Literatura sapiencial: Proverbios

La literatura sapiencial (I): la sabiduría de Proverbios: 

26 DE NOVIEMBRE DE 2015 · 17:00

,Biblia Proverbios, Proverbios Salomón

Entre los mayores aportes conocidos en el campo de la literatura universal se encuentra la denominada literatura sapiencial, es decir, aquella que está relacionada con la sabiduría.

Naturalmente, la sabiduría hay que entenderla no como la acumulación de datos sino como el conocimiento de una manera de vivir sabiamente.

Los ejemplos egipcios al respecto son excepcionales –traduje algunos para mi libro La sabiduría del Antiguo Egipto– pero no puede dudarse de que la cima de la literatura sapiencial fue alcanzada por Israel y estuvo vinculada de una manera especial al rey Salomón.

De hecho, Salomón llegó a tener una importancia tan acusada que en siglos posteriores se publicaron obras atribuidas a él que, por supuesto, los judíos no aceptaron como suyas, pero que en algún caso, como en el del libro de la Sabiduría, encontraron su lugar en el canon católico del Antiguo Testamento demostrando una notable capacidad para aceptar documentos falsos como auténticos y una no menos clamorosa ignorancia en relación con lo referido a las Escrituras.

El primer libro de la literatura sapiencial contenido en la Biblia es el libro de los Proverbios. La obra presenta varios bloques muy concretos.

El primero (1: 1 – 9: 18) recoge una extraordinaria colección de máximas en las que se entreveran poemas, alegorías y digresiones. Su finalidad confesa es adquirir la sabiduría (1: 2-6), una sabiduría cuyo principio “es el temor de YHVH” (1: 7).

De manera bien significativa, esa sabiduría está vinculada a una educación en el seno de la familia, un concepto pasado por alto en la actualidad, pero esencial en una sociedad verdaderamente equilibrada (1: 7-9). Vivir sabiamente implica no dejarse amoldar a las modas (1: 10ss) ya que éstas pueden quizá satisfacer la codicia, pero su final es que arranca la vida (1: 19).

A partir del 1: 20, el autor desarrolla un hermoso canto en el que la sabiduría llama a los seres humanos a atender sus enseñanzas.

Naturalmente, ese llamamiento se puede desatender, pero sólo el hombre sabio “habitará confiadamente y vivirá tranquilo, sin temor del mal” (1: 33).

Los capítulos 2-4 son una invitación a vivir sabiamente, invitación que en el capítulo 5 se concreta en la pureza sexual y que en los capítulos 6 y 7 incluye instrucciones sobre el trabajo, la veracidad y la fidelidad conyugal.

Son todas estas cualidades muy claras en la Biblia aunque no se pueda decir que formen parte sobresaliente de sociedades como las sociológicamente católicas donde el trabajo se considera un castigo de Dios, la mentira constituye un pecado venial y la prohibición de divorcio ha ido históricamente más que ligada al adulterio que, en el caso del varón, se contemplaba con innegable benevolencia.

Los capítulos 8 y 9 contienen un hermoso canto a la Sabiduría como una entidad existente antes de la Creación.

El hecho de que la Sabiduría aparezca personificada ha llevado a algunos a considerar que se trata de una de las personas de la Trinidad y, en especial, el Hijo. La realidad es que lo más probable es que nos encontremos ante una prosopopeya, es decir, una figura que presenta como personas a cualidades y uno de cuyos ejemplos más destacados históricamente es el Elogio de la locura de Erasmo de Rotterdam, donde el autor se mofa con sobrada razón de papas, obispos, emperadores y letrados poniendo las burlas en boca de la locura.

A partir del capítulo 10, comienza otro bloque de proverbios de Salomón cuya forma es diferente. En este caso concreto, más que exposiciones generales, hallamos principios breves relacionados con cuestiones como los bienes materiales (10: 2; 11: 24; 23: 4); el trabajo (10: 4; 15: 19; 20: 13); la seguridad del que sigue los caminos de Dios (10: 30; 11: 8); el uso de la lengua (10: 31; 12: 22; 14: 23; 18: 13 – por cierto, algo bastante visto en este muro en la conducta de algunos); el necio y sus peligros (14: 8; 23: 9); la apreciación del presente (14: 12; 16: 25 ); los peligros del alcohol (20: 1); la educación (23: 12); la compasión (19: 17); la familia (17: 6; 18: 22; 20: 20; 23: 13; 23: 22); la administración de justicia (17: 15); o el temor de Dios (14: 26-7; 15: 33; 23: 17-8).

Por supuesto, en tan breve espacio, la exposición no puede ser exhaustiva, pero espero que sirva para proporcionar una idea aproximada de la inmensa riqueza del libro de los Proverbios al que nos seguiremos refiriendo en el próximo estudio.

Textos recomendados: Lea las citas agrupadas temáticamente en el texto.

 

LOS OTROS PROVERBIOS DE SALOMÓN

Hay varias colecciones o series de proverbios contenidos en el libro bíblico que lleva su nombre y que se añaden a las dos primeras que hemos analizado. Las siguientes son más breves, pero también relacionadas con Salomón aunque añadidas en otras épocas.

