¿Hay un trabajo ideal?

Si trabajamos con el propósito de agradar al Señor, encontraremos sentido a lo que hacemos.

06 DE JUNIO DE 2025
09:30 CEST
Foto de <a target="_blank" href="https://unsplash.com/es/@glenncarstenspeters?utm_content=creditCopyText&utm_medium=referral&utm_source=unsplash">Glenn Carstens-Peters</a> en Unsplash,
Foto de Glenn Carstens-Peters en Unsplash

Cuando era pequeña, mi padre me llamaba pidiendo ayuda. Al subir las escaleras me frustraba al ver que la ayuda era para acercarle el mando del televisor que él tenía muy cerca. Yo había dejado lo que estuviera haciendo, deberes, jugar, hablar con mis hermanos, ¿cualquier cosa para subir las escaleras para acercarle un mando que él tenía a menos de 2 metros? Uf, ¡que frustración!

Mi madre, al ver la situación y verme alejarme y refunfuñando, me decía “haced todo como para el Señor y no como para los hombres”, lo decía en voz muy baja, como si lo dijera para ella y diera la casualidad de que yo escuchaba al pasar por delante.

A lo largo de mi vida, este versículo se ha convertido en mi ayuda para recordar que todo lo que hago, sea ayudar a alguien, trabajar tanto siendo empleada como liderar un equipo o subir las escaleras para acercar el mando a mi padre que tenía frente a él, incluso para nuestras hijas adolescentes o mi marido, todo he de hacerlo con una actitud reverente al Señor, y entonces puedo dar un servicio excelente.

Ser excelentes en lo que hacemos no significa no cometer errores. El diccionario que tengo en casa dice que la excelencia es una virtud, un talento o cualidad, lo que resulta extraordinariamente bueno y también lo que exalta las normas ordinarias. Es también un objetivo para el estándar de rendimiento y algo perfecto. Como hijos de Dios hemos de buscar la perfección y la excelencia en todos los ámbitos (Mt 5:48).

Trabajar no es consecuencia del pecado, trabajar es representar que hemos sido creados a su imagen y semejanza. Parte de ser semejantes a Dios es ser creativos, y estar trabajando. Dios puso a Adán en el huerto a trabajar, a poner nombre a las cosas. Trabajar no es causa del pecado, es parte del plan de Dios antes de la caída del hombre.

Hay un trabajo ideal si todo lo que hacemos lo hacemos como para el Señor, buscando esa excelencia en búsqueda del perfeccionamiento. Siendo ejemplares y siendo en todo momento embajadores del amor de Cristo. Cuando cambiamos la perspectiva para recordar que somos embajadores de Él, nuestra actitud en el entorno laboral tiene que cambiar.

Puede ser que la situación en la que nos encontremos ahora sea que hemos llegado de nuestro país, dejándolo todo, para comenzar desde cero. Quizás en esta situación no estamos trabajando y estamos en búsqueda de empleo, quizás para ello hemos de hacer otra actividad que no está relacionada con nuestra formación profesional o no va en línea de la experiencia que tenemos.

Quizás la situación es que nos hemos quedado sin empleo recientemente por cualquier motivo, la empresa ha reducido sus gastos, o bien, en dónde estás te sientes que no perteneces.

Quizás eres líder de un grupo de gente y estás completamente abrumado por el estrés que rodea tu situación.

Cualquiera que sea la cara de la moneda en la que te encuentres, si tenemos la actitud de servir al Señor al servir a otros, bien sea nuestros compañeros de trabajo, jefe o a nuestros trabajadores, haremos las cosas diferente. Las posibilidades de comenzar a disfrutar de lo que hacemos se amplían, nuestro espíritu se llenará de propósito, ya que trabajamos (servimos) con el propósito de agradar al Señor con nuestros actos. Ahí es donde encontraremos sentido a lo que hacemos, sea lo que sea, cualquiera de los escenarios anteriores o algún otro.

En hebreo, la palabra para "servir" puede ser traducida como "לשרת" (lesharet), que significa "servir, ayudar, prestar servicio". También se puede utilizar "עובד" (ovad), que significa "trabajar" o "servir" en un sentido más general de dedicación a una tarea o a Dios.

Te propongo un reto: esta semana pon en práctica ese versículo que mi madre me recordaba cada vez que me frustraba con una petición que yo consideraba absurda: "Y todo lo que hagáis, hacedlo de corazón, como para el Señor, y no para los hombres" (Col 3:23). Te aseguro que tu actitud empieza con un recordatorio de versículo a la vez.

Publicado en: PROTESTANTE DIGITAL - Recursos humanos - ¿Hay un trabajo ideal?