Visión de mosca: Distracciones en el cumplimiento de la misión
Debemos desistir de nuestro empeño en fragmentar la visión y de relegar la tarea global a las sobras.
08 DE OCTUBRE DE 2022 · 18:00
Para poder alcanzar una meta necesitamos verla. A esto lo llamamos visión. Cuando hablamos de visión en relación con la obra, hablamos de una combinación entre una meta que entendemos nos ha sido mostrada por el Señor y algo que sentimos como una pasión propia. La visión de la Iglesia muchas veces ha sido fragmentada hasta quedar reducida a casi nada. Como la visión fragmentada del ojo de la mosca. Priva más las necesidades inmediatas que no la Gran Comisión. La tarea global queda relegada al último lugar en las prioridades de la comunidad, cuando debería ostentar el primero. Por ello es importante empezar por revisar nuestra visión.
En el primer siglo “los leones” eran la amenaza al acecho de los cristianos, ¡hoy lo son “las moscas”! Algo así nos dice Eclesiastés 10:1: “Las moscas muertas hacen que el ungüento del perfumista dé mal olor; un poco de insensatez pesa más que la sabiduría y el honor”. Las moscas pueden enturbiar Su aroma en nosotros sus mensajeros, y por tanto impedir que Su fragancia alcance a la humanidad.
Estos bichitos pueden parecer insignificantes, pero han llenado nuestro refranero: “Te distraes con una mosca”, “Eres más pesado que las moscas en verano”, “En boca cerrada no entran moscas”, “Tengo la mosca detrás de la oreja”, “¿Qué mosca te ha picado?” Siendo tan pequeñas pueden causar gran molestia y distraernos de lo que realmente importa. En la cita, Eclesiastés nos habla de cómo un “pequeño” desliz puede arruinar una reputación. Un pastor que le grita a su mujer en público, un juez que es pillado bebido al volante, un académico que ha copiado parte de su tesis, un político que acepta un soborno… Tristemente las noticias están llenas de casos así. El mismo efecto tiene una mosca en el perfume. Es como encontrarse una mosca flotando en la sopa de un restaurante con estrellas Michelin. Las estrellas se van volando, la mosca no.
Las moscas en la Biblia son también un símbolo de la obra destructora de Satanás. Así los fariseos queriendo acusar a Jesús de usar poderes diabólicos le increpan diciendo: “Éste no echa fuera los demonios sino por Belcebú, príncipe de los demonios” (Mt. 12:24). Belcebú (del hebreo Baal-zebub, esto es: “señor de las moscas”) era una forma despectiva de referirse a los dioses fenicios. Las partes ofrecidas en el altar por los sacrificios hebreos se quemaban por completo. No quedaban sino las cenizas. El humo espantaba a las moscas y las cenizas no les apetecían. Mientras que en los sacrificios paganos las pezuñas, vísceras u otros restos quedaban tal cual atrayendo a las moscas. Así usando “Belcebú” como un sarcasmo, los judíos se burlaban de sus divinidades diciendo que al parecer sólo atraía la respuesta del señor de las moscas. A quien acabaron identificando como Satanás. William Goding se inspiró en dicho concepto para escribir su famosa novela “El Señor de las Moscas”, que nos relata la escalada violenta y autodestructiva de unos niños que sobreviven a un accidente aéreo en una isla desierta.
