La mochila
¿Y si simplemente deslizara las correas que ciñen mis hombro y dejara caer el peso tras de mí?
28 DE FEBRERO DE 2022 · 15:00

¿Por qué cargas con ella?
Oyó aquella frase pronunciada tímidamente. La respuesta fue instantánea.
Porque no sé vivir sin ella.
Tantos años portándola sobre sus hombros habían conseguido que su espalda sintiera la necesidad de ser castigada por aquel exceso del que creía depender para poder subsistir.
En alguna ocasión, en un envite de valentía, había logrado despojarse momentáneamente de un poco de sobrecarga, pero pronto volvía a introducir un nuevo peso en ese embalaje con tanto lastre.
No sabía si por querencia o simplemente por omisión del deber porteaba aquella pesada mochila que ya formaba parte de sí.
Cuando se describía hablaba de aquello que lo minimizaba como si ello fuese él, sin hacer un inciso y delimitar quién era el hombre y cual la carga, sin ser consciente de ello había creado una simbiosis destructiva.
El yugo que llevaba era tal que no podía caminar erguido, era atraído hacía el por la fuerza magnética de la tierra que lo doblegaba poco a poco asemejándose a un junco mecido por un violento viento.
Arrastraba los pies como un abuelo en zapatillas de andar por casa, con el pausado andar de quien falto de vigor desliza sus pasos por un terreno hostil.
El peso del pasado agazapado a su espalda controlaba el ritmo de su presente haciéndolo presa de un tiempo que no lograba olvidar, un ayer duro, feroz, inmisericorde que lo perseguía transformándolo en un niño atemorizado por miedos que se ataviaban de monstruo adulto con traje gris.
Aquella dulce voz volvió a preguntar:
¿Has intentado quitarla de tus hombros? Es fácil, si quieres puedo ayudarte.
Fácil. Una palabra fuera de contexto. Utópica.
¿Y si así fuera? se preguntó a sí mismo.
¿Y si simplemente deslizara las correas que ciñen mis hombro y dejara caer el peso tras de mí?
Miró a quien le hablaba, un ser menudo, nacido décadas después que él.
Un joven que con un sencillo acto de confrontamiento había conseguido que en su cabeza emergiera un halo luminoso capaz de mitigar años de oscuridad. Había proporcionado un consejo que podía cambiar el rumbo de su presente y proyectarlo como un cohete hacia el universo del futuro.
A veces para que se produzca un gran cambio tan solo hay que dar un primer paso, luego otro y así hasta la eternidad.
Hermanos, yo mismo no considero haberlo ya alcanzado; pero una cosa hago: olvidando lo que queda atrás y extendiéndome a lo que está delante.
Filipenses 3:13.
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