La evangelización en el Libro de Hechos de los apóstoles (III)
Podemos decir que la evangelización no se produce solo con la predicación del Evangelio; eso es solo el inicio. Es necesario “hacer discípulos…”
02 DE JULIO DE 2025 · 17:35

Introducción
Ya mencionamos en las dos exposiciones anteriores que el libro de los Hechos de los Apóstoles cubre un espacio de unos 32 años (31-63 d.C.); que los Apóstoles y discípulos del Señor, una vez recibido el Espíritu Santo en el día de Pentecostés, se dieron a cumplir con la misión que el Señor les había ordenado (Mt.28.19-20).
También vimos que el mensaje central de ellos era la persona de Jesucristo: Sus enseñanzas, sus obras, su muerte, su resurrección y su exaltación a los cielos.
Elementos esenciales en el cumplimiento de la Gran Comisión
Predicar y enseñar, elementos esenciales en la evangelización-integral (Ef.3.8-9 y Col.1.25-28).
Al hablar de la evangelización no podemos olvidar que ella misma forma parte de la Gran Comisión (a partir de aquí G.C.). Podemos decir que la evangelización no se produce solo con la predicación del Evangelio; eso es solo el inicio. Es necesario “hacer discípulos…”
Lo cual se lleva a cabo por la predicación; pero luego dice: “enseñándoles que guarden todas las cosas que yo os he mandado” (Mt.28.19-20). Y eso se lleva a cabo por medio de la enseñanza.
De lo dicho anteriormente, se sigue que predicar y enseñar forman parte de la evangelización como de la G.C., y una no debe separarse de la otra. Es el kerigma (la proclamación) y la didajé, (la enseñanza) del Evangelio.
Por eso las palabras que ya recogimos en otra exposición, avalan esto que decimos. “Y todos los días, en el templo y por las casas, no cesaban de enseñar y predicar a Jesucristo” (Hch.5.42).
Esta realidad podemos verla en lo que fue el ministerio del Apóstol Pablo (entre otros muchos) cuando dijo que él había sido escogido, llamado y transformado por el poder de la gracia de Dios para “anunciar el evangelio… y de aclarar a todos…” (Ef.3.7-9), declaración que vuelve a afirmar en, Col.1.25 y 28: “Fui hecho ministro… para que anuncie cumplidamente la palabra de Dios… enseñando a todo hombre…” todo lo relacionado con “las inescrutables riquezas de Cristo…” (Ef.3.8).
Notemos que, anunciar y aclarar (o: anunciar y enseñar) son dos acciones diferentes pero esenciales y que forman parte de la G.C. En los Hechos vemos a los Apóstoles ejerciendo de predicadores y maestros. Doble ministerio este que no siempre se da en una persona (Hch.6.4).
De ahí la gran necesidad de que en la iglesia haya no solo evangelistas sino maestros de la Palabra. A veces se fundan iglesias que surgieron por la predicación de unos, pero cuyo fruto se perdió, en mucho, por falta de la enseñanza de los maestros de la Palabra.
Sin embargo, en la Iglesia del libro de los Hechos de los Apóstoles, se nos da una “fotografía” de lo que era la vida de la Iglesia desde el principio, señalando una de las actividades de la misma: “perseveraban en la doctrina de los apóstoles…” (Hch.2.42).
Luego, notemos que “en la iglesia que estaba en Antioquía, había profetas y maestros…” (Hch.13.1-3). Los profetas, muy necesarios en ese tiempo en el cual mucho de lo relacionado con el Nuevo Pacto se estaba recibiendo por revelación del Espíritu Santo (Ef.3.5); mientras que los maestros eran los encargados de enseñar a la congregación sobre todo lo que tenía que ver con el anuncio del Evangelio.
Una cosa es predicar que “Cristo fue entregado por nuestras trasgresiones y resucitado para nuestra justificación” (Ro.4.25), y otra es enseñar qué significa cada una de esas afirmaciones. Esto lo dejaron como ejemplo los mismos Apóstoles del Señor. Notemos la referencia a ese doble ministerio de predicación y enseñanza en la ciudad de Antioquía: Hch.11.20 y 26. Tanto el anuncio del Evangelio como la enseñanza sobre el mismo, estuvieron presentes en esa creciente iglesia.
También vemos lo mismo en Corinto, en Hechos 18:5 y 11; “Pablo estaba entregado por entero a la predicación de la Palabra…”. Y después añade: “Y se detuvo allí un año y seis meses, enseñándoles la palabra de Dios”.
Esto era una constante en las iglesias. En la iglesia de la ciudad de Éfeso vemos lo mismo: “Y cómo nada que fuese útil he rehuido de anunciaros y enseñaros, públicamente y por las casas, testificando a judíos y a gentiles acerca del arrepentimiento para con Dios y la fe en nuestro Señor Jesucristo.” (Hch.20.20-21). Por tanto, en el cumplimiento de la G.C., la Palabra de Dios se predica y se enseña, según el testimonio dado en los Hechos de los Apóstoles.
