Ágora, ¿en qué contribuyó Hipatia a la ciencia?
Ágora, ¿qué cambió en Alejandría en el 391? (I)
Decía mi profesor de cine, en el instituto, que toda película tiene un mensaje que “vender”, y que debemos tener eso siempre presente al entrar en el cine, y ser así nosotros mismos quienes decidamos si queremos o no “comprar” ese producto “ideológico”. Desde entonces, esa ha sido siempre mi actitud y, con esa disposición, fui a ver Ágora, la última película de Amenábar.
28 DE NOVIEMBRE DE 2009 · 23:00
¡ADVERTENCIA! A los que no la hayan visto, les conviene saber que en esta serie de artículos se discute la trama y el desenlace de la película.
LANZAR A LA FAMA PERSONAJES SEMIDESCONOCIDOS DE HACE 1600 AÑOS
Como ya ocurriera con su película anterior, Mar adentro, Amenábar se aparta de los temas de sus primeras películas, en los que el suspense y un poco de terror, misterio e intriga eran los ingredientes fundamentales. Si la muerte de Sanpedro en su anterior película era un alegato a favor de la eutanasia, ¿qué pretende Amenábar contando la vida y muerte de Hipatia en Ágora?:
“Yo reivindico la razón, dicho lo cual mi película no quiere ser un ataque a los cristianos. En la película lo que se denuncia es a los fundamentalistas, es decir, a los terroristas de ETA, a los fundamentalistas islámicos… esa gente dispuesta a matar por una idea.”(1)
Está claro que no ha elegido un tema “fácil”. Eligiendo la vida de la matemática y filósofa Hipatia para ese objetivo, Amenábar tiene que introducir al público en la Alejandría de hace 1600 años. Y eso tampoco es fácil. La película es lo que se espera de una superproducción de tema histórico: grandiosos escenarios, escenas de acción, fastuosos vestuarios, actores famosos, etc. Y el
resultado es creíble, permitiéndonos imaginar la antigua Alejandría en sus últimos siglos de esplendor, en la que el cristianismo es una fuerza en ascenso. Algunos anacronismos históricos, aunque ciertos (como la indumentaria de los soldados romanos o la loba con Rómulo y Remo) no deben impedirnos disfrutar de la recreación de aquel mundo que ha sido denominado “la antigüedad tardía”.
Es posible que fuera el fin de la antigüedad, pero aun así todavía había maestros de ciencias en Alejandría. Teón (h.335-h.405) y su hija Hipatia (h.355/370-415) fueron dos de ellos. Ambos fueron las cabezas visibles de la escuela neoplatónica de Alejandría. Sin embargo, y a diferencia de otros neoplatónicos más interesados por la mística e incluso el ocultismo, la actividad de estos alejandrinos se centró más en la ciencia, según se deduce tanto de sus obras conservadas como de las que se han perdido y conservamos sólo sus títulos. Pero ahí mismo empiezan los problemas de Ágora, pues ni padre ni hija fueron pensadores muy originales. Su mayor contribución fueron re-ediciones y comentarios de obras fundamentales de las ciencias y matemáticas alejandrinas como los Elementos de Euclides (h.300a.C.) y el Almagesto de Ptolomeo (h.90-h.168). Es más, los especialistas han observado que los esfuerzos por la simplificación y la eliminación de los aspectos más difíciles de esas obras sugieren que los alumnos de los que disponían Teón e Hipatia no eran demasiado brillantes, al menos en las ciencias.