Podemos decir que Belcebú está interesado en aquellas sobras que no se le ofrecen al Señor en holocausto. Estas pueden ser múltiples y diversas. “Las zorras pequeñas que arruinan las viñas”, según Cantares (2:15). Pero en el tema que nos ocupa podrían ser actitudes negativas tales como cortedad de miras, falta de fe y presupuesto, negarse a colaborar con otros, pereza y búsqueda de comodidad, anteponer los miedos al llamamiento, querer tener los resultados garantizados para dar el primer paso, no querer desprendernos de nuestros mejores elementos… Y la peor de todas, ¡menospreciar la obra de Jesús conformándonos a las mentiras del diablo! A la insinuación de los fariseos Jesús replicó: “Todo reino dividido [fragmentado] contra sí mismo, es asolado” (Mt. 12:25). Si fragmentamos la visión corremos el peligro de quedar asolados. Y acaba diciendo: “El que no está conmigo, está contra mí; y el que no recoge conmigo, desparrama [fragmenta]” (Mt. 12:30). Es la versión bíblica de nuestro “divide y vencerás”. Pues bien, Satanás no está dividido, pero la iglesia y su visión lamentablemente sí. Y la labor del enemigo es asegurarse de que siga siendo así.
¿Qué tienen que ver las moscas con la misión? ¿Acaso se trata de vacunarse contra la malaria? Empecemos por el principio. Pensando específicamente en el mundo árabe encontramos un detalle inquietante en Hechos capítulo 2, en el relato de Pentecostés:
“7 Y estaban asombrados y se maravillaban, diciendo: Mirad, ¿no son galileos todos estos que están hablando? 8 ¿Cómo es que cada uno de nosotros los oímos hablar en nuestra lengua en la que hemos nacido? 9 …hasta ÁRABES, les oímos hablar en nuestros idiomas de las maravillas de Dios.” (Hch. 2:7-11)
Con el derramamiento del Espíritu Santo en Pentecostés se inició la Iglesia. En el día uno de la iglesia, en la hora uno y en el minuto uno, entre los oyentes – y asumimos que luego hubieron también convertidos al Evangelio – encontramos árabes. ¡Y luego quedaron olvidados hasta el siglo séptimo! La Iglesia descuidó su llamado por lo menos para una de las naciones. El señor de las moscas (o de la distracción) había entrado en acción. Voy a decirlo así: como los árabes no recibieron el Evangelio, se buscaron el suyo propio. ¿En qué estaba ocupada la Iglesia por entonces? En lo que al diablo más le gusta: en “divídete y serás vencida”. La iglesia estaba discutiendo sobre doctrinas. Y no ya sobre doctrinas básicas, sino sobre la quintaesencia de cualquier minucia. Los temas podían ser rocambolescos, del tipo: “Si una mosca cayere en agua bendita, ¿qué ocurre, se santifica la mosca o se contamina el agua?” o “¿Cuántos ángeles caben en la cabeza de un alfiler o cual es el sexo de los ángeles?”1 ¡Las moscas estaban ganándole la batalla a la Iglesia! Apenas tres siglos después de haberse liberado de la persecución y devastación romana, a tal punto se había fragmentado que los cristianos se mataban entre ellos por todo tipo de discrepancias.
El islam se extendió fácilmente donde otros que se llamaban también cristianos (arrianos2, monofisitas3, nestorianos4) eran perseguidos por la iglesia ortodoxa bizantina. Estos otros cristianos recibieron a los conquistadores árabes como a libertadores. En el año 649, un obispo nestoriano escribía: “Estos árabes no luchan contra nuestra religión cristiana; no, más bien defienden nuestra fe, respetan a nuestros sacerdotes y santos, y hacen donaciones a nuestras iglesias”.5 Así, en un primer momento los musulmanes fueron vistos como libertadores de la opresión bizantina por parte de los cristianos monofisitas y nestorianos de Siria y Egipto. Lo mismo se podía decir de los judíos perseguidos, quienes “liberados de las penurias de la persecución de Constantinopla, prosperaron como nunca antes, generando en el proceso una rica literatura espiritual de himnos, oraciones, sermones y obras pías”.6
Un caso ilustrativo es el de San Juan Damasceno. Éste y los escritores bizantinos tempranos asumían que el islam no era más que una forma heterodoxa del cristianismo. Esta opinión es particularmente interesante en su caso, ya que se había criado en la corte omeya de Damasco – el centro del joven imperio musulmán – donde su padre era visir y amigo íntimo del futuro califa Al-Yazid. En su vejez, Juan tomó los hábitos en el monasterio del desierto de Mar Saba, donde empezó a trabajar en su obra maestra, una refutación de las herejías titulada “Fuente del Conocimiento”. El libro incluye una precisa crítica del islam, la primera escrita por un cristiano (hacia el año 700), al que Juan consideraba muy estrechamente relacionado a la doctrina cristiana heterodoxa del nestorianismo. En su lista el islam era la herejía número 100 entre otras muchas de corte “cristiano”.
