La confesión arminiana

Sin caer en vanas palabrerías, en discusiones sin terminación, es lo cierto que aquí se dirimen asuntos como los que hemos tratado en conversaciones anteriores, especialmente sobre la capacidad de la razón respecto a las cosas del Espíritu.

18 DE FEBRERO DE 2024 · 13:00

Caricatura de los arminianos siendo llevados por en un carro por dos burros que son guiados por jesuitas. / Rijksmuseum, Wikimedia Commons.,
Caricatura de los arminianos siendo llevados por en un carro por dos burros que son guiados por jesuitas. / Rijksmuseum, Wikimedia Commons.

Les iba a hablar, casi una anécdota, sobre un documento, la Declaración de los Pastores Remonstrantes, en lenguaje común: la Confesión de Fe Arminiana (1621). Se trataba de proponerles que les remitieran tal documento a algunos de los pastores actuales que se presentan como reformados, de las cinco solas, o solo de los cinco puntos calvinistas, o cuatro, o alguno, y que le quitasen de momento al citado documento el título y le pusiesen algo así como “desarrollo del calvinismo”, “doctrina sobre los cinco puntos del calvinismo”, y a ver qué errores apreciaban. Resulta que más de uno afirmaría que dicho documento era, sin duda, “calvinista”. Esto se puede comprobar.

Pensando en la anécdota, no pude impedir que se vuelque la realidad evangélica actual sobre el papel. (De los pormenores de los diferentes grupos no tengo ni idea, de que no quieren ni ver lo que supuso la reforma en sus inicios, eso lo tengo claro. También tengo claro, siempre en mi opinión, que existen personas y grupos, aquí y allá, que aprecian esos inicios y, sin conservarlos como reliquias mágicas, quieren seguir sus principios.) 

Si ya de entrada a casi nadie interesa nuestro ratito conversando juntos, imaginen lo que pasará cuando vean que precisamente ahora hablamos de arminianos, calvinistas, predestinación, confesiones de fe, etc., cosas que para nosotros, bien puestas, son fundamentales. Sin caer en vanas palabrerías, en discusiones sin terminación, es lo cierto que aquí se dirimen asuntos como los que hemos tratado en conversaciones anteriores, especialmente sobre la capacidad de la razón respecto a las cosas del Espíritu. Eso tratamos, d.v., en nuestro próximo encuentro, de la posición que el partido remonstrante tenía sobre la capacidad de la razón humana, sin regeneración, para conocer adecuadamente el texto bíblico. (De ahí salen luego sus doctrinas. No deja de ser sintomático que en un grabado de la época aparezca un carro con todos los principales responsables del movimiento arminiano, tirado por dos caballos, cada uno en dirección contraria, y con ellos delante dos jesuitas.)

Lo acontecido hasta la realización del llamado Sínodo de Dort (ciudad de Holanda del Sur, 13 de noviembre de 1618, 9 de mayo de 1619), incluido su desarrollo, cinco propuestas contra las cinco tesis presentadas por los remonstrantes (arminianos), y las consecuencias inmediatas, se suele perder en la parcela única de los llamados cinco puntos, y con ello nos privamos de momentos claves en el desarrollo de la reforma calvinista, con su complejidad de convivencia política y religiosa. (La fecha de su 400 aniversario fue ocasión de estudio. Ocasión aquí perdida.) Mirar aunque sean unas notas sueltas puede sernos de utilidad.

Aunque el sínodo ha quedado enmarcado en los llamados cinco puntos del calvinismo (TULIP, por las iniciales de los artículos en inglés), resulta que allí no se discutió sobre Calvino. El problema se desató por el no reconocimiento de la Confesión Belgica (luego “Belga”, “de Países Bajos”, o simplemente “Holandesa”, del recordado Guido de Brés, 1561) y del Catecismo de Heidelberg (1563) como referencia obligada para pastores y profesores, pues eran las confesiones reconocidas por los Estados, las Siete Provincias Unidas.

Se trataba de una cuestión de unidad política y religiosa. Este era el asunto que siempre quedaba sobre la mesa. Cuando algunos seguidores de Jacobo Arminio (que murió en 1609) propusieron que se diera validez a la posibilidad de no estar de acuerdo por parte de pastores o profesores sobre lo dictado en la Confesión y el Catecismo, lo que se ventilaba era si eso podía aceptarse sin más, en favor de una especial tolerancia, o si se tenía que dirimir en los espacios reconocidos para ello: los sínodos particulares de las Provincias, o, incluso, llevar la propuesta a un Sínodo Nacional. (El sistema de gobierno religioso era el presbiteriano/sinodal. El gobierno político era parecido: cada Provincia con su gobierno, y todas en el Nacional. Un modelo federal.)