(2) Y en cualquier caso, ellos tampoco aportaron nada demasiado novedoso a la ciencia; de hecho, si su nombre ha sido preservado en los libros de historia de la ciencia es por la popularidad que durante siglos gozaron sus versiones didácticas de las obras clásicas y sus comentarios.(3) Teón escribió un tratado (perdido) sobre el astrolabio y la influencia de su obra se dejó sentir durante siglos, aunque ese aparato astronómico no parece claro que sea invención suya. Por su parte, se cree que Hipatia sí fue la inventora de un hidrómetro (para determinar la densidad relativa de los líquidos), que describe su alumno Sinesio (h.373-h.414) en una de sus cartas. Poco más puede decirse de ellos, y generalmente no ocupan más que un pequeño espacio (si acaso) en los libros de historia de las ciencias y las matemáticas. En cualquier caso, aunque no escribieran sobre ello, su enseñanza debió dedicarse a los muchos temas que cubría la filosofía neoplatónica, de los que la ciencia era sólo una pequeña parte. Es más, Sinesio, el alumno más aventajado de Hipatia, señala algo que era ya entonces un lugar común en el pensamiento filosófico y que lo ha seguido siendo hasta la ciencia moderna, la astronomía como un peldaño hacia algo más elevado… la filosofía y la teología.(4)
UNA HISTORIA DE LA CIENCIA… “DE CINE”
Hasta ahí la historia real. Pero he aquí que ahora Amenábar nos presenta a Hipatia
básicamente como una científica (astrónoma) que usa las matemáticas para resolver la estructura del sistema solar al margen de la ciencia de su época. Y, en ese empeño, aparece abandonando el sistema geocéntrico de Ptolomeo (y demás astrónomos antiguos), para seguir el heliocentrismo de Aristarco (h.310a.C.-h.230a.C.), que supera poco después descubriendo que la órbita terrestre es una elipse y no un círculo. Y esto es lo que desde la historia de la ciencia es realmente criticable. El heliocentrismo fue una hipótesis sin seguidores en el mundo antiguo y que no fue rescatado del olvido hasta Copérnico (1473-1543) en el siglo XVI. Y nadie ha siquiera sospechado o sugerido nunca que Hipatia tuviera interés en ella.(5)
En cuanto al lanzamiento de objetos desde lo alto del mástil de un barco, que demostraría el movimiento inercial apoyando así el movimiento de la tierra, lo único seguro que podemos decir es que no fue realizado por Hipatia. No que, nuevamente, no haya evidencia, ni la más remota, sobre ello; sino porque si Hipatia no fue una astrónoma, sino más bien una matemática, aunque ayudase a su padre a comentar a Ptolomeo, todavía menos se dedicó a la física. Y aunque lo hubiese sido, no habría recurrido a semejante experimento. La física antigua no era experimental, sino filosófica, utilizando la lógica como herramienta. Precisamente el uso de experimentos en la física, y en la ciencia en general, fue una de las bases del nacimiento de la ciencia moderna en los siglos XVI/XVII. Y uno de sus mayores artífices fue Galileo (1564-1642), que fue quien, precisamente, explicó el movimiento inercial que acabaría elaborándose en la primera ley de Newton (1643-1727), y lo usó para apoyar el heliocentrismo de Copérnico, y realizó experimentos para apoyar sus ideas (aunque incluso en su caso se ha discutido la amplitud de la base experimental de algunas de sus ideas).
