El camino a la felicidad trazado por la Biblia

La respuesta a la felicidad es alguien, no una cosa.

18 DE ENERO DE 2025 · 23:50

Fotografía de <a target="_blank" href="https://unsplash.com/es/@nathananderson">Nathan Anderson</a>. / Unsplash.,
Fotografía de Nathan Anderson. / Unsplash.

Filipenses 4:8 comienza enfocando nuestros pensamientos. Leemos:

“Todo lo que es verdadero, todo lo honesto, todo lo justo, todo lo puro, todo lo amable, todo lo que es de buen nombre; si hay virtud alguna, si algo digno de alabanza, en esto pensad”.

Pero el problema es que podemos limitarnos a pensar en cosas para alcanzar la felicidad. Eso no es lo que proporciona gozo ya que las cosas son, en el mejor de los casos, temporales:

“Porque nada hemos traído a este mundo, y sin duda nada podremos sacar” (1ª Timoteo 6:7).

“El mundo pasa, y sus deseos; pero el que hace la voluntad de Dios permanece para siempre” (1ª Juan 2:17).

La Biblia por tanto nos encamina hacia la solución en el Salmo 4:7. Allí leemos:

“Tú diste alegría a mi corazón”.

¿Te has dado cuenta de la diferencia? La respuesta a la felicidad es alguien, no una cosa: “Tú”. Es decir, Dios.

Y ¿cómo proporciona Dios la felicidad?

Ante todo, a través del perdón de pecados: “Bienaventurado aquel cuya transgresión ha sido perdonada, y cubierto su pecado. Bienaventurado el hombre a quien Dios no culpa de iniquidad, y en cuyo espíritu no hay engaño” (Salmo 32:1-2).

Resumiendo: Si quieres encontrar gozo permanente, debes primeramente encontrar la paz con Dios mediante Cristo. Como hemos visto en el versículo de 1ª Juan 2:17b, haz la voluntad del Señor. Ya puedo oírte preguntar que cuál es Su voluntad… Vamos allá:

“Oh hombre, él te ha declarado lo que es bueno, y qué pide Dios de ti: solamente hacer justicia, y amar misericordia, y humillarte ante tu Dios” (Miqueas 6:8).

“La voluntad de Dios es vuestra santificación” (1ª Tesalonicenses 4 :3).

Así se llega a la felicidad: Si obedecemos a Dios y dejamos atrás el pecado, en vez de remordimientos y culpa, podremos andar rectamente con una sonrisa en el rostro conociendo el amor de Dios, Su misericordia y bendición manifestados en el Salvador:

“Ahora, pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús, los que no andan conforme a la carne, sino conforme al Espíritu” (Romanos 8:1).

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