Jesús calma las tormentas

El Evangelio de Marcos (4: 35-41). Resultaría absurdo reducir el relato a cómo Jesús calmó la tempestad en el mar de Galilea; la historia y sus lecciones van mucho más allá.

03 DE SEPTIEMBRE DE 2015 · 09:00

,jesus, tempestad

Viajar por Galilea predicando en pueblos y sinagogas implicaba cruzar su mar –en realidad, un lago– entre cuyas características se encontraba la de sufrir inesperadas tempestades.

Que no las esperaban los discípulos de Jesús se desprende de que zarparon sin ningún tipo de prevención. Marcos –haciéndose eco de un testigo ocular– señala incluso que Jesús se colocó en un cabezal echándose a dormir (v. 38).

Sin embargo, nada sucedió como se esperaba. Repentinamente, se levantó una gran tempestad y las olas, empujadas por el viento, comenzaron a caer sobre la embarcación amenazando con hundirla (v. 37).

Aterrados, los discípulos acudieron a Jesús.

Resultaría absurdo reducir el relato a la manera en que Jesús calmó la tempestad y los discípulos quedaron pasmados ante un personaje que, por calmar el viento y el mar, se escapaba de su comprensión.

Que así fue no admite duda y es comprensible el estupor de los que vivieron el episodio y luego lo contaron

Sin embargo, la historia iba mucho más lejos y sus lecciones eran mucho más importantes.

- En medio del pesar, incluso cuando este pesar es incontrolable, los seguidores de Jesús sabemos que podemos acudir a él.

- En medio de problemas que sobrepasan la capacidad humana y que amenazan, literal o figuradamente, con hundirnos, Jesús es el que puede ayudarnos y

- En medio de tempestades en que la ansiedad se apodera de nosotros hasta tal punto que somos incapaces de reaccionar, Jesús es el que calmará la tormenta y nos traerá paz.

La vida tiene no poco de sorpresas inesperadas y desagradables, de tormentas ante las que no es posible reaccionar salvo con el miedo y la inquietud, de angustia que nos atenaza sin permitirnos ver salida caso de que la haya.

En esas situaciones, nos sentimos inmersos en un torbellino que nos arrastra sin permitirnos vernos libres.

Pero cuando sucede eso, el mensaje del Evangelio es más que claro: Jesús es el que puede acudir en nuestro socorro no sólo deteniendo el viento y la tempestad sino también dándonos una paz que sobrepasa todo entendimiento.

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