En cualquier caso, la Hipatia de Amenábar no se queda ahí, sigue sus estudios sobre el movimiento de la tierra alrededor del Sol hasta descubrir que la tierra traza una órbita elíptica con el Sol en uno de sus focos para explicar que el sol esté más cerca en verano que en invierno. De esta manera, la Hipatia de Amenábar descubre también la primera ley de Kepler (1571-1630). Pero la ruptura del reinado del todopoderoso círculo como la figura curva más perfecta, no fue el resultado de un razonamiento matemático brillante sobre la observación simple de la variación de tamaño del Sol de verano a invierno (que se explicaba fácilmente con un círculo “excéntrico”, en el que la tierra no fuera el centro, o con un “epiciclo”, un círculo montado sobre otro círculo). No, fue el resultado de ocho años de tremendos esfuerzos de cálculo y análisis, por parte de Kepler, de los minuciosos datos observacionales de su maestro, Tycho Brahe (1546-1601), en relación con las posiciones de Marte a lo largo de su órbita. Eran éstos los datos más precisos de la astronomía pretelescópica, y Kepler batalló para ver qué curva cerrada podría explicar mejor esos datos, y la mejor aproximación fue la elipse. Trabajo nada fácil, porque las órbitas de los planetas no son tan elípticas como en los dibujos de los libros de texto y de Ágora, ¡sino casi circulares! En cualquier caso, el problema de Hipatia, como de los filósofos griegos en general, no era tanto la falta de datos como el exceso de prejuicios. El credo místico-filosófico de los neoplatónicos adoraba de tal manera la perfección del círculo, que aunque alguien hubiera susurrado a sus oídos la posibilidad de la elipse, no se hubiese conseguido otra cosa que poner sus mentes matemáticas a trabajar para reducir la elipse a una combinación de círculos. En realidad, ese fue el programa de la astronomía propuesto por Platón (428/427a.C.- 348/347a.C.), que intentó reducir el movimiento aparente “errante” de los planetas al círculo. Y así la solución encontrada siglos antes de Hipatia se basó en el uso de excéntricas y epiciclos.(6)
Dice Amenábar que “al introducir toda una trama astronómica a través de su personaje hemos especulado sobre el alcance de los estudios de Hipatia.”(7) El problema es que el calibre de la especulación hace que Hipatia aparezca como un personaje increíble y fabuloso a quien se atribuyen en pocos años los más destacados descubrimientos en física (un campo que nunca cultivó) y astronomía realizados a lo largo de unos 100 años entre los siglos XVI y XVII: Copérnico, Galileo y Kepler. Lástima que fuese asesinada por los cristianos; de no haber sido así, Amenábar podría haberle atribuido la relatividad de Einstein. ¡Por imaginación que no quede! La disparatada visión de Hipatia (una matemática y filósofa que no realizó contribuciones significativas originales a la ciencia, dedicándose principalmente a la enseñanza, la edición y el comentario de obras de ciencia ya antiguas para su época), que nos muestra Amenábar queda clara en esta respuesta suya a una pregunta en una entrevista en la versión digital de El Mundo:
“-¿Qué hay de Hipatia en ti? Una admiradora.
-Mucho y poco. Yo puedo mirar al cielo y hacerme muchas preguntas, pero soy incapaz de encontrar respuestas. Ella, Galileo, Copérnico, Einstein, las encontraron y quería rendirles homenaje. Gracias a ellos hoy tenemos GPS. Jajaj.”(8)
Pero la realidad fue por otros derroteros. Entre Hipatia y Galileo hay algo más que 1000 años largos, hay toda una transformación intelectual en las riberas del Mediterráneo.
“[...] el concepto de leyes matemáticas exactas de la naturaleza, débilmente presente en el pensamiento griego, alcanzó un poder mucho más convincente gracias al concepto cristiano de creación. Creo, pues, que constituye un don del cristianismo al pensamiento moderno. Ahora vemos que ese don se usa contra la religión, de la que procede. Y ese asesinato del propio padre con el arma heredada de él se hace cada vez más ingenuo. Kepler fue un sincero cristiano que adoraba a Dios en el orden matemático del mundo. Galileo, y aún más Newton, que era más religioso, fueron sinceros cristianos interesados en la obra de Dios. [...] será bueno ver que el árbol del que ha salido esa nueva semilla trashumante de la ciencia, es el árbol del cristianismo; fue un como radicalismo cristiano lo que hizo que la naturaleza, entendida antes como casa de los dioses, pasara a entenderse como el reino de la ley.”(9)
Autor: Pablo de Felipe es doctor en Bioquímica, investigador, escritor y profesor de Ciencia y Fe en el Seminario SEUT
En el próximo capítulo de esta serie:
¿Desapareció la ciencia en el siglo IV?
