Todos los libros del mundo y la Septuaginta

La Biblia Hebrea, que para los cristianos es el Antiguo Testamento, fue traducida al griego a partir de mediados del siglo III a. C., en Alejandría

02 DE ABRIL DE 2023 · 13:20

Codex Sinaiticus, manuscrito de la Septuaginta del siglo IV, redactado entre 330 y 350. / <a target="_blank" href="https://www.britannica.com/">Britannica</a>,
Codex Sinaiticus, manuscrito de la Septuaginta del siglo IV, redactado entre 330 y 350. / Britannica

El sueño de tener todos los libros del mundo conjuntados en un solo lugar hizo posible la universalización de la Biblia Hebrea.

El proyecto fue inicialmente visualizado por Alejandro Magno, más tarde lo inició Ptolomeo I Soter (367-283 a. C.), quien gobernó Egipto a partir del año 323 a. C.

Correspondió a su hijo, Ptolomeo II Filadelfo (308-246 a. C) solidificar y engrandecer la Biblioteca de Alejandría, para que se resguardaran en ella “todos los libros de la tierra”, los cuales, según cálculos de llevar a buen puerto el proyecto, “requerirían de cien mil rollos” de papiro. 1

Hasta bien entrado el siglo III a. C. los manuscritos bíblicos existentes entonces habían permanecido en las lenguas originales en que fueron escritos, hebreo y unas porciones en arameo.

Como resultado del interés de los ptolomeos, admiradores de la cultura griega, los mencionados manuscritos trascenderían las fronteras geográficas y lingüísticas hebreas para ser fijados en el idioma más usado por diversas ciudades y regiones del mundo de entonces.

La Biblia Hebrea, que para los cristianos es el Antiguo Testamento y algunos especialistas llaman el Primer Testamento,2 fue traducida al griego a partir de mediados del siglo III a. C., en Alejandría y bajo el reinado de Ptolomeo II Filadelfo. Debieron transcurrir casi dos siglos y medio para completar la traducción. 3

Es relevante señalar que “Ireneo (ca. 130-ca. 200 d. C.), obispo de Lyon, fue el primero en utilizar la expresión Nuevo Testamento para designar los nuevos escritos cristianos que nos hablan de Jesús y de la naciente Iglesia”.

Por otra parte, “la designación de los dos testamentos como la ‘Biblia’ se remonta a Juan Crisóstomo (ca. 347-407 d. C.), obispo de Constantinopla”. 4

A la traducción griega de los escritos del Antiguo Testamento se le conoce como Septuaginta, Versión de los LXX, porque en un documento llamado Carta de Aristeas, de finales del siglo II a. C., se describe de manera breve “cómo fue realizada en la ciudad de Alejandría […] la traducción del Pentateuco por un grupo de eruditos (72, seis por cada una de las tribus de Israel) enviados desde Jerusalén por el sumo sacerdote Eleazar”. 5

El rey Ptolomeo II pretendía reunir en su biblioteca todos los rollos (libros) del mundo, por lo que comisionó al “bibliotecario Demetrio Falerón poner en marcha” el proyecto.

Falerón, “al constatar que faltan los escritos de la Ley judía, remite una embajada a Jerusalén para obtener un ejemplar genuino de la Ley y sabios competentes que lleven a cabo la traducción”. 6

Al interés del rey Ptolomeo II por poseer en la Biblioteca de Alejandría la traducción al griego de la Ley judía, la Torah (los primeros cinco libros de la Biblia), se agregó el deseo de los judíos por tener en lengua griega todo el que conocemos como Antiguo Testamento, ya que, por distintas razones, habían perdido al hebreo como primer idioma y se expresaban mayormente en griego.

