El contexto religioso de los Evangelios (II)

Acostumbrado a las definiciones dogmáticas que caracterizan a las religiones que conoce, más o menos superficialmente, el hombre de nuestro tiempo difícilmente puede hacerse una idea de la enorme flexibilidad doctrinal que caracterizaba al judaísmo que antecedió la época de Jesús y que existió, al menos, hasta la destrucción del Templo en el año 70 d. de C. Salvo la creencia en un Dios único que se había r"/>

Los fariseos (1)

El contexto religioso de los Evangelios (II)

Acostumbrado a las definiciones dogmáticas que caracterizan a las religiones que conoce, más o menos superficialmente, el hombre de nuestro tiempo difícilmente puede hacerse una idea de la enorme flexibilidad doctrinal que caracterizaba al judaísmo que antecedió la época de Jesús y que existió, al menos, hasta la destrucción del Templo en el año 70 d. de C. Salvo la creencia en un Dios único que se había r

17 DE NOVIEMBRE DE 2005 · 23:00

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Comenzamos en el capítulo anterior por los escribas; y en éste y los siguientes artículos estudiaremos a los fariseos; para finalizar con los saduceos (todos éstos aparecen en las páginas del Nuevo Testamento). Finalmente, haremos mención de los esenios y la secta de Qumrán, los zelotes y los apocalípticos, para concluir con una referencia a los judeo-cristianos.

Los datos de que disponemos acerca de los fariseos nos han llegado fundamentalmente a partir de tres tipos de fuentes: los escritos de Josefo, los contenidos en el Nuevo Testamento y los de origen rabínico.

LOS FARISEOS EN LOS ESCRITOS DE JOSEFO

Josefo ha conservado para nosotros un retrato de saduceos, esenios y fariseos
que estaba dirigido, fundamentalmente, a un público no judío y que, precisamente por ello, en su deseo por hacerse inteligible opaca en ocasiones la exactitud de la noticia. Josefo utiliza para referirse a los tres colectivos el término "hairesis" que podría traducirse como "secta" pero sólo si se da a tal palabra un contenido similar al de "escuela" en el ámbito helenístico. Josefo mismo estaba ligado a los fariseos e incluso tenía un especial interés en que los romanos los aceptaran como la columna vertebral del pueblo judío tras la destrucción del Templo en el 70 d. de C.

No debería extrañarnos, por ello, que el retrato que nos transmite sea, lógicamente, muy favorable:
"Los fariseos, que son considerados como los intér­pretes más cuidadosos de las leyes, y que mantienen la posición de secta dominante, atribuyen todo al Destino y a Dios. Sostienen que actuar o no correctamente es algo que depende, mayormente, de los hombres, pero que el Destino coopera en cada acción. Mantienen que el alma es inmortal, si bien el alma de los buenos pasa a otro cuerpo, mientras que las almas de los malos sufren un castigo eterno" (Guerra 2, 8, 14).
"En cuanto a los fariseos, dicen que ciertos sucesos son obra del destino, si bien no todos. En cuanto a los demás sucesos, depende de nosotros el que sucedan o no." (Ant. 13, 5, 9).

"Los fariseos siguen la guía de aquella enseñanza que ha sido transmitida como buena, dando la mayor importancia a la observancia de aquellos mandamientos... Muestran respeto y deferencia por sus ancianos, y no se atreven a contradecir sus propuestas. Aunque sostienen que todo es realizado según el destino, no obstante no privan a la voluntad humana de perseguir lo que está al alcance del hombre, puesto que fue voluntad de Dios que existiera una conjunción y que la voluntad del hombre, con sus vicios y virtudes, fuera admitida a la cámara del destino. Creen que las almas sobreviven a la muerte y que hay recompensas y castigos bajo tierra para aquellos que han llevado vidas de virtud o de vicio. Hay una prisión eterna para las almas malas, mientras que las buenas reciben un paso fácil a una vida nueva. De hecho, a causa de estos puntos de vista, son extremadamente influyentes entre la gente de las ciudades; y todas las oraciones y ritos sagrados de la adoración divina son realizados según su forma de verlos. Este es el gran tributo que los habitantes de las ciudades, al practicar el más alto ideal tanto en su manera de vivir como en su discurso, rinden a la excelencia de los fariseos..." (Ant. 18, 1, 3).


No se limitan a éstas las referencias a los fariseos contenidas en las obras de Josefo. Incluso puede decirse que resultan contradictorias entre si en algunos aspectos. Así, la descripción de las Antigüedades (escritas c. 94 d. de C.) contiene un matíz político y apologético que no aparece en la de la Guerra (c. 75 d. de C.). Ya hemos indicado que tal variación es lógica porque, como vimos ya, por esa fecha los fariseos eran la única fuerza religiosa de envergadura en Israel. De hecho, Josefo en Ant 18, 1, 2, 3, los presenta como todopoderosos (algo muy tentador, seguramente, para el invasor romano) aunque es más que dudoso que su popula­ridad entre la población fuera tan grande.

El mismo relato de la influencia de los fariseos sobre la reina Alejandra (Ant, 13, 5, 5) o cerca del rey Herodes (Ant 17, 2, 4) parece estar concebido para mostrar lo beneficioso que podía resultar para un gobernante que deseara controlar Judea el tener a los fariseos como aliados políticos. En esta misma obra, Josefo retrotrae la influencia de los fariseos al reinado de Juan Hircano (134©104 a. de C.).

La autobiografía de Josefo, titulada “Vida”, escrita en torno al 100 d. de C., vuelve a abundar en esta presentación de los fariseos. Uno de sus miembros, un tal Simón, aparece como persona versada en la Ley y dotada de una moderación política y una capacidad persuasiva encomiables (Vida 38 y 39).

Aunque es innegable el tono laudatorio con que Josefo contempla a los fariseos, exagerando seguramente su popularidad y su influencia, lo cierto es que, pese a todo, nos proporciona algunas referencias sustanciales acerca de ellos mismos. Las mismas pueden quedar resumidas así:
  • Creían en la libertad humana. Ciertamente el Destino influía en los hombres, pero éstos no eran juguetes en sus manos. Ellos podían decidir lo que hacer con su vida.
  • Creían en la inmortalidad del alma. No todo acababa con la muerte sino que las almas seguían viviendo.
  • Creían en un castigo y una recompensa eternos. Las almas de los malos eran confinadas en el infierno para recibir un castigo eterno, mientras que las de los buenos eran premiadas.
  • Creían en la resurrección. Las almas de los buenos recibían un nuevo cuerpo como premio. No se trataba de una serie de cuerpos humanos mortales; como sucede en las diversas visiones de la reencarnación; sino de un cuerpo para toda la eternidad.
  • Creían en la obligación de obedecer su tradición interpretativa y ésta iba referida a obligaciones religiosas como las oraciones, los ritos de adoración, etc.
  • Estaban dispuestos (seguramente, no sólo eso) a obtener influencia política en la vida de Israel. Quizá contaron ya con cierto peso antes de Herodes, pero después del reinado de éste perdieron influencia. En opinión de Josefo, resultaría recomendable que la recuperaran.
Naturalmente, a estas notas distintivas habría que añadir la común creencia en el Dios único y en su Torah; la aceptación del sistema de sacrificios sagrados del Templo (que, no obstante, no era común a todas las sectas) y la creencia en la venida del Mesías (que tampoco era sustentada por todos).

En el siguiente artículo seguiremos con los fariseos, vistos a la luz del Nuevo Testamento.



Artículos anteriores de esta serie:
Los escribas

Publicado en: PROTESTANTE DIGITAL - La voz - Los fariseos (1)