Itinerario intelectual de Samuel Escobar hacia el Congreso Internacional de Evangelización Mundial de Lausana en 1974 (VI)

Ha llegado la hora de que los evangélicos tomemos conciencia de nuestras responsabilidades sociales, escribió Escobar en 1969.

05 DE ENERO DE 2025 · 09:00

Samuel Escobar, en 2011 en Salamanca.,
Samuel Escobar, en 2011 en Salamanca.

En ocasión de los 90 años de Samuel Escobar, maestro generoso, como un pequeño reconocimiento por tanto que he recibido de él.

 

De Berlín 1966 a Bogotá 1969

Samuel Escobar inició en 1966 estudios de doctorado en la Universidad Complutense, en Madrid, mientras tomaba su primer año sabático después de “siete años de trabajo estudiantil en Perú, Brasil y Argentina”.[1] El mismo año fue invitado a participar en el Congreso Mundial de Evangelización convocado por Billy Graham a tener lugar en Berlín, durante noviembre. Samuel presentó un escrito en la sección “Totalitarismo como obstáculo a la evangelización”. Su exposición se tituló Totalitarismo y colectivismo, en la que se ocupó del totalitarismo de la derecha, representado por las dictaduras militares latinoamericanas.[2] En contraste con su perspectiva los otros tres participantes en el panel “identificaron el totalitarismo con el comunismo, en mi artículo señalé que en América Latina nuestros obstáculos estaban formados por el totalitarismo militar y la derecha política extrema”.[3]

John Stott hizo en Berlín cuatro exposiciones plenarias sobre la Gran Comisión. Samuel Escobar quedó especialmente impactado por las palabras de Stott sobre Juan 20:21 (“Como el Padre me envió a mí, así yo los envío a ustedes”), “y su énfasis en la encarnación como modelo presencia misionera y acciones” resultado de la misma. Lo subrayado por Stott tuvo “resonancia con lo que yo y René Padilla habíamos estado trabajando por años” acerca de una cristología sólidamente bíblica y contextualizada en la realidad latinoamericana.[4]

De su participación en el Congreso Mundial de Evangelización de Berlín, Samuel Escobar, según sus propias palabras, se llevó a casa “tres ideas clave: primero, que los pentecostales estaban creciendo en todo el mundo; segundo, que la opresión social era un obstáculo para la evangelización; y tercero, como John Stott había dejado en evidencia, especialmente en su exposición de Juan 20:21, Jesús no sólo nos ordenó ir al mundo sino que también nos dio un ejemplo de cómo hacerlo, un estilo para hacer la misión. Alexander Clifford y yo llevamos este triple mensaje a América Latina, en particular a través de la literatura”.[5]

El segundo libro publicado de Samuel Escobar fue por iniciativa de Pedro Arana Quiroz, quien había sido líder en el movimiento estudiantil evangélico y se licenció en 1964 de ingeniero químico por la Universidad Mayor de San Marcos. El mismo año de su graduación fue elegido primer secretario general de la Asociación de Grupos Evangélicos Universitarios del Perú y en 1966 “se convirtió en secretario itinerante de la CIEE en Perú, Venezuela, Ecuador y Colombia”.[6]

Arana reunió escritos de Escobar publicados en Pensamiento Cristiano y la revista Certeza, y publicó en 1967 el libro Diálogo entre Cristo y Marx, mismo título que Samuel Escobar había utilizado para una conferencia que impartió en la Facultad de Matemáticas de la Universidad del Litoral, Rosario, Argentina, y en la Universidad Mayor de San Simón, Cochabamba, Bolivia. El volumen fue utilizado “como herramienta evangelística durante el programa Evangelismo a Fondo en Perú y se vendieron diez mil durante ese año”.[7]

En 1969 la obra tuvo una segunda edición, en la que ya no apareció el capítulo “Amar a Dios con la mente también” y se incorporó uno nuevo: “Todos somos racistas”. En el capítulo que dio título al libro Escobar no solamente justificaba el diálogo desde la fe evangélica con los marxistas, sino que lo encomiaba, tanto para encontrar coincidencias como distancias entre ambas líneas de pensamiento, pero siempre con respeto a la contraparte. Para Samuel Escobar

El cristiano fiel a Cristo y su enseñanza es un hombre libre para entrar en diálogo con el marxista. Tiene mucho que escuchar y mucho que decir. Su libertad proviene del hecho de que sabe que ningún sistema económico o político es “cristiano” y que el destino de la Iglesia de Cristo no está ligado al destino de determinada sociedad o tipo de vida. La revolución y el sistema consiguiente puede significar una situación difícil y nueva para la Iglesia, como de hecho pasa en China, en Cuba y otros lugares. Como cristiano sé que el marxista con quien dialogo hoy, puede verse obligado a mandarme a prisión mañana, en un régimen revolucionario. Reconozco también que los peores enemigos de Cristo pueden ser los propios cristianos inauténticos y que hay mucha base para hablar, como Berdiaeff, de la “dignidad del cristianismo y la indignidad de los cristianos”.[8]

 

Durante el primer Congreso Latinoamericano de Evangelización (CLADE I), que tuvo lugar en Bogotá, Colombia, del 21 al 30 de noviembre de 1969, surgió en algunos de los asistentes la inquietud por reflexionar con mayor detenimiento sobre el futuro del protestantismo evangélico en Latinoamérica. Entre ellos estuvieron Plutarco Bonilla, Rubén Lores, Osvaldo Motessi, Orlando Costas, René Padilla, Emilio Antonio Núñez, Pedro Savage y Samuel Escobar, por mencionar algunos.