Juan Filopón: el último gran científico de Alejandría
El destino de la ciencia antigua
1) Entrevista a Amenábar en: www.selecciones.es/article/1568. 2) Theon of Alexandria. Biografía disponible en la página web de la University of St. Andrews: www-history.mcs.st-and.ac.uk/history/Biographies/Theon.html (traducción española en: ciencia.astroseti.org/matematicas/articulo.php?num=3670). Hypatia of Alexandria. Idem: www-history.mcs.st-and.ac.uk/history/Biographies/Hypatia.html (traducción española en: ciencia.astroseti.org/matematicas/articulo.php?num=3515). 3) John Thorp, In serach of Hypatia. Conferencia en la Asociación Canadiense de Filosofía (2004). Disponible en: www.acpcpa.ca/documents/Thorp.html. 4) Sinesio de Cirene. Sobre el astrolabio. Disponible en: www.livius.org/su-sz/synesius/synesius_astrolabe_3.html. 5) Clelia Martínez, en su reciente biografía Hipatia (La esfera de los libros, Madrid, 2009), comenta lo siguiente a propósito del comentario al libro III del Almagesto, que generalmente se considera obra de Hipatia: “En definitiva, el libro III es de particular importancia, sobre todo por las reflexiones y críticas que plantea al sistema de Ptolomeo, que siguió siendo el trabajo astronómico más importante hasta el siglo XVI, cuando a partir de Copérnico la localización de la Tierra se refiere siempre al Sol y se establece cuál es la relación del movimiento de ambos cuerpos celestes. Cabe preguntarse, por lo sugerente de la coincidencia, sobre la posible influencia de las reflexiones de Hipatia en el pensamiento de Copérnico, pues el astrónomo se dedicó a estudiar a los astrónomos griegos, y en particular a Ptolomeo, en Florencia, donde precisamente se conserva, en la biblioteca de los Medici, el único ejemplar existente del libro III de la Syntaxis [nombre original del libro que los árabes llamaron después Almagesto] de Ptolomeo con los comentarios de Hipatia.” (pp. 39, 40). Me temo que esto no pueda pasar de, como dice la autora, una coincidencia. Esas críticas de Hipatia a Ptolomeo son detalles técnicos que nada tienen que ver con un cambio radical del centro del sistema solar. Las críticas y, aún más, la insatisfacción con el complicado modelo planetario de Ptolomeo fueron corrientes a lo largo de la Edad Media. Copérnico hace referencia a ello en la carta dedicatoria al papa Pablo III en su Sobre las revoluciones para explicar los motivos que le llevaron a buscar autores que expusieran algún sistema alternativo, encontrándose así con referencias a astrónomos de la antigüedad que proponían una tierra en movimiento. Por otra parte, para el siglo XVI se contaba ya con suficientes descubrimientos geográficos como para considerar también obsoleta la Geografía de Ptolomeo, y de hecho, Copérnico menciona en su libro los recientes descubrimientos geográficos de portugueses y españoles (Sobre las revoluciones I.3. Original latino disponible en: http://la.wikisource.org/wiki/Liber:De_revolutionibus_orbium_coelestium, traducción inglesa en: http://www.webexhibits.org/calendars/year-text-Copernicus.html). Todo esto facilitaba una mirada crítica a Ptolomeo; pero no hay nada que nos permita relacionar la obra de Copérnico con Hipatia. 6) Inevitablemente, hay quien intenta justificar lo injustificable: “Y llegamos al momento clave, el descubrimiento de la forma que rige el Universo (el director juega con la idea de que Hipatia descubriera el movimiento elíptico de los planetas pero que su trágica muerte impidió reflejar por escrito para la posteridad; sin embargo ella moriría feliz. No hay certeza alguna de ello, pero de Hipatia también nos ha llegado un estudio sobre las Cónicas, por lo que ¿por qué no pudiera haber sido así?).” (Alfonso J. Población Sáez. Ágora e Hipatia. Centro virtual de divulgación de las matemáticas. Real Sociedad Matemática Española. Disponible en: divulgamat2.ehu.es/index.php?option=com_content&task=view&id=10297&Itemid=46. Sabemos que Hipatia realizó un comentario al tratado sobre las cónicas de Apolonio de Perga (h.262a.C.