Dios, arquitecto de la familia

Último artículo de la serie titulada Hacia un concepto realista de familia, del escritor, psiquiatra y líder evangélico Pablo Martínez Vila.

16 DE NOVIEMBRE DE 2007 · 23:00

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Hacia un concepto realista de familia (VI)

Hablábamos al principio de esta serie sobre “un concepto realista de familia” de tres protagonistas en la historia de Rut: las circunstancias, la respuesta de la familia ante estas circunstancias, y en tercer lugar de Dios. A El –a Dios- vamos a dedicar este último artículo de la serie, que no por postrero es el menos importante, sino más bien todo lo contrario. Sin Dios, la familia viene a ser como un edificio construido sobre la arena: le falta el cimiento. El salmista expresa esta idea con una metáfora semejante, la del arquitecto: «Si Dios no edifica la casa, en vano trabajan los que la edifican... Por demás es que os levantéis de madrugada, y vayáis tarde a reposar...» (Salmo 127:1-2). Uno puede asistir a muchos cursos de terapia matrimonial o familiar, puede leer todos los libros a su alcance sobre estos temas, puede esforzarse tanto que llegue a «comer pan de dolores», como dice el salmista (v.2). Todo ello es bueno en sí mismo y lo recomendamos. Pero no es suficiente. Para nosotros, como cristianos, falta algo, lo más importante: la fe y la confianza en Dios, el fundador y arquitecto de la familia. Él tiene los «planos» del edificio porque fue él quien diseñó la familia. Nosotros somos simplemente los albañiles. Por ello necesitamos recurrir constantemente a él para construir con sabiduría. A ningún albañil se le ocurre edificar a su antojo y prescindir de la experta dirección del arquitecto. Tampoco nosotros podemos cometer semejante insensatez en el delicado proceso de edificar nuestro matrimonio y nuestra familia. En otras palabras, la fe y el amor son como las dos alas de un pájaro, van juntas y no se pueden separar. El amor se sostiene con los ojos de la fe y la fe se muestra activa en el amor. Esta es la realidad que descubrimos también en el libro de Rut. Todos los miembros de aquella familia tenían fe en un Dios personal. La frase de Booz referida a Dios —«bajo cuyas alas has venido a refugiarte» (2:12)— expresa un concepto casi maternal de Dios. Observemos cómo se refieren a Dios con la palabra «Yahwéh», aludiendo así al Dios del Pacto, fiel y cercano. Levantar los ojos al cielo en actitud de confianza y dependencia de Dios es lo que va a hacer que la familia funcione. Podríamos mencionar muchas maneras de cómo Dios «edifica la casa»; pero nos limitaremos a dos de ellas que son muy evidentes en la familia de Noemí:Dios nos renueva las fuerzas.
La vida familiar implica una brega diaria intensa. Incluso una lucha contra muy diversos problemas: materiales, emocionales, espirituales. Tal brega desgasta y puede llevar al desánimo, al agotamiento, a veces al deseo de abandonar. Es en estos momentos cuando la mirada al cielo refresca y renueva las fuerzas. Los ojos de la fe nos acercan a Cristo, fuente de descanso de nuestros «trabajos y cargas», incluidas las cuitas familiares (Mateo 11:28).
- Dios transforma desiertos en oasis.
Dios no se limita a darnos descanso y fuerzas renovadas. En su sabiduría Él restaura, transforma, cambia los problemas y las circunstancias a fin de cumplir sus propósitos para nuestro bien. Ello es así porque Él dirige nuestros pasos tanto en la vida personal como en la familiar: «Por el Señor son ordenados los pasos del hombre, y Él aprueba su caminos. Joven fui y he envejecido, y no he visto justo desamparado, ni su descendencia (familia) que mendigue pan» (Salmo 37:23,25). Sí, Dios cambia la desesperanza en esperanza porque siempre provee una salida, abre camino donde parece que no lo hay: «He aquí que yo hago cosa nueva, pronto saldrá a luz… Otra vez abriré camino en e! desierto y ríos en la soledad» (Isaías 43:19). Esta capacidad de Dios para convertir las tragedias en historias con sentido es la lección más formidable del libro de Rut; ésta fue la experiencia de aquellas dos mujeres que, en medio de muchas adversidades y sufrimiento fueron a refugiarse bajo las alas de Yahwéh.
Así pues, en esa confianza en Dios radica la clave última –y fundamental- para una familia sana.
Artículos anteriores de esta serie:
1Ni familia `a la carta´ ni de `Disneylandia´
2Familias imperfectas pero sanas
3¿Cómo transmitir el amor en la familia?
4Familia construida con palabras de amor
5La familia construida con decisiones

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