difícil pero, aunque puedan haber decepciones en el proceso, al final se encuentra una puerta abierta. 

Animo a que se dedique tiempo en la pastoral para la formación en esta cuestión. No podemos dejar que gente que no conoce a Dios nos esté educando en el sexo, porque es nuestro Dios quien creó el sexo. Nosotros debemos tener esa información.

 

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