Por otra parte, Efesios 4.10-11 siempre nos recordará la necesidad de los cinco ministerios para la edificación de la Iglesia del Señor. Los Apóstoles del Señor como los receptores y transmisores del Nuevo Pacto que, junto con los profetas, una vez completada la Revelación divina en Cristo Jesús, ya no tienen lugar 1.
La guía y la estrategia del Espíritu Santo en relación con la G.C
En relación con el cumplimiento de la G.C., vemos algunas cosas extraordinarias en la forma en la cual el Espíritu Santo guió a los predicadores. Esas cosas extraordinarias no tienen por qué darse siempre y de la misma forma. Pero antes de la guía del Espíritu Santo, es necesario que se reconozca la necesidad de la obediencia al Señor de la misión.
Predicamos por obediencia, nos sintamos guiados a no, de una manera o de otra. La guía del Espíritu vendrá cuando sea necesario, y así el Espíritu de Dios lo considere. Hace muchos años leí una biografía de Juan Wesley en la cual se contaba que, en un principio, Wesley creía que para predicar tenía que “sentir la guía del Espíritu”.
Entonces, esperó y esperó dicha guía; pero se pasaron unos días y la guía no llegó. Entonces cayó en la cuenta de que para predicar el Evangelio no era necesario la guía del Espíritu, sino la obediencia. Así que se acabó el tiempo de espera y comenzó a predicar.
Sin embargo, hay ocasiones en las cuales los predicadores van a necesitar la guía del Espíritu y la van a experimentar. A veces dicha guía no se aprecia, porque no será nada dramático, sino una acción derivada del conocimiento recibido de la Palabra de Dios.
El ejemplo del evangelista Felipe
En los Hechos de los Apóstoles 8.4-5-12, se nos dice que “Felipe descendió a Samaria y les predicaba a Cristo (…) anunciaba el evangelio del reino de Dios y el nombre de Jesucristo”.
Felipe estaba dando cumplimiento a “la agenda de Jesús” de predicar de acuerdo al orden que Él les marcó: “Jerusalén… Judea… Samaria y hasta lo último de la tierra” (Hch.1.8).
Así que aunque los Apóstoles y discípulos en general conocían dicha agenda, era difícil que ellos la cumplieran sin que el Espíritu obrara en ellos. Por tanto, después de haber predicado el Evangelio en Jerusalén, surgió la persecución contra la Iglesia y ese fue el medio que Dios usó para “llevarlos afuera”.
Así que los creyentes tuvieron que huir a otros lugares donde no fueran perseguidos. Pero no era fácil que por ellos mismos entraran en tierra de samaritanos. Así que aunque “iban por todas partes” (Hch.8.4) no entraron en Samaria, dada la enemistad que había entre judíos y samaritanos (J.4.9).
Pero Felipe lo hizo y quizás fue porque entendió de antemano, de Cristo mismo, que “en Cristo Jesús ya no hay judío, ni samaritano, ni gentil…” (Gál.3.28).
Así pudo bendecir a los enemigos de Israel. Sus enemigos. Pero luego, estando en el gran apogeo del avivamiento espiritual en Samaria, disfrutando de la comunión y confraternizando, Felipe estaba en condiciones de “aprovecharse” de aquella situación y quedarse allí, gozando de los resultados de “su ministerio”.
Sin embargo, no lo hizo. Él estaba dispuesto a obedecer y pronto recibió la guía del Señor para salir de allí, alejarse del “éxito” y predicarle a un hombre solo. Así que, leemos: “Un ángel del Señor habló a Felipe… El Espíritu dijo a Felipe…” (Ver, Hech.8.26-29).
Claro que es una guía especial porque el momento histórico también era especial. El Señor mismo tenía su propia estrategia y llegado el momento Él guía a su siervo para predicar allí, cómo y a quién considere oportuno, sabiendo que esa persona será a su vez un mensajero suyo para llevar el Evangelio mucho más allá de lo que Felipe había imaginado. ¿Y por qué va a ser diferente en el día de hoy, cuando sea necesario ir más allá de nuestro entorno y contexto social?
Mientras escribía esto, me vino a la mente que fue hace ya 59 años que mi esposa y yo recibimos el testimonio del Evangelio. Fue por un joven matrimonio norteamericano que vino con Operación Movilización (O.M.). En todo este tiempo no parece que dichos misioneros hayan tenido un ministerio de “éxito” (Según hoy día se habla de “éxito”, en el campo evangélico).
Pero sí podemos contar, a partir de las primeras conversiones y en distintos lugares, lo que Dios ha hecho extendiendo el testimonio a decenas de creyentes que, una vez convertidos al evangelio, se entregaron a Jesús experimentando el camino de la salvación.