-190a.C.). Sí, pero ese libro fue leído por multitud de matemáticos y científicos durante casi dos milenios entre Apolonio y Kepler (del siglo III a.C. al XVII), sin que nadie propusiera esa idea. El propio Apolonio explicó las órbitas planetarias en base a círculos excéntricos y a los epiciclos circulares. Es más, Hipatia no fue la única que escribió un comentario a ese libro. Anteriormente lo hizo también Serenus de Antinópolis (h.300-h.360) y posteriormente Eutocio de Ascalón (h.480-h.540); el comentario de este último fue divulgado por uno de los dos arquitectos de la catedral de Santa Sofía en Constantinopla, Isidoro de Mileto (siglo VI), con lo que se ve algo sobre lo que nos extenderemos más adelante, que la ciencia no se acabó con Hipatia, y que ni siquiera el interés por Apolonio y por las cónicas se extinguió después del triunfo del cristianismo en lo que llamamos la “Edad Media”. Por imaginar, ¿Por qué no podemos atribuir a cualquiera de estos otros matemáticos lo que Amenábar quiere atribuir a Hipatia? Esta forma de proceder lleva a la historia-ficción, que es el género al que Ágora pertenece. 7) Página web oficial de Ágora: www.agoralapelicula.com. 8) Ha estado con nosotros... Alejandro Amenábar. Entrevista en El Mundo, 6 de Octubre de 2009, pregunta 25, Disponible en: www.elmundo.es/encuentros/invitados/2009/10/3823. 9) Carl F. von Weizsäcker. La importancia de la ciencia. Labor, Barcelona, 1966, p. 112.
1) Entrevista a Amenábar en: www.selecciones.es/article/1568. 2) Theon of Alexandria. Biografía disponible en la página web de la University of St. Andrews: www-history.mcs.st-and.ac.uk/history/Biographies/Theon.html (traducción española en: ciencia.astroseti.org/matematicas/articulo.php?num=3670). Hypatia of Alexandria. Idem: www-history.mcs.st-and.ac.uk/history/Biographies/Hypatia.html (traducción española en: ciencia.astroseti.org/matematicas/articulo.php?num=3515). 3) John Thorp, In serach of Hypatia. Conferencia en la Asociación Canadiense de Filosofía (2004). Disponible en: www.acpcpa.ca/documents/Thorp.html. 4) Sinesio de Cirene. Sobre el astrolabio. Disponible en: www.livius.org/su-sz/synesius/synesius_astrolabe_3.html. 5) Clelia Martínez, en su reciente biografía Hipatia (La esfera de los libros, Madrid, 2009), comenta lo siguiente a propósito del comentario al libro III del Almagesto, que generalmente se considera obra de Hipatia: “En definitiva, el libro III es de particular importancia, sobre todo por las reflexiones y críticas que plantea al sistema de Ptolomeo, que siguió siendo el trabajo astronómico más importante hasta el siglo XVI, cuando a partir de Copérnico la localización de la Tierra se refiere siempre al Sol y se establece cuál es la relación del movimiento de ambos cuerpos celestes. Cabe preguntarse, por lo sugerente de la coincidencia, sobre la posible influencia de las reflexiones de Hipatia en el pensamiento de Copérnico, pues el astrónomo se dedicó a estudiar a los astrónomos griegos, y en particular a Ptolomeo, en Florencia, donde precisamente se conserva, en la biblioteca de los Medici, el único ejemplar existente del libro III de la Syntaxis [nombre original del libro que los árabes llamaron después Almagesto] de Ptolomeo con los comentarios de Hipatia.” (pp. 39, 