Por ejemplo, de 25: 1 a 29: 27, nos encontramos con una colección salomónica que, sin embargo, fue recopilada en la época de Ezequías, rey de Judá.

Por su parte, el capítulo 30 contiene una colección referida a un enigmático Agur, hijo de Jaqué, que comunicó un mensaje profético a Itiel, Itiel y Ucal.

Finalmente, el capítulo 31 va referido a un rey Lemuel –identificado generalmente con el mismo Salomón– que transmite la profecía que le enseñó su madre.

1. La colección de los varones de Ezequías. Esta colección es muy semejante a las dos que ocupan la mayor parte del libro de los Proverbios. En sus capítulos, nos encontramos con referencias al arte del buen gobierno (25: 2; 25: 5; 25: 15; 28: 15-6; 29: 4; 29: 14); el uso correcto de la lengua (25: 9; 25: 11; 25: 18; 26: 9; 26: 18-9; 26: 19-28; 27: 21; 29: 20); la respuesta adecuada al rencor en clave ciertamente pre-cristiana (25: 21-2); las relaciones conyugales (25: 24; 27: 15); las desgracias (26: 2); la necedad (26: 1; 26: 3; 26: 4; 26: 11; 26: 12); el futuro (27: 1); la envidia (27: 4); la amistad (27: 9-10; 27: 17); el trabajo (27: 18; 27: 23-4); la educación (29: 15; 29: 17); el futuro (29: 16); la profecía (29: 18) y, de manera especial, la relación con Dios (29: 25-26). El parecido con las series anteriores salomónicas salta verdaderamente a la vista y, en su conjunto, constituye una guía extraordinaria para la vida cotidiana que no debería desdeñarse.

2. Las palabras de Agur: esta colección es peculiar y recuerda otros libros sapienciales como el de Eclesiastés o el de Job. Agur se confiesa ignorante (30: 2-4), una ignorancia que sólo puede ser reparada por la Palabra de Dios que es un escudo y a la que no se puede añadir (30: 5-6). Agur reduce sus peticiones a Dios a dos. La primera es que aparte de él la vanidad y la mentira (30: 8) y la segunda, que no le de ni riqueza ni pobreza (30: 8-9).

Agur señala además la existencia de diferentes generaciones en el discurrir de la Historia. Hay generaciones que se desvinculan de sus padres negándoles el amor (30: 11), que se creen limpias, aunque, en realidad, son inmundas (30: 12), que son soberbias (30: 13) o que explotan a los menesterosos (30: 14).

A continuación, aparece una serie de proverbios relacionados con grupos de tres y hasta cuatro cosas que resultan de los más sugestivos y ocurrentes de la literatura sapiencial universal (30: 15-33). Se trata de pequeñas joyas de sabiduría sobre las que hay que volver una y otra vez.

3. La colección del rey Lemuel. La última recopilación del libro de los Proverbios ocupa sólo un capítulo, pero es enormemente relevante. Su primera parte (31: 2-9) son algunos consejos de gobiernos que la madre de Lemuel dicta a su hijo. Si, efectivamente, Lemuel es Salomón, su madre sería Betsabé que habría visto el reinado de David y aprendido no poco de esa experiencia. Es curioso – reflexione el lector – que la madre de Lemuel considera que un buen rey se aparta de las mujeres (31: 3) y del alcohol (31: 4-7) y actúa con justicia defendiendo a los menesterosos (31: 8-9). Establézcanse paralelos y saque cada cual sus conclusiones.

La segunda parte (31: 10 - 31) es quizá el himno más hermoso dedicado a la mujer. Muchos podrían considerarlo políticamente incorrecto, pero lo que encontramos en esos versículos es una mujer que no se siente preocupada por parecer moderna o por la conciliación de la vida familiar y laboral o – mucho menos – por su imagen. Es, por el contrario, una mujer total e íntegra que lo mismo disfruta de la confianza de su marido (v. 11) y le proporciona solo bienes (v. 12) que se ocupa de su familia (v. 15) y administra adecuadamente el hogar (v. 13). Es una persona que ejerce su compasión (v. 20) y, a la vez, construye un futuro resguardado para los suyos (v. 21). Con una mujer así, la fama de su esposo es honrosa (v. 23) – lo que hace pensar que la mujer ideal no se dedica a reírse de su marido en público como gustan tanto algunas de hacer en ciertas partes del mundo – y el porvenir está asegurado (v. 25). Sus comentarios no serán jamás necios, pero no es soberbia sino compasiva (v. 26). Desde luego, de ella no se podrá decir jamás que es una mantenida (v. 27). Precisamente por todo lo anterior, sus hijos y sus maridos la pueden elogiar y alabar (v. 28). También es la clave de lo que es una verdadera mujer de valía. No es aquella la que destaca por su simpatía o su belleza sino la que vive en el temor de Dios y así esparce la seguridad, la paz, la previsión y la honra en torno suyo (v. 30). Una mujer así recibirá el fruto de sus manos y la alabanza en los lugares públicos (v. 31). Piénsese en este pasaje y sáquense las consecuencias pertinentes porque es posible que explique mucho de lo que sucede – siquiera a la inversa - en nuestra sociedad.

Lectura recomendada: Léanse los textos señalados de los capítulos 25-29 y los capítulos 30 y 31 completos.

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