Soy hija del Dios de luz

Quiero enarbolar mi vida con términos que agradan a Dios y potencian mi capacidad para ser una hija más cercana a Él.

08 DE JUNIO DE 2023 · 09:30

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Imagen de Alexander Shustov en Unsplash.

Occurió en África, en Ifé, ciudad sagrada del reino de los yorubas, quizás un día como hoy, o quién sabe cuándo.

Un viejo, ya muy enfermo, reunió a sus tres hijos y les anunció:

- Mis cosas más queridas serán de quien pueda llenar por completo esta sala.

Y esperó afuera, sentado, mientras caía la noche.

Uno de los hijos trajo toda la paja que pudo reunir, pero la sala quedó llena hasta la mitad.

Otro trajo toda la arena que pudo juntar, pero la mitad de la sala quedó vacía.

El tercer hijo encendió una vela.

Y la sala se llenó. (autor anónimo)

Hoy me siento a escribir y enredada entre letras acuno palabras. Palabras que a menudo se han adueñan de mis labios y emanan de ellos con parsimonia, cautelosas, revestidas de un poder que desconocen y que debo tener muy presente.

Me detengo en las palabras que cada día se cuelan dentro de mí, que atraviesan mis oídos y desgranan su contenido dentro de mi cabeza. Dolorosas son algunas de ellas, otras aportan briznas de ternura, un puñado de ellas son frías y desgarradoras, cautelosas y firmes las menos, pero todas son emitidas y recibidas.

Intento procesar lo que oigo, ser sensata a la hora de prescindir de muchos términos que se infiltran en mis dominios con la sutil pretensión de arruinar un buen propósito.

Quiero ser sabia, prudente y responsable con aquellas palabras que emito, ellas portan la rúbrica de mi persona, me definen, me describen.

Soy parte de lo que expreso, por ello pido a Dios que lime las asperezas de mis frases, que las someta a cuarentena si no son adecuadas o no deben ser pronunciadas en un determinado contexto.

Soy dueña de lo que silencio y puedo llegar a ser esclava de lo que digo.

Quiero arremeter contra aquello que intenta paralizarme, eso que atraviesa con aparente suavidad pero que contiene una carga lastimera.

Si alejo de mí esas palabras que desestiman lo que soy y las cambio por otras que atenúan mi presente aportando luz, habré conseguido fraguar un contenido positivo.

He de abandonar los términos que me limitan, esa unión de letras que al fundirse operan el astuto acto de hacerme sentir demasiado vulnerable.

Quiero enarbolar mi vida con términos que agradan a Dios y potencian mi capacidad para ser una hija más cercana a Él. Llenar de luz el lugar en el que esté. Soy hija de la LUZ.

Teñir mi vida de: servicio, entrega, entusiasmo, coherencia, ilusión, compromiso, amor , sencillez, honestidad, sonrisas, caricias, abrazos, miradas, complicidad , ayuda, abrigo, refugio.

Omitir la desidia, la soberbia, la autocomplacencia, el egoísmo, la necedad, la apatía, la falsedad, la murmuración, el juicio.

Aprender a oír en silencio aquello que Dios me dice, callar y esperar.

Entendiendo que para hacer mío ciertos conocimientos primeramente he de entenderlos, dejarme aleccionar para después aplicarlos.

Hoy me he trazado un objetivo entre sorbo y sorbo de una humeante taza de té, un propósito que quiero trabajar en mi vida y que bajo la supervisión de Dios puede hacerse realidad. Es la sencilla y difícil labor de aprender a mirar a los demás con ojos de amor, filtrar mi mirada por la retina divina y ver aquello que como humana me está velado. Quiero ser más sencilla, más accesible, un ser que Dios vaya transformando en su taller santo y que muestre con naturalidad y sin hermetismos la misericordia de su Maestro, la luz de su Creador.

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