¿Qué más estuvo haciendo la Iglesia entre tanto? Construyendo la basílica de Santa Sofía para lo que necesitaba de fuertes ingresos que obtenía a base de agravar los impuestos de las provincias. Podemos decir que el islam se extendió fácilmente donde los otros cristianos fueron expoliados por Bizancio (la Roma Oriental) para construir la catedral más grande del imperio. ¿Nos suena familiar? No era a cambio de indulgencias, pero casi. En vez de cumplir con la Gran Comisión la iglesia estaba enfrascada en descalificaciones entre “denominaciones” y en construir “mega iglesias”. ¿Y esto, nos suena familiar?7
Volvamos a la pregunta del millón… Si una mosca cayere en agua bendita, ¿qué ocurre, se santifica la mosca o se contamina el agua? Si leemos Hageo 2:10-14, quizás no nos parezca una pregunta tan absurda. El profeta bajo inspiración increpa a los sacerdotes de la siguiente manera:
“12 'Si alguno lleva carne consagrada en la falda de su vestidura, y toca con su falda pan, alimento cocido, vino, aceite o cualquier otro alimento, ¿quedará éste consagrado?'" Y los sacerdotes respondieron, y dijeron: No. 13 Y dijo Hageo: Si alguno, inmundo por el contacto con un cadáver, toca cualquiera de estas cosas, ¿quedará inmunda? Respondieron los sacerdotes, y dijeron: Quedará inmunda” (2:12-13).
Según los sacerdotes: si carne consagrada toca algo no consagrado se pierde la bendición. Es decir, la mosca contamina el agua bendita. ¡Sin embargo Levítico parece decir lo contrario! “Esta es la ley de la ofrenda por el pecado: la ofrenda por el pecado será ofrecida delante del SEÑOR… Todo el que toque su carne quedará consagrado…” (Lv. 6:25, 27). El agua bendita santifica a la mosca. ¿Qué ocurrió cuando la mujer inmunda con flujo de sangre tocó a Jesús? ¿Quién fue alterado? ¿Lo santo por lo inmundo, o lo inmundo por lo santo? (Lc. 8:43-44) ¿Qué ocurría cuando la sombre de Pedro caía sobre los enfermos? (Hch. 5:15) ¿O cuando llevaban los paños del cuerpo de Pablo a los desvalidos? (Hch. 19:12) Cuando lo santo toca a lo inmundo es para liberarlo, redimirlo, sanarlo, santificarlo…
Siendo así, ¿por qué pues el profeta Hageo le dice al pueblo y en especial a los sacerdotes…? “Así es este pueblo y así es esta nación delante de mí" —declara el SEÑOR—"y así es toda obra de sus manos; y lo que aquí ofrecen, inmundo es” (v. 14). ¿Qué marca la diferencia entre Levítico y Hageo? 8 La respuesta la hallamos en el capítulo 1 y versículo 4: “¿Es tiempo para que vosotros habitéis en vuestras casas artesonadas mientras esta mi casa está desolada?”. Dicho de forma actual y para que se me entienda: ¡En vez de edificar el templo de Cristo en todas las naciones, estaban edificándose una confortable iglesia, que veían como propiedad suya, para engrosar sus filas y olvidarse de los extremos de la tierra! ¿Acaso Dios no quiere que tengamos un hogar (en el caso de Hageo) o un templo (en nuestro caso) donde cobijarnos y gozarnos? ¡Por supuesto que sí! Pero una cosa no quita la otra. Construir la casa del Señor hoy es llegar y tocar a los inmundos, como Jesús, allí dónde se encuentren. Es que nuestra sombra alcance a todos los que están por los caminos fuera de los templos, como ocurrió con Pedro. Es que nuestros paños (extensiones de nuestro cuerpo, i.e. miembros de nuestra iglesia) lleguen a los que están lejos, a los extremos del mundo, como ocurrió con Pablo.
