El deber de cada mandamiento no puede ser legislado
Ningún mandamiento tiene un manual de montaje del mueble, entre otras cosas, porque toda nuestra vida estamos montando nuestra existencia, y cada una es diferente de las demás.
14 DE JUNIO DE 2025 · 22:40

El título de nuestra conversación está tomado de una nota (¡de un libro de 820 páginas!), pero que representa un sitio desde donde tomar camino, y depende de qué camino tomes, te pierdes en tus caminos o sigues perseverante lo que Dios te ha dado.
Aunque cada una es independiente, esta conversación forma parte de la reflexión común con la de la semana pasada (de hecho estaban juntas, pero vi que una sola era muy larga). Está tratando el autor a nuestro buen Calvino (es el libro aquí tan citado) sobre su exposición de la Ley. En concreto el mandamiento octavo.
Antes, les pongo algunas proposiciones, podría ponerlas yo, que las firmo, pero prefiero a quien ya las puso con acierto. Tienen que ver, no obstante, con lo de los mandamientos. (Es que las tengo anotadas en el mismo sitio, de papel.)
“Calvino habla de la vocación externa por la predicación de la Palabra [negritas mías], y de la interior por la iluminación del Espíritu, ‘avec efficace’, que es por sí misma ‘un testimonio cierto de la elección…’
Como vemos no hay posibilidad de introducir una cuña aquí entre fe, vocación y elección. No hay abismo de duda más que para el que quiere asegurar la certeza mediante obras…
Dios ha sido propicio a los hombres antes de mirar sus obras (Institución III, xiv)
Mientras que la disciplina tradicional se concentraba en obras aisladas que se enumeraban en la confesión, y siempre implicaba que las faltas encontraran compensación en el cumplimiento de la penitencia mandada por una especie de sentencia judicial, en la disciplina reformada no se mira las obras particulares y singulares, sino la trayectoria vocacional del largo plazo…
Este cambio de perspectiva se debe a que las faltas cometidas en las obras singulares no son compensadas con otras obras buenas, pues ya fueron compensadas una vez y definitivamente por la disciplina perfecta por el arquetipo humano que es Cristo, ‘su perfecta observancia de la Ley’…
Esta es la única obra que ve Dios al mirar a los que pertenecen a su cuerpo místico”. (Villacañas, 2025, pág. 169)
Y ahora pasamos a la nota mencionada (pág. 229-30).
“El octavo mandamiento es no hurtar, que en el fondo es el deber de justicia de dar a cada uno lo suyo. Este mandamiento implica una grave acusación a los poderosos por los impuestos con que oprimen a los ciudadanos, pero también una exhortación a la cooperación.
Pero sobre todo, lo que regula este mandamiento es el trabajo, no quitarse nada a sí mismo [si esto lo leen de nuevo, mejor]. ‘Porque el que no pone por obra lo que según su vocación está obligado a hacer, retiene o pervierte lo que no es suyo’.
Pero estos deberes no pueden legislarse, sino que se entregan a cada conciencia y a lo que cada uno considere justo ‘según su estado y vocación’” (II, viii, 45-46).
De esto se trata. Y yo lo tomo como referente en mis predicaciones (ahora serán por video, no en una iglesia concreta, excepto en algún caso particular). Por eso no considero relevante si uno dice, por ejemplo, que no cree en la inspiración de la Biblia y otro dice que si. Al final se trata, en la mayoría de los casos, que cada uno legisla sobre la Escritura según su fantasía.
Eso ya lo hizo la iglesia antigua con sus corrupciones, le siguió el papado que las recogió y dogmatizó, luego los evangélicos que quisieron colocar su legislación (razonamiento) sobre el texto sagrado (el problema en torno a lo que se llamó arminianismo, por recordar un caso, en Holanda tiene que ver con eso).
Pero quien desde el principio lo puso en marcha es el mentiroso. Conque Dios os ha dicho, dijo, y legisló sobre la palabra que Dios le había dado al hombre. Luego se dedicó a falsificar la verdad, pero legislando sobre ella. En un momento su legislación sobre el Dios de Israel trajo un becerro de oro.
Tiene voceros que proclaman el rechazo a lo religioso, pero donde más le gusta trabajar es en el templo, en todos los templos. No se debería olvidar que quien más habla de ley, mandamientos, obediencia, recompensas, santidad, etc. es el diablo. Siempre ha sido así.
Que ya nos advierte el Redentor: estos han invalidado la Ley con sus legislaciones sobre ella, sus tradiciones.
Es el gran asunto. En nuestro grupito, todos tan contentos y atentos con el buen salmista cuando dice que ama la Ley, y que todo el día es su meditación… y tantas cosas excelentes como se canta en el salmo.
Pero esa Ley no es la que el hombre en su corrupción legisla. Vaya, que no está pensando en la que nos proponen tantos santitos con sus métodos de montaje. Ningún mandamiento tiene un manual de montaje del mueble, entre otras cosas, porque toda nuestra vida estamos montando nuestra existencia, y cada una es diferente de las demás.
Lo mejor es acogernos a quien ya nos montó la existencia en su vida y muerte, y él la da como quiere. Esa es la Ley que amamos. Además, si por “Ley” entendemos en ese caso y otros semejantes “la palabra o voluntad de Dios”, nos habremos librado de muchos males.
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