En este caso, ese fue el resultado de una guía especial de parte del Señor a los misioneros, cuando “sintieron”, de una forma poderosa, que Él les estaba guiando a España para predicar el Evangelio.
El ejemplo del Apóstol Pedro
El relato de cómo el Apóstol Pedro fue guiado por el Señor y su Espíritu, lo tenemos en Hechos 10. Por él mismo no hubiera predicado el Evangelio a personas no judías.
Pero el Señor tenía el plan de bendecir a los gentiles (no judíos) con la salvación, por medio del Evangelio. Así que tiene que preparar adecuadamente a Pedro; y mientras él estaba orando en la azotea de una vivienda donde se hospedaba, en la ciudad de Jope, Pedro tiene una visión que se repite por tres veces.
A través de esa triple visión Dios le muestra que aquellas personas –no judías- que él creía que eran “inmundas” Dios quería que Pedro las visitara para hablarles las buenas nuevas del Evangelio. Así que cuando tuvo la visión, se presentaron tres hombres en la casa a preguntar por Pedro para rogarle que les acompañaran.
Y el Espíritu Santo habló a Pedro anticipando la llegada de ellos y dándole la orden de que accediera y fuera con ellos a casa de Cornelio. Éste también había sido guiado por el Señor para que enviara a buscar a Pedro, lo cual hizo lo más pronto posible. Toda esta historia la tenemos recogida en el mismo capítulo 10 de Hechos de los Apóstoles.
El ejemplo del Apóstol Pablo
Como reza el dicho: “El hombre propone y Dios dispone”. Aunque este dicho se aplica en el terreno humano como resultado de que no siempre lo que “el hombre propone” se realiza, la verdad es que es del todo necesario que lo tengamos en cuenta en relación con el cumplimiento de la G.C.
Cierto es que mientras obedecemos en el cumplimiento de la G.C., actuamos acorde con lo que tenemos en mente y ante nosotros. Deseamos obedecer y somos consecuentes. Sin embargo, a veces Dios mismo cambia las estrategias.
Un ejemplo de esto que decimos fue lo que le pasó a Pablo y su equipo, formado por Silas y el joven Timoteo (Hch.5.40; 16.1-3). Ellos querían actuar conforme a su itinerario trazado.
Sin embargo, “les fue prohibido por el Espíritu Santo hablar la palabra en Asia; y cuando llegaron a Misa, intentaron ir a Bitinia, pero el Espíritu no se lo permitió.” (Hch.16.5-6).
No sabemos cómo se dio en la práctica esa guía del Espíritu. Pero conociendo la forma de obrar de Dios, cuando Él se propone algo, siempre encuentra la forma de darlo a conocer a sus siervos. El texto nos dice que en un caso “no se lo permitió”, mientras que en otro, “se lo prohibió”.
Pero no obstante, tanto el “no permiso” como “la prohibición” no ocurrió de parte del Espíritu para que no hicieran nada, sino para mostrar otra alternativa, otra estrategia.
Las otras alternativas que Pablo tenía en mente no estaban mal; pero no eran las alternativas del Espíritu. De ahí que, ahora sí, recibieran una guía clara de parte del Señor hacia dónde tenían que dirigir sus pasos para predicar el Evangelio. El Señor le habló a Pablo a través de un sueño para que fuera a Macedonia.
Así que allí se dirigieron, llegando a la ciudad de Filipos. (Ver, Hch.16.9-10). Esa fue la estrategia del Espíritu con el fin de que el Evangelio entrara a Europa, por la ciudad mencionada.
Lo demás es historia. Aunque algunos “expertos” nos digan que este capítulo 16 de Hechos “no debe tomarse como histórico, sino un constructo literario”. Allá ellos. (Seguiremos)
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NOTA: Otros ejemplos de cómo el Señor habló animando, guardando y guiando a sus siervos, mientras cumplen con la G.C., aun en medio de serias dificultades, los encontramos: En Hechos 18.9-11, para quitar el temor de su siervo y animarle a seguir dando testimonio. En Hechos 23.11, para anticipar un viaje y testimonio de Pablo en Roma. Y en Hechos 27.23-24, para dar confianza en medio de una terrible tormenta en alta mar. Mientras que en otras ocasiones, solo saben que tienen la perfecta y completa compañía del Señor, en medio de sus muchas y grandes tribulaciones. -Ver, 2ªTi.4.17-18-).
1. Este es un tema controvertido, dado que muchos creen que el ministerio apostólico está vigente hoy día, mientras que otros no estamos de acuerdo con esa posición. Más bien creemos que el ministerio de los Apóstoles y profetas siguen edificando a la Iglesia a través de las Sagradas Escrituras del Nuevo Testamento que ellos nos legaron. Ese legado constituye lo que conocemos como el Nuevo Pacto y vino a ser “el fundamento de los Apóstoles y profetas, siendo la principal piedra del ángulo, Jesucristo mismo…” (Ef.2.20-21).
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