Estad quietos y esperad
Tan solo hemos de sentarnos calladamente a sus pies y dejar que Él hable, optar por oír en vez de hablar, sumidos en la calidez de un encuentro con Dios.
23 DE JUNIO DE 2025 · 16:45

Buscar oportunidades, ir y venir acelerado en ese continuo rastreo inquietante que desespera y agota. Parece que permanecer quieto es una actividad incoherente, desprovista de sensatez. Por ello nos subimos a diario en el tren de las prisas para no llegar tarde a ninguna de nuestras múltiples y urgentes tareas.
Él nos dice: “Estad quietos y sabed que yo soy Dios”.
Cuando desaceleramos el paso, el corazón agitado se calma y comienza a funcionar con la lentitud precisa, con la armonía necesaria para contemplar la grandeza del Dios creador.
La premura nos desorienta, arrulla deseos de agitación y embota la cabeza con una música cansina que nos aparta de la voz divina.
Marta afanada preparaba la casa. Pretendía acoger con tanta perfección a su huésped que perdió la oportunidad de disfrutar plenamente de la visita.
En cambio, su hermana María, aparentemente descuidando las labores por las cuales se preocupaba Marta, eligió sentarse a los pies del invitado y ser bendecida por tan admirable presencia.
Que bella estampa, que emotiva situación en la que una mujer sabiamente elige deleitarse con la persona de Jesús. Algo que nos parece lejano e imposible y que podemos hacer en cualquier momento aquellos que reconocemos la voz del maestro.
Tan solo hemos de sentarnos calladamente a sus pies y dejar que Él hable, optar por oír en vez de hablar, sumidos en la calidez de un encuentro con Dios.
La elección se nos presenta a diario, hacer o no hacer, decir o callar, pasar a la acción o permanecer pasivos. La decisión es nuestra y nuestro el deber de hacerlo bien.
Ante la duda, preguntar al dador de la vida, Él sabe como hemos de proceder y ante nuestra indecisión, entonará un silbo apacible que con claridad mitigará nuestras dudas haciéndonos encontrar la respuesta correcta en un mar de complicadas preguntas.
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