Privilegiados

La justificación implica el que Dios nos acepte.

06 DE SEPTIEMBRE DE 2025 · 22:40

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Foto de Hanny Naibaho en Unsplash

Los privilegios de los cuales son partícipes los creyentes aparecen reflejados en Romanos 5:1-2. Allí leemos:

“Justificados, pues, por la fe, tenemos paz para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo; por quien también tenemos entrada por la fe a esta gracia en la cual estamos firmes, y nos gloriamos en la esperanza de la gloria de Dios”.

La justificación implica el que Dios nos acepte. En vez de rechazarnos como a los pecadores (Mateo 7:23), Dios nos concede estar en Su presencia eternamente (Juan 17:24).

Esa aceptación se obtiene por medio de la fe, o confianza en Dios y en su obra en la cruz en favor de los pecadores. Sin fe, no es posible agradar a Dios (Hebreos 11:6) y sin fe, no hay gracia. En un sentido, la fe es la llave que abre la puerta de la gracia divina (Efesios 2:8-9).

Dicha confianza debe basarse en el Señor Jesucristo, el único Salvador. No podemos depositar nuestra fe ni en cualquier otro ni en cualquier otra cosa. Por muy sincera que sea esa fe, si no se ha depositado en Cristo, no sirve.

No obstante, si nos arrepentimos y confiamos en el Salvador, entonces tenemos esperanza. Y esa esperanza deslumbra de lo increíble que es: Los pecadores pueden entrar en el Reino de los Cielos y disfrutar de la gloria de Dios.

¿Por qué? ¿Cómo es esto posible? Leamos los versículos anteriores:

“Su fe le fue contada por justicia. Y no solamente con respecto a él se escribió que le fue contada, sino también con respecto a nosotros a quienes ha de ser contada, esto es, a los que creemos en el que levantó de los muertos a Jesús, Señor nuestro, el cual fue entregado por nuestras transgresiones, y resucitado para nuestra justificación” (Romanos 4:22-25).

La fe verdadera incluye dos elementos fundamentales: La muerte y la resurrección de Cristo, Señor nuestro. Esto conlleva varias ramificaciones:

Primeramente, si es nuestro Señor, entonces deducimos que somos Sus súbditos. La fe verdadera implica sumisión al Señor y a Su Palabra. Si no existe dicho elemento en tu fe, debieras preguntarte seriamente si de veras disfrutas de la justificación (Tito 1:16).

En segundo lugar, Si Cristo “fue entregado por nuestras transgresiones”, una persona que ama a Cristo se desmarca de sus transgresiones. “La gracia sea con todos los que aman a nuestro Señor Jesucristo con amor inalterable” (Efesios 6:24).

 

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