La tolerancia que reclamaba el partido remonstrante (por el nombre de un documento que presentaron como su bandera), no siempre con las mejores maneras, requería que el ámbito civil sobrepujara al religioso. La propuesta era que esos pastores que diferían en sus enseñanzas respecto a la Confesión y el Catecismo, pudieran quedarse en sus púlpitos por la autoridad civil, aunque el sínodo pertinente lo desaprobase. De hecho, realmente siempre estorbaron o se opusieron abiertamente a la celebración de esos órganos superiores de gobierno. No toleraban a los sínodos que, sin embargo, eran la expresión federal de las iglesias reformadas en esos territorios desde el inicio de su lucha por sus libertades contra el papado.

El modelo presbiteriano/sinodal es el trasfondo de la controversia arminiana. Había, claro está, discrepancias teológicas con el grupo mayoritario reformado, pero el asunto prioritario era el orden y gobierno de la Iglesia. Quien saque a los cinco puntos aprobados por el Sínodo de Dort de ese contexto, los ha sacado de contexto. El asunto era complejo, sin duda, pero en resumen se trataba de que si el partido arminiano quería esos privilegios (o derechos), que los presentara en un sínodo libre y que la mayoría decidiera. (Así funcionaban las Provincias entre ellas, y eso se consideraba el fundamento de su unidad.)

La convocatoria del Sínodo Nacional (reunido en Dordrecht) tuvo unos caminos sorprendentes, pero al final se reunió. Al partido arminiano le quedó el nombre de quien allí no estaba, aunque sí sus seguidores, especialmente Simón Episcopio (autor principal de la Confesión Arminiana). De cómo estaba el ambiente, en algún caso tan ido de las manos que se llegó a tenerlas armadas contra los oponentes, al final vieron todos lo principales afectados que aquello no tenía otra solución que la de un Sínodo Nacional, era un asunto de seguridad y unidad nacional. (En esas cosas sorprendentes de la historia, resulta que el rey de Inglaterra fue importante en el empujón final para la celebración.)

Ya muerto Arminio, sus seguidores presentaron en 1610 una remonstrancia (protesta) de cinco puntos contra la fe de las Iglesias de la Federación (no contra Calvino), pero no la presentaron ante ningún sínodo, sino ante los estados de Holanda y Frisia. Estos son lo puntos luego discutidos. Esto parece relevante. 

La convocatoria del Sínodo Nacional no fue unánime. Esto denota lo que existía en esos momentos, que en algunos territorios los remonstrantes tenían fuerza suficiente, incluso para expulsar a pastores fieles a la Confesión. De las siete provincias, tres no estaban de acuerdo: Holanda (la más poderosa), Utrecht, y Overijssel. Pero una vez se votó, todas en una misma dirección. No deja de ser notable que en el futuro, el documento resultante del Sínodo pasara a ser parte de las Fórmulas de Unidad (ahora ya tres, con la Confesión y el Catecismo). El método propuesto fue la elección en cada sínodo de las Provincias de 6 representantes, de los que 4 se prefería que fueran pastores y 2 ancianos; también profesores de la Universidad. Al final quedó con 37 pastores, 19 ancianos, y 3 profesores. Invitados de otros puntos reformados fueron 26 (de Alemania, Suiza e Inglaterra; los de Francia no recibieron permiso del rey).

# No quiero acabar sin mencionar que en el partido arminiano se encontraban algunos personajes notables, como Hugo Grocio. Tras el Sínodo, el poder civil los expulsó del territorio. Tampoco conviene olvidar que al cabo de unos años, tras la muerte del estatúder, volvieron y ocuparon sus cargos, creando incluso su universidad (y su Confesión, con la que iniciamos esta conversación). Y así hasta hoy.

# Otro aspecto del ambiente, y de la terrible situación en que a veces se ven la gente en distintas circunstancias, es la condena a muerte de quien había sido un gestor histórico de la propia existencia de las Provincias, me refiero a Johann van Oldenbarneelt (del partido arminiano), que ha quedado como un mártir de esa causa. Creo que en su condena jugaron otros factores que no eran solo los teológicos. Su patriotismo siempre estuvo unido a su patrimonio. Se atrajo enemigos (de los más beligerantes calvinistas contra el papado) por su convenio comercial con España, la llamada Tregua de los Doce años (eso en medio de la guerra de Flandes, la de los Ochenta Años, en un momento cuando España está con las arcas vacías), que favoreció a la política de las Provincias (fue casi su reconocimiento tácito), pero que era una actuación en favor de las elites comerciales, que ahora con el pacto eliminaban el boicot comercial impuesto por España, y recibieron permiso para actuar en Indias, él fue el creador de la Compañía Neerlandesa de las Indias. Es mi opinión.

 

Por un año más
¡Protestante Digital te necesita! Tenemos por delante un gran reto económico. Por eso, hoy te invitamos a ser parte comprometida de esta misión y desafío para asegurar y potenciar la continuidad de Protestante Digital y Evangelical Focus en 2024.

Puedes encontrar más información en apoya.protestantedigital.com.

Publicado en: PROTESTANTE DIGITAL - Reforma2 - La confesión arminiana