¡No necesitamos agua bendita, porque nosotros somos el agua bendita! Dios quiere que seamos como agua bendita, extendiendo su bendición hasta los confines de la tierra. Quiere que seamos su perfume, extendiendo su fragancia a toda la humanidad (2Co. 2:14-16). Pero para ello debemos dejar de distraernos con las moscas. Con las disputas entre creyentes y con sólo edificar nuestra iglesia. Debemos desistir de nuestro empeño en fragmentar la visión y de relegar la tarea global a las sobras (lo que sólo atrae moscas). Debemos darnos cuenta de que la prioridad de Dios es enviar “apóstoles” (i.e. emisarios): “En esto se mostró el amor de Dios para con nosotros, en que Dios envió [Gr. apostellō] a su Hijo…” (1Jn. 4:9, 10). ¿Queremos recuperar la visión original de Dios? ¡Entonces pongamos la tarea global en su lugar de preeminencia!
Para ello debemos preguntarnos…
¿Qué pasos debemos dar para derribar paredes de discordia entre teologías y denominaciones, para evitar perder tiempo en peleas y discusiones, y crear un frente común dispuesto a afrontar juntos con altura de miras los mayores desafíos de las naciones?
¿Cómo convencer a la iglesia de la necesidad de dejar de gastar tiempo y dinero en “lugares” de comodidad y estar dispuestos a financiar no sólo el “templo” en nuestra Jerusalén, sino también a llegar hasta los confines de la tierra y los lugares más inhóspitos del planeta?
Ahí dejo el desafío…
Notas
Carlos Madrigal es miembro de la Plataforma Española de Misiones (AEE) que busca fomentar la colaboración entre líderes de iglesias locales y organizaciones evangélicas para impulsar la misión transcultural desde España: [email protected]
Extracto, con permiso del autor, del libro "Recomponiendo La Misión Con Jesús – Reflexiones sobre la misión, sobre la tarea global y sus implicaciones para el mundo" (Impresiones 2018) de Carlos Madrigal Mir. Para disponer del libro completo: https://www.amazon.es/dp/8494911279.
1 De ahí la expresión “discutir el sexo de los ángeles”, que significa una discusión o argumento inútil, en la que cada parte nunca puede llegar a probar sus aseveraciones a la parte contraria. Ya que éste era aparentemente el tema sobre el que estaban discutiendo los bizantinos cuando los otomanos ponían cerco a Constantinopla en el siglo XV.
2 Arrianismo: afirma que Dios Hijo fue creado por Dios Padre en un tiempo dado, por lo que es una criatura distinta, aunque también es dios.
3 Monofisismo (Gr. μόνος, monos, ‘uno’, y φύσις, physis, ‘naturaleza’): doctrina que sostiene que en Jesús sólo está presente la naturaleza divina.
4 Nestorianismo (o difisismo): considera a Cristo separado en dos personas, una humana y una divina, ambas completas e independientes.
5 Margaret Smith, Studies in Early Mysticism in the Near and Middle East, Oneworld, 1995, p. 120.
6 Ver Michele Piccirillo, The Christians in Palestine During a Time of Transition: 7th–9th Centuries en The Christian Heritage in the Holy Land, editado por Anthony O'Mahony, Scorpion Cavendish, 1995, p. 95.
7 No es que no se puedan construir templos, sino que no hay que hacerlo en detrimento de la gran comisión. Nosotros mismos construimos en Estambul el primer templo reconocido en la historia de la República de Turquía.
8 Una diferencia es que Hageo habla de cosas y Levíticos de personas.
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