La mujer ¿simple ‘ayuda idónea’?

“No es bueno que el hombre esté solo; le haré ayuda idónea para él” (Gén.1.18)

02 DE ENERO DE 2020 · 22:00

Fionn Claydon, Unsplash,mujer escalando un muro
Fionn Claydon, Unsplash

A la hora de considerar el mandato universal dado por el Creador al hombre y a la mujer (Gé.1.27-28) no hemos de mirarlo con la óptica de la cultura judía, ni tampoco de cualquier otra cultura.

Dicho mandato es acultural puesto que en aquel tiempo todavía no se habían creado las familias y los pueblos. Además la humanidad no había caído aún en el pecado, ni existía ninguna maldición sobre la raza humana.

Estamos todavía en ese “principio” al cual Jesús remitió a sus interlocutores. (Mr.10.6-7). Aquella encomienda universal consistía, no sólo en “fructificar y llenar la tierra” sino en gobernarla y administrarla. Es decir, todas las facultades que hablaban de la imagen de Dios en Adán y Eva activadas en el cumplimiento de sus propósitos universales.

En esos propósitos debía participar la humanidad tal y como Dios la había creado hombre y mujer y, además respaldados con su bendición, dado que “Todo lo que había hecho –Dios- era bueno en gran manera” (Gén.1.28, 31):

“La repetición del plural, los creó, los bendijo, les dijo, subraya que la humanidad está compuesta por el varón y la hembra. De esta manera se establece la total equivalencia entre el hombre y la mujer. Existen desde el principio dos sexos distintos que juntos forman la humanidad (…) La imagen de Dios en nosotros se ve reflejada en su totalidad a través de la comunidad. Todo intento cultural o institucional de separar al varón de la hembra, o de establecer dominio de uno sobre otro, atenta contra la existencia de la humanidad y contradice el mensaje del relato de la creación.” [i]

Entonces el primer relato nos informa sobre la creación en general, incluido el ser humano como varón y hembra. El segundo relato es un informe más detallado del proceso de la creación del hombre y la mujer. Pero en todo este relato, quizás las palabras que más caben destacar, entre otras, son las que se refieren a la soledad del hombre y la ayuda idónea que Dios hace para él.  (Gén.1.18,21-25).

Y dependiendo de cómo interpretemos esas palabras dichas por el Creador, así también interpretaremos todo el contexto de dicho capítulo, e incluso la historia de la relación del hombre con la mujer y viceversa.

 

1.- La soledad del hombre: anticipada por Dios

En principio Dios no creó primero al hombre y luego “se dio cuenta” de que el ser que había formado “no le salió completo” y ahora se dispuso a “arreglarlo” creando a la mujer.

Dios creó al hombre primero teniendo en mente al ser humano completo, varón y hembra. Pero las palabras, “no es bueno que el hombre esté solo…” fue una manera de anunciar que el proceso de la creación del ser humano no había terminado. Dios estaba anticipando así que la humanidad, como varón y hembra, no había sido creada todavía y, por tanto, no estaba completa. Nada más.

 

2.- La soledad del hombre: experimentada por Adán

Entonces, al no crearlos al mismo tiempo pareciera que el Creador quería transmitir un mensaje al varón, y por extensión a todos los varones de todas las generaciones posteriores. El hecho es que Dios no crea a ambos de forma inmediata sino que deja al hombre que viva, que se mueva por sí mismo poniendo en práctica parte de la encomienda universal. ¿Con qué intención actúa Dios al hacerlo así?

Diferentes teólogos afirman que es la forma de adelantar el rol de liderazgo del hombre sobre la creación y también sobre la mujer. Las palabras del Apóstol Pablo, “Porque Adán fue formado primero, después Eva…” con lo que dice en ese contexto, estarían en esa línea, según afirmaciones de dichos teólogos.  (1ªTi.2.11-13)

Pero mi humilde respuesta a la pregunta formulada, no es precisamente la de mostrarnos de forma anticipada la autoridad y el gobierno ejercido por el varón. Sobre todo cuando –por ejemplo- puso nombre a todos los animales (Gén.2.8-9,15,19) y de lo cual momentáneamente y por no haber sido creada todavía, Eva estuvo excluida.

Al contrario, posiblemente la intención de Dios era dejar que Adán experimentara sus limitaciones como individuo y su falta de algo esencial. Por tal experiencia el varón llegaría a saber que no estaba completo, ni podía realizarse a sí mismo. Esa experiencia le haría descubrir su incapacidad para cumplir de forma plena con la Encomienda Universal ordenada por Dios.

Además, hay que añadir que Adán era consciente de sí mismo; un yo pero sin un con el cual relacionarse al mismo nivel y de manera profunda. Esa doble búsqueda la había intentado entre los animales, pero sin resultado:

“Sin embargo, no encontró entre ellos la ayuda adecuada para él”  (Gén.1.19-20).

Esta es una declaración que pone de manifiesto que Adán debió sentir esa terrible soledad expresada por el Creador, con una gran frustración al no poder relacionarse y tener compañerismo con “alguien” como él; un “igual” a todos los niveles: Intelectual, espiritual, emocional y físico:

“El nombramiento de los animales, escena que presenta al hombre como monarca de todas las criaturas, lo revela como un ser social, hecho para la comunión, no para el poder: no vivirá hasta  que ame, entregándose a otro de su mismo nivel” [ii]

Tal y como apunta Kidner, el énfasis no está tanto en la autoridad o el ejercicio del poder del hombre. No parece que fuera una cuestión de autoridad lo que el autor del texto bíblico quería transmitir (aunque una y otra vez se recurre a ese argumento) sino la profunda necesidad por parte de Adán.