En su ponencia Responsabilidad social de la Iglesia, Samuel Escobar representó las inquietudes de un sector que buscaba contextualizar su fe en tierras latinoamericanas.[9] Entonces se vivían momentos convulsos, que demandaban de las iglesias evangélicas tanto fidelidad a la Palabra como un testimonio encarnado en las especificidades cotidianas del Continente. René Padilla atestigua que el “discurso [de Escobar] fue recibido con una ovación de varios minutos. Su presentación fue una magistral síntesis del pensamiento social evangélico que a lo largo de la década del año sesenta había estado fraguándose en el contexto de la Comunidad Internacional de Estudiantes Evangélicos al calor de inquietudes estudiantiles relativas a la pertinencia del Evangelio a la realidad de nuestros pueblos”.[10]

Es necesario detenerse en lo expuesto por Samuel Escobar en Bogotá, entonces tenía 35 años, y fue la voz de un grupo en busca de darle continuidad al esfuerzo de pensar la fe bíblica contextualmente. El Congreso no tuvo “representación de ninguna iglesia en particular, pero logró movilizar a más de novecientos participantes y permitió que el movimiento evangélico conservador alcanzara resultados positivos”.[11] Su lema fue “Acción en Cristo para un Continente en crisis”.17 Tomás Gutiérrez apunta que la reunión tuvo “la dirección organizativa y el patrocinio de la Asociación Billy Graham, lo que dejó la agenda de trabajo en el país del norte”. Pese a ello, otras perspectivas lograron abrirse camino.

En su exposición Samuel Escobar destacó aspectos del ser evangélico que habían sido relegados por enfoques netamente preocupados en alcanzar conversos en el menor tiempo posible, acercamientos que reducían la importancia de formar hombres y mujeres nuevos encarnados en un entorno social, político y cultural como el de finales de la década de los años sesenta en América Latina.

En Responsabilidad social de la Iglesia Escobar puntualizó que era un equívoco, y contrario al Evangelio, la posición de identificar “la preocupación por lo social con el liberalismo teológico, o con un enfriamiento en cuanto a la lucha evangelizadora”. El señalamiento de incurrir en liberalismo teológico por parte de quienes recordaban que la misión también debía incluir acciones por la justicia social era bandera del sector evangélico, el cual enfatizaba como tarea principal la de “ganar almas para Cristo”. Escobar resaltó que era necesario “acabar con esta confusión lamentable”, ya que “existe suficiente base en la historia de la iglesia y en las enseñanzas de la Palabra de Dios para afirmar rotundamente que la preocupación por la dimensión social del testimonio evangélico en el mundo no es un abandono de las verdades fundamentales del evangelio, sino que es más bien llevar hasta sus últimas consecuencias las enseñanzas acerca de Dios, Jesucristo, el hombre y el mundo, que forman la base de dicho evangelio”.[12]

En términos generales, argumentaba Escobar, la distancia evangélica de lo social era resultado de una herencia transmitida a nuestras iglesias por misiones “surgidas en el mundo anglosajón desde el siglo pasado, con un notable incremento luego del fin de la Primera Guerra Mundial. En algunos casos la teología, o más bien la mentalidad pietista de estas misiones, llevó a concebir la vida cristiana como separada del mundo”. Otro factor explicativo de la fuga del mundo fue el enfrentamiento, también surgido en el ambiente evangélico anglosajón, del fundamentalismo con el llamado modernismo teológico y una de sus vertientes, el Evangelio social: “Se llegó a identificar toda preocupación por los problemas sociales y políticos como intento de introducir el evangelio social, y al final se llegó al punto en que se disculparon la falta de compasión y obediencia como actitudes de defensa de la fe”.[13] Contrastó la actitud de fuga con ejemplos de creyentes evangélicos que a lo largo del Continente tuvieron impacto social en las primeras décadas del siglo XX. Perfiló una posible alternativa ante el convulsionado entorno del Continente:

Los evangélicos latinoamericanos están mejor capacitados que nadie para juzgar con objetividad nuestro presente político si toman conciencia de las consecuencias de su fe. Sin apegarse idolátricamente ni al conservadurismo ni a cualquier revolución, puede el cristiano contribuir a determinar con claridad lo que hace falta cambiar y lo que hay que conservar. Porque América Latina debe buscar su propio camino con realismo y dignidad. También la presencia evangélica en tareas de servicio efectivo puede servir de correctivo a la verborragia y a la demagogia de la política latinoamericana.[14]

