El pastor indiscreto

Dado que está muy de moda hacer lo que los demás hacen, decir lo que los demás dicen y pensar como los demás piensan, aconteció en el variopinto panorama de nuestro ámbito evangélico, y en un lugar concreto lo siguiente: se creyó en la necesidad de buscar un obrero a todo tiempo para que atendiese las necesidades de los creyentes. Se buscó por todas partes y resultando infructuosa dicha búsqueda.

07 DE ABRIL DE 2007 · 22:00

,
Cierto día apareció por la iglesia local una persona que nadie conocía, que no había sido recomendado por nadie, pero ante la necesidad apremiante según algunos, fue aceptado. En el tiempo de prueba resultó seguir el perfil pedido y fue votado por la mayoría. Pasados unos meses se comenzaron a notar los cambios y todo iba sobre ruedas hasta que una persona tuvo un problema muy grande y, cómo no, se fue a entrevistar con el pastor. Le contó toda su vida y se sintió aliviado, porque oraron, leyeron la Palabra y hasta cantaron un himno. Cuando llegó el domingo el pastor tuvo su participación habitual, los hermanos participaban cada vez menos, y le pareció bien compartir la experiencia del hermano con toda la congregación. En ese instante el hermano se sintió traicionado por el pastor indiscreto y todas sus esperanzas se hicieron añicos. Algunas veces corremos el riesgo de que nos ocurra algo parecido cuando depositamos nuestra confianza en los hermanos y no en el Señor. ¿Confiamos en nuestra religión o en nuestra familia en la fe, más que en el Señor?. Es cierto que necesitamos los unos de los otros y la Palabra nos dice que tenemos una bendición grande al estar juntos en armonía, pero me preocupa que no seamos capaces de hablar de nuestras diferencias, de enterrar viejos rencores que ya huelen a rancio y que nos apuntemos a la moda de buscar a alguien, cuanto más lejos mejor, que nos solucione los problemas internos que no sabemos afrontar debido a la facilidad que nos supone llevar una vida tranquila sin compromisos con el Señor y sin humillarnos bajo su poderosa mano. Por otra parte es triste que no nos valoremos lo suficiente entre nosotros. El grado de reconocimiento social es, en ocasiones, muy superior al que hacemos entre nosotros. ¿Creemos antes a los incrédulos que a los hermanos?. Deberíamos juzgar menos y amar más. Repasemos la carta de Santiago si alguno piensa que estoy exagerando. Pienso que es la mejor prueba que nos podamos plantear. Si no nos ruborizamos ante su lectura y asimilación es que pueden suceder dos cosas: o que lo estamos haciendo bien o que hemos llegado a la insensibilidad y ya no nos enfadamos, más bien, pasamos de todo. Finalmente creo que es justo apuntar que los hermanos que dejan todo por el Señor para servir de Pastores, Evangelistas o de Maestros tienen que considerar algunos elementos que en tiempos pasados no acontecían. Entre ellos está el que hemos considerado, pero ante la avalancha económica en la que estamos inmersos, el obrero a todo tiempo está en declive no por la supuesta falta de vocaciones o de llamamientos que dirían algunos, sino por la excesiva dependencia que supone ser sostenido por aquellos a los que tendrá que disciplinar por un lado y que por otra parte discrepará en algunos asuntos. Sería bueno reflexionar individualmente sobre este asunto y orar al Señor para que nos perdone, nos restaure y sane nuestras congregaciones y nuestra tierra.

Publicado en: PROTESTANTE DIGITAL - Opinión - El pastor indiscreto