40). Me temo que esto no pueda pasar de, como dice la autora, una coincidencia. Esas críticas de Hipatia a Ptolomeo son detalles técnicos que nada tienen que ver con un cambio radical del centro del sistema solar. Las críticas y, aún más, la insatisfacción con el complicado modelo planetario de Ptolomeo fueron corrientes a lo largo de la Edad Media. Copérnico hace referencia a ello en la carta dedicatoria al papa Pablo III en su Sobre las revoluciones para explicar los motivos que le llevaron a buscar autores que expusieran algún sistema alternativo, encontrándose así con referencias a astrónomos de la antigüedad que proponían una tierra en movimiento. Por otra parte, para el siglo XVI se contaba ya con suficientes descubrimientos geográficos como para considerar también obsoleta la Geografía de Ptolomeo, y de hecho, Copérnico menciona en su libro los recientes descubrimientos geográficos de portugueses y españoles (Sobre las revoluciones I.3. Original latino disponible en: http://la.wikisource.org/wiki/Liber:De_revolutionibus_orbium_coelestium, traducción inglesa en: http://www.webexhibits.org/calendars/year-text-Copernicus.html). Todo esto facilitaba una mirada crítica a Ptolomeo; pero no hay nada que nos permita relacionar la obra de Copérnico con Hipatia. 6) Inevitablemente, hay quien intenta justificar lo injustificable: “Y llegamos al momento clave, el descubrimiento de la forma que rige el Universo (el director juega con la idea de que Hipatia descubriera el movimiento elíptico de los planetas pero que su trágica muerte impidió reflejar por escrito para la posteridad; sin embargo ella moriría feliz. No hay certeza alguna de ello, pero de Hipatia también nos ha llegado un estudio sobre las Cónicas, por lo que ¿por qué no pudiera haber sido así?).” (Alfonso J. Población Sáez. Ágora e Hipatia. Centro virtual de divulgación de las matemáticas. Real Sociedad Matemática Española. Disponible en: divulgamat2.ehu.es/index.php?option=com_content&task=view&id=10297&Itemid=46. Sabemos que Hipatia realizó un comentario al tratado sobre las cónicas de Apolonio de Perga (h.262a.C.-190a.C.). Sí, pero ese libro fue leído por multitud de matemáticos y científicos durante casi dos milenios entre Apolonio y Kepler (del siglo III a.C. al XVII), sin que nadie propusiera esa idea. El propio Apolonio explicó las órbitas planetarias en base a círculos excéntricos y a los epiciclos circulares. Es más, Hipatia no fue la única que escribió un comentario a ese libro. Anteriormente lo hizo también Serenus de Antinópolis (h.300-h.360) y posteriormente Eutocio de Ascalón (h.480-h.540); el comentario de este último fue divulgado por uno de los dos arquitectos de la catedral de Santa Sofía en Constantinopla, Isidoro de Mileto (siglo VI), con lo que se ve algo sobre lo que nos extenderemos más adelante, que la ciencia no se acabó con Hipatia, y que ni siquiera el interés por Apolonio y por las cónicas se extinguió después del triunfo del cristianismo en lo que llamamos la “Edad Media”. Por imaginar, ¿Por qué no podemos atribuir a cualquiera de estos otros matemáticos lo que Amenábar quiere atribuir a Hipatia? Esta forma de proceder lleva a la historia-ficción, que es el género al que Ágora pertenece. 7) Página web oficial de Ágora: www.agoralapelicula.com. 8) Ha estado con nosotros... Alejandro Amenábar. Entrevista en El Mundo, 6 de Octubre de 2009, pregunta 25, Disponible en: www.elmundo.es/encuentros/invitados/2009/10/3823. 9) Carl F. von Weizsäcker. La importancia de la ciencia. Labor, Barcelona, 1966, p. 112.
Publicado en: PROTESTANTE DIGITAL - Tubo de ensayo - Ágora, ¿en qué contribuyó Hipatia a la ciencia?