 

La línea de pensamiento de la exposición de Samuel Escobar, para incomodidad, por decir lo menos, de la corriente evangélica predominante auspiciadora del Congreso, alcanzó resonancia en el documento oficial. Escobar fue uno de los cuatro redactores, los otros tres fueron Clyde W. Taylor, Santiago Villanueva Gudiel y Leslie Thompson.[15]

La Declaración Evangélica de Bogotá hizo una afirmación sobre el afianzamiento del pueblo evangélico en la realidad latinoamericana. Entonces era evidente que las iglesias protestantes estaban alcanzando un buen grado de endogenización, y que el reto de sus liderazgos era trascender la idea y práctica de que el objetivo único de la evangelización estaba en el crecimiento numérico de las comunidades de fe. El sexto punto del documento manifestaba que la obra evangelizadora no debía eludir las condiciones opresivas en las que se desarrollaba la vida en Latinoamérica:

El proceso de evangelización se da en situaciones humanas concretas. Las estructuras sociales influyen sobre la iglesia y sobre los receptores del evangelio. Si se desconoce esta realidad se traiciona el evangelio y se empobrece la vida cristiana. Ha llegado la hora de que los evangélicos tomemos conciencia de nuestras responsabilidades sociales. Para cumplir con ellas, el fundamento bíblico es la doctrina evangélica y el ejemplo de Jesucristo llevado hasta sus últimas consecuencias. Ese ejemplo debe encarnarse en la crítica realidad latinoamericana de subdesarrollo, injusticia, hambre, violencia y desesperación. Los hombres no podrán construir el reino de Dios sobre la tierra, pero la acción evangélica contribuirá a crear un mundo mejor como anticipo de aquél por cuya venida oran diariamente”.[16]

 

 

[1] Samuel Escobar, “On the Road with John Stott”, en op. cit., p. 135.

[2] Samuel Escobar, “My Pilgrimage in Mission”, en op. cit., p. 207.

[3] Samuel Escobar, “La Biblia, el comunismo y el totalitarismo en la América Latina de los años 60”, Palabra & Mundo, núm. 2, diciembre de 2016, p. 9.

[4] Samuel Escobar, “On the Road with John Stott”, en op. cit., p. 135; Samuel Escobar, The New Global Mission. The Gospel from Everywhere to Everyone, InterVarsity Press, Downers Grove, 2003, p. 25.

[5] Samuel Escobar, “My Pilgrimage in Mission”, en op. cit., pp. 207-208.

[6] Samuel Escobar, “Hacer teología en el camino de Cristo”, en op. cit., p. 266.

[7] Ídem.

[8] Samuel Escobar, Diálogo entre Cristo y Marx, segunda edición, Asociación de Grupos Evangélicos Universitarios del Perú, Lima, 1969, p. 27.

[9] El trabajo ha sido compilado en distintas publicaciones, aquí cito el incluido por Samuel Escobar, Evangelio y realidad social, Ediciones Presencia, Lima, 1985, pp. 9-42.

[10] C. René Padilla, “La Fraternidad Teológica Latinoamericana y la responsabilidad social de la iglesia”, en Boletín Teológico, núm. 59-60, julio-diciembre de 1995, p. 89.

[11] Tomás Gutiérrez Sánchez, “De Panamá a Quito: los congresos evangélicos en América Latina. Iglesia, Misión e Identidad (1916-1992)”, en Boletín Teológico, núm. 59-60, julio-diciembre de 1995, p. 51.

[12] Samuel Escobar, “Responsabilidad Social de la Iglesia”, en op. cit., p. 11.

[13] Ibid., pp. 12-13.

[14] Ibid., p. 36.

[15] Clyde W. Taylor fue misionero en Perú y Colombia, director general de la estadounidense Asociación Nacional de Evangélicos, de 1963 a 1976, y simultáneamente director ejecutivo de la Evangelical Foreign Missions Association. Véase https://www.washingtonpost.com/archive/local/1988/06/04/evangelical-groupfounder-clyde-w-taylor-dies/e33b65-5423-4189-b105-d4f9e23801b1; y Randall Balmer, Encyclopedia of Evangelicalism, Baylor University Press, Waco, 2004, p. 673. Santiago Villanueva Gudiel, pastor y líder, fundador de la Alianza Evangélica de Guatemala. Leslie Thompson, nació y creció en Cuba, fundó Ministerios Logoi en 1968 y más tarde la Facultad Latinoamericana de Estudios Teológicos (FLET). Véase https://logoi.org/authors/les-thompson.

[16] Declaración Evangélica de Bogotá, copia mimeografiada, 1969, p. 2. El documento ha sido reproducido en distintos volúmenes, entre otros Reflexiones para el cumplimiento de la misión. Congreso Latinoamericano de Evangelización (I, II, II y IV), Visión Mundial, San Salvador, 2001.

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