Predicación para el siglo XXI (X)

Me refería la semana pasada al temor de Dios como un requisito indispensable para predicar el mensaje del Evangelio. Como señalaba entonces, ese temor de Dios constituye en buena medida el reverso del miedo a los hombres y, a la vez, la raíz de la valentía que nos impulsa, contra viento y marea, a mostrar el Evangelio a la gente que nos rodea."/>

Tener o no tener temor de Dios

Predicación para el siglo XXI (X)

Me refería la semana pasada al temor de Dios como un requisito indispensable para predicar el mensaje del Evangelio. Como señalaba entonces, ese temor de Dios constituye en buena medida el reverso del miedo a los hombres y, a la vez, la raíz de la valentía que nos impulsa, contra viento y marea, a mostrar el Evangelio a la gente que nos rodea.

15 DE NOVIEMBRE DE 2007 · 23:00

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El temor de Dios es una característica que acompañaba como auténtica nota definitoria a los primeros cristianos junto con la edificación y la fuerza del Espíritu (Hechos 9:31). Debería llevarnos a reflexionar el hecho de que muy pocos negarían que la edificación o el poder del Espíritu deben ser notas de la congregación, pero no resulta tan claro que exista esa unanimidad sobre el temor de Dios. Aún más. Tengo la terrible sospecha de que no es un tema estadísticamente abundante en las predicaciones eclesiales y, sin embargo… De manera bien significativa, los que andan aparte de Dios son definidos claramente como aquellos que caminan “sin temor de Dios” (Romanos 3:18). En no escasa medida, puede decirse que el mundo se divide entre aquellos que tienen temor a Dios y buscan vivir según Su voluntad y los que carecen de ese temor de Dios y se embarcan en una conducta que incluye no honrar a Dios (Romanos 1:20-21), presentarse como sabios cuando en realidad, al negar la obediencia a Dios, sólo se es necio (Romanos 1:22), rendir culto a los ídolos (Romanos 1:23), practicar la inmundicia sexual que encuentra una de sus manifestaciones más obvias en las prácticas homosexuales (Romanos 1:24) y caer en una degeneración moral que pasa, entre otras manifestaciones, por la desobediencia a los padres, la envidia o la murmuración (Romanos 1:28-32). Mientras el mundo se mueve en ese contexto que rechaza el temor de Dios, aquellos que tienen temor de Dios realizan un llamamiento al arrepentimiento y la reconciliación con el Señor (2 Corintios 5:11 ss), un arrepentimiento y una reconciliación que sólo son posibles porque Jesús murió en la cruz. Desde luego, es lógico que así sea porque sólo personas que tienen temor de Dios estarían dispuestas con madurez y constancia a enfrentarse a pecho descubierto con un mundo que tiene sus propios valores nacidos del puro y liso abandono de la ley de Dios y que está dispuesto a imponer esos criterios con pocos o escasos frenos morales. Sólo personas que tienen temor de Dios están dispuestas a anunciar a este mundo que se encuentra perdido y que recibirá el juicio de Dios si no se vuelve de sus malos caminos. Sólo personas que tienen temor de Dios se atreven a señalar que la única esperanza que existe para el ser humano se halla en aceptar la obra del Crucificado. Sólo personas que tienen temor de Dios no realizan concesión moral alguna a la visión de un mundo que ha dado la espalda a Dios y que mantiene la estúpida arrogancia de creer que entiende lo que le rodea e incluso se permite realizar previsiones sobre el futuro como si estuviera en sus manos. Mijaíl Bulgákov dio inicio a su genial novela “El maestro y Margarita” con una conversación entre dos socialistas ateos y un tal Voland – en realidad, el propio Diablo - en un parque de Moscú. Los primeros son un modelo del hombre natural del que habla Pablo en Romanos, es decir, bastante sectarios, orgullosos y, en el fondo, estúpidos en su arrogancia, que creen poder dominar el futuro con facilidad gracias a su ideología progresista. Sin embargo, Voland no tarda en mostrarles hasta qué punto no pasan de ser unos necios que no tienen control alguno sobre el futuro por la sencilla razón de que ni siquiera pueden asegurar si vivirán esa noche. El argumento diabólico encuentra una terrible – aunque macabramente cómica – demostración tan sólo unas horas después. El hombre que carece de temor de Dios – algo de lo que se jactan los dos intelectuales progres de la citada escena – está perdido, pero la salida no se la va a proporcionar Voland que está encantado de ver cómo hay necios que afirman que han superado la superstición de creer en Dios. La salida sólo está en Jesús, el Jesús que predican los que tienen temor de Dios. A fin de cuentas, el ser humano se encuentra ante una clara disyuntiva: la estúpida soberbia que le dice que puede actuar como quiera al margen de Dios aunque se dirige realmente hacia la aniquilación; o el temor de Dios que, entre otras consecuencias, tiene la predicación del mensaje de salvación a los perdidos. No nos engañemos. Continuará
Artículos anteriores de esta serie:
1¿Qué Evangelio debemos predicar?
2Hay y habrá justicia
3El juicio de Dios
4El amor que salva
5Perdidos y salvados
6La nueva vida
7La consumación de los tiempos
8Agradar a Dios, no a los hombres
9Valentía

Publicado en: PROTESTANTE DIGITAL - La voz - Tener o no tener temor de Dios