El énfasis en todo este capítulo parece estar puesto en que el ser humano estaba incompleto en tanto no  fuese formada la mujer. Por otra parte adelantamos que no hemos de pensar en una “ayuda idónea” para el hombre en términos de matrimonio y familia solamente. La creación del hombre y la mujer debe contemplarse también como individuos en particular llamados a relacionarse unos con otros en comunidad.

 

3.- La soledad del hombre: suplida por el Creador

“Le haré ayuda idónea para él”

Mucho se ha discutido sobre estas palabras. Pero aquí muchos también han volcado la idea de la inferioridad de funciones de la mujer con respecto al hombre. Por ejemplo, el teólogo Wayne Grudem, -siguiendo a otros teólogos en la misma línea- dice que esta “ayuda idónea” no es para ponerse en igualdad de condiciones con el hombre en la tarea anunciada en el capítulo 1 de Génesis. No. La tarea principal es del hombre y la mujer “le ayuda”:

“Esto es cierto cuando yo ‘ayudo’ a un muchacho de mi barrio a arreglar la bicicleta. Es su responsabilidad y su tarea, yo solo estoy echando una mano según se necesita; no es mi responsabilidad”

Luego, citando a David Clines, dice:

“Su ayuda puede ser necesaria o crucial, pero están ayudando en una tarea que es la responsabilidad de otra persona. Ellos mismos no están en realidad haciendo la tarea, ni siquiera en cooperación, porque hay un lenguaje diferente para eso. Ser de ayuda no es la forma hebrea para ser iguales”[iii]

El ejemplo puesto por Wayne Grudem sobre “la bicicleta” y la declaración del citado David Clines acerca de que los que “ayudan” y que “…no están haciendo la tarea ni siquiera en cooperación…” debería sonrojar a cualquier creyente con cierto sentido común.

Con ejemplos de ese tipo, estos “eruditos” y “expertos” teólogos, parecen no darse cuenta de que la forma en la cual plantean el asunto de la mujer como “ayuda del varón” queda bastante por debajo de la intención del Creador. Según los ejemplos puestos,  las mujeres ni siquiera  serían tampoco  colaboradoras conjuntamente con los varones en la tarea de tener hijos y su crianza, sino en “ayudar al varón” como si la responsabilidad y todas esas mismas tareas fueran de ellos, mientras que las mujeres estarían, simplemente “ayudando”.

Pero ese tipo de declaraciones han preparado muy bien el terreno para que el hombre se crea y se sienta superior;  el amo y el señor de la esposa, el hogar, los hijos y todo lo demás. Ejemplos desde el punto de vista religioso, jurídico, social, etc., se podrían poner a millones. Pero cabe preguntarse si realmente era eso lo que estaba en el corazón del Creador y lo que quería transmitir a la humanidad.

La autora Alvera Mickelsen dice:

“Si examinamos los vocablos hebreos que aparecen en este texto nos daremos cuenta  de que esa idea no es más que una falacia (ezerkenegdo, en Génesis 2.18,20) La palabra `ezer (que traducimos “ayuda”) nunca se usa en la Biblia para referirse a una relación de subordinación. En el A. Testamento aparece 21 veces y, en 17 de ellas, ¡aparece para referirse a Dios como nuestra ayuda! Dios no es menos importante que nosotros ni es nuestro subordinado. Las tres veces restantes (junto con el versículo de Génesis) se refieren a un aliado militar. Cuando se habla de Dios mismo como nuestro ‘ayudador’, es porque Él es nuestra fuerza y nuestro poder. El término hebreo kenegdo significa: ‘igual y correspondiente a’”[iv]

Por otra parte, el ya citado Derek Kidner dice sobre “ayuda idónea”:

“Literalmente, ‘una ayuda frente a él’, es decir ‘correspondiente a él’ por la infructuosa búsqueda en otras partes, a medida que el hombre discierne las naturalezas de otras criaturas…”[v]

Esta discusión surgida a partir del segundo relato podría concluir si atendemos al primero, en  Génesis 1.26-27. La imagen de Dios en el hombre y la mujer, así como la encomienda universal se les da a ambos: “Los creó… los bendijo… les dijo…”. Evidentemente, el uso del plural no deja espacio para anular a la mujer de ninguna parte de la encomienda universal. Por otro lado,  es una regla de interpretación bíblica   que lo particular se explica a la luz de lo general y no al revés; y con el segundo relato de la creación no podemos anular lo que se dijo en el primer relato.

(Seguiremos en una próxima entrega)

 

 

[i] Voth Esteban. Génesis. Mundo Hispano, 1992

[ii] Kidner DEREK. 1985. Edic. Certeza. Comentarios Didaqué. P. 177

[iii] (Grudem Wayne 2009. Teología Sistemática. pp. 483-484 –las cursivas son mías)

[iv] "Mujeres en el ministerio, cuatro puntos de vista". Ed. CLIE. 2005., p.172.

[v]  IBID, P. 177.

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