Un halo de intensa luz
La genuina navidad estaba cercana a ella. Dejando atrás el tumulto, la luz salía a su encuentro.
19 DE DICIEMBRE DE 2014 · 11:50

No quiero mirarte desde donde otros te miran, correría el riesgo de verte como otros te ven.
Quiero descubrirte a través de las aristas más nobles de mi corazón, percibir desde los recuerdos de la niña que fui a ese Dios nacido pobre que nos regaló la oportunidad de ser ricos en Él.
No quiero verte como todos te ven, deseo sentarme junto al pesebre y mecerte candando la más dulce de las nanas, para ti Jesús, Dios encarnado, Mesías prometido…
La calle emanaba vida. Una vida ajetreada y jubilosa. Una vida iluminada por luces artificiales.
Era tarde y el frío se dejaba sentir con más vehemencia al ser mecido por el viento del norte.
Acurrucada bajo el abrigo, atravesó con premura la larga avenida chispeante y plagada de sonidos navideños.
Una procesión de bolsas multicolores transportadas de aquí para allá declaraban frívolamente que las compras hacen que la navidad sea más luminosa.
Los adultos, casi ninguno acompañado por niños, se aventuraban a entrar en las atestadas tiendas, apretados unos contra otros, combatiendo a empujones para poder adquirir aquello tan ansiosamente buscado.
Observando aquel enjambre de gente impetuosa, sintió deseos de poner en pausa todo aquello y huir sin que nadie le obstaculizara el paso.
Pero, sin poderlo evitar, seguía a la multitud.
Un sonido ensordecedor mordía sus oídos, no era música aderezada de notas navidadeñas, era el tic- tac del reloj que marcaba el paso voraz del tiempo.
¿Qué hago aquí? Se preguntó mientras miraba la aglomeración. Cuán lejos había quedado el recuerdo infante de las navidades de antaño , aquellas fechas eran sinónimo de paseos por el centro para ver las pocas luces que alumbraban las calles, adquirir unos buñuelos calentitos y degustarlos mientras oía , junto a sus padres y hermanos , coros de escolares cantando villancicos.
Eran tiempos de ver escaparates y soñar con lo que traerían ésos tres seres mágicos la noche de reyes.
Aquellos recuerdos del ayer quedaron mitigados por una espesa niebla de materialismo que lo había convertido todo en insustancial y banal.
Aligeró el paso hasta que la multitud y el bullicio quedaron muy atrás. El silencio se fue haciendo cómplice de la noche y por fin,encontró la deseada calma mientras sus pasos se hicieron más pausados y su respiración mucho más calmada.
Entonces recordó una vieja canción que le cantaba su padre, una coplilla flamenca en la que un gitano humilde encontraba a la lumbre del hogar la esencia de lo realmente importante. La evocó con los ojos vidriosos, con el corazón anegado de sentimientos, comprobando que la genuina navidad estaba cercana a ella, que dejando atrás el tumulto, la luz salía a su encuentro.
Experimentó bajo las estrellas una extraña sensación de feliz serenidad, un destello de nostalgia que la hizo detenerse y mirar hacia el cielo para descubrir en la oscura noche cómo en su vida nacía un halo de intensa luz.
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