Quemen las naves
Nos acercamos al comienzo de un nuevo año. Ocasión propicia para intentarlo de nuevo; para enderezar el rumbo, alzar la mirada y reemprender la marcha. ¡Tenemos toda una vida por delante! Aprovechémosla.
22 DE DICIEMBRE DE 2019 · 09:00

Eliseo lo dejó y regresó. Tomó su yunta de bueyes y los sacrificó. Quemando la madera de la yunta, asó la carne y se la dio al pueblo, y ellos comieron. Luego partió para seguir a Elías y se puso a su servicio. 1 Reyes 19.21
El 19 de febrero de 1519, el explorador español Hernán Cortés zarpó para México con una comitiva de 11 naves, 13 caballos, 110 marineros y 553 soldados. A su llegada, la población indígena era de aproximadamente cinco millones. Desde un punto de vista puramente matemático, las probabilidades de éxito estaban en su contra en una proporción de 7,541 a 1.
Después de tocar tierra, Cortés emitió una orden que convirtió su misión en una propuesta de todo o nada: ¡Quemen las naves! Si puedes compartimentar el enigma moral de la colonización, hay aquí una lección para aprender.
Nueve de cada diez veces, recurrir al Plan B cuando el Plan A parece demasiado arriesgado, demasiado costoso o demasiado difícil termina en fracaso. Es por eso por lo que hay tantas personas viviendo su Plan B. No quemaron las naves. Las gentes del Plan A no tienen un Plan B. Prefieren estrellarse y perseguir sus sueños en lugar de buscar el éxito en alguna otra cosa.
Hay momentos en la vida cuando necesitamos quemar las naves. Quemar la nave llamada Fracaso. Quemar la nave llamada Malos Hábitos. Quemar la nave llamada Imposible. Quemar la nave llamada Remordimiento. Quemar la nave llamada Culpa. Quemar la nave llamada Mi Viejo Estilo de Vida. Quemar la nave llamada Yo no sirvo para nada.
Eso es precisamente lo que hizo Eliseo cuando convirtió su equipo de labranza en fuego y sus bueyes en asado a la parrilla. Aquella fue su última gran cena. Organizó una fiesta para sus amigos y compartió con ellos comida e historias hasta la madrugada. Fue aquel fuego el que convirtió esa noche en su noche más significativa y memorable: el viejo Eliseo se extinguía en esa hoguera para dar paso al nuevo Eliseo, aquel Eliseo que llegó a ser uno de los grandes profetas de Dios del Antiguo Testamento. El de aquella cena con sus amigos fue el último día de su antiguo ayer y el primero de su nuevo hoy.
Quemar su equipo de labranza fue para Eliseo como la quema de las naves lo fue para Hernán Cortés. Eliseo ya no tenía cómo volver a su antigua forma de vida. Había destruido la máquina del tiempo que lo podría haber llevado de regreso a su estatus anterior. Fue el final del Eliseo granjero y el comienzo del Eliseo profeta, que habría de proyectarse al futuro eterno como el sucesor de otro gran hombre de Dios, Elías.
Detente y piensa en la lección que nos deja Eliseo. Literalmente cocinó su antiguo estilo de vida y se lo comió para la cena. Eliminó la posibilidad de volver a la agricultura acabando con sus propios bueyes y tirando sus herramientas de labranza.
No importa si estás tratando de perder peso, de tomar un curso de posgrado, de escribir un libro, de iniciar un negocio o de salir de deudas. El primer paso es siempre el más difícil. Sin duda que lo fue para Hernán Cortés y lo fue para Eliseo. Pero ellos lo dieron: quemaron naves y quemaron aperos con todo y bueyes. Los registros de ambos son elocuentes en señalar que tanto uno como el otro se jugaron el futuro. Y ganaron.
Así es como se alcanzan las metas. Así es como se van a acabar las adicciones. Así es como se recuperarán las relaciones estropeadas. Así es como se desactivan los complejos. Deja el pasado en el pasado. Quema las naves.
Publicado en: PROTESTANTE DIGITAL - El escribidor - Quemen las naves