El proceso tuvo lugar porque “cuando los judíos de Egipto tuvieron que abandonar su lengua debido a las circunstancias geográficas, políticas, económicas y sociales, la única manera de preservar su herencia religiosa e identidad nacional fue mediante la traducción de su Biblia en la lengua de uso cotidiano”, es decir el griego. 7

Cuando los escritores del Nuevo Testamento citan pasajes del Antiguo lo hacen, casi todas las veces, usando la Septuaginta. Por ejemplo, al referir Lucas el regreso de Jesús a la región de Galilea y un sábado que se presenta en la sinagoga de Nazaret (4:16-19) lee una porción del profeta Isaías, el autor del tercer Evangelio recurre a la traducción griega de la Septuaginta para reproducir las palabras de Jesús que fueron expresadas en hebreo.

Jesús, como los niños judíos de su época, aprendió a “leer el texto sagrado en hebreo” a partir de los cinco años. Cabe hacer notar que “en el hogar y las actividades comunes de las ciudades y poblados de Galilea, los judíos hablaban arameo.

Este era el idioma materno con el que todo judío crecía”. Sin embargo, “el hebreo se usó sobre todo en los contextos religiosos. En las sinagogas las Escrituras se leían en hebreo; la recitación del shemá [básicamente Deuteronomio 6:4-9] y de las varias oraciones y bendiciones se hacían también en hebreo”. 8

Adicionalmente, en cuanto a Lucas, el texto usado por él en “las numerosas citas del Antiguo Testamento a lo largo los discursos de Pedro y Pablo en el libro de los Hechos es básicamente el de la Septuaginta”. 9

En los primeros cuatro siglos del cristianismo la Septuaginta es la versión leída y transmitida entre las comunidades que se fueron expandiendo por el territorio del Imperio romano.

Es interesante notar que fue una iniciativa pagana la que desencadenó la traducción de manuscritos veterotestamentarios. La Biblioteca de Alejandría “hizo realidad la mejor parte del sueño de Alejandro [Magno]: su universalidad, su afán de conocimiento, su inusual deseo de fusión.

En los anaqueles de Alejandría fueron abolidas las fronteras, y allí convivieron, por fin en calma, las palabras de los griegos, los judíos, los egipcios, los iranios y los indios. Ese territorio mental fue tal vez el único espacio hospitalario para todos ellos”. 10

 

1.  Luciano Canfora, La biblioteca perdida, México, Fondo de Cultura Económica, 2022, p. 31.

2.  John Goldingay, Reading Jesus’s Bible, Grand Rapids, Wm. B. Eerdmans Publishing Co., 2017, p. 1.

3.  Manuel M. Jinbachian, “La Septuaginta: entre la sinagoga y la iglesia”, en Edesio Sánchez Cetina (editor), Descubre la Biblia II, Miami, Sociedades Bíblicas Unidas, 2006, p. 46.

4.  Donald S. Deer, “Cómo ha llegado la Biblia hasta nosotros”, en Farmer, William R., Levoratti, Armando J., y otros (coordinadores), Comentario Bíblico Internacional. Comentario católico y ecuménico para el siglo XXI, Estella, Editorial Verbo Divino, 2000, p. 153.

5. Natalio Fernández Marcos, Septuaginta, la Biblia griega de judíos y cristianos, Salamanca, Ediciones Sígueme, 2008. p. 23; Fernando Báez, Los primeros libros de la humanidad, México, Editorial Océano, 2015, p. 138.

6.  Natalio Fernández Marcos, op. cit., p. 23.

7.  Manuel M. Jinbachian, op. cit., p. 49.

8. Edesio Sánchez Cetina, “¿Qué idiomas habló Jesús?”, en Edesio Sánchez Cetina (editor), Descubre la Biblia II, Miami, Sociedades Bíblicas Unidas, 2006, pp. 338-340.7

9. Natalio Fernández Marcos, op. cit., p. 92.

10.  Irene Vallejo, El infinito en un junco. La invención de los libros en el mundo antiguo, Madrid, Ediciones Siruela, 2019, p. 42.

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