Detener el tiempo, vivir el silencio

Imaginaos que podéis, que con un chasquido de dedos todo se paraliza consiguiendo degustar de un trazo de existencia sin medida, un instante eternizado, y que en el transcurso de este pudieseis hacer lo más deseado.

28 DE AGOSTO DE 2013 · 22:00

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Detener el tiempo. Utopía de todos en alguna ocasión. Hacer que las agujas del reloj se inmovilicen y nos den la oportunidad de: o bien enmendar los errores cometidos, o, saborear de nuevo ese instante goloso al cual sólo podemos acudir con la nostálgica remembranza. Detener el tiempo. ¡Qué cosas! Imaginaos que podéis, que con un chasquido de dedos todo se paraliza consiguiendo degustar de un trazo de existencia sin medida, un instante eternizado, y que en el transcurso de este pudieseis hacer lo más deseado. Seguramente son muchas las pericias que todos nos atreveríamos a realizar, cosas con significancia o insignificantes, pero la gran mayoría realizaríamos algo fuera de contexto, algo insólito, extravagante… Hoy quiero detener mi tiempo; no precisamente con un chasquido de dedos, pero sí paralizar el contenido vertiginosos de mi cabeza para dar cabida al silencio. En el silencio hay aforo ilimitado, cabe más de lo que parece. Encuentras voces que te hacen comprender la apremiante necesidad de hacer un alto en el camino, una pausa que precede a un momento de sosiego. Alrededor de ese instante descubres la insensatez que a veces nos rodea, esa rítmica cabalgata de seres que acuden en masa a ver como se extingue un nuevo día sin pararse a contemplar el transcurso del mismo. El silencio te obliga a detener la premura y descubrir la belleza de cada instante. El silencio te ofrece la oportunidad mágica de detener ficticiamente el tiempo y arropar cada segundo con la melodía de un corazón asombrado. Ahora que todo vuelve a normalizarse, que la rutina toma la posición de siempre y forcejea con ese síndrome tan contemporáneo denominado post-vacacional, es el momento de paralizar el tiempo, congelarlo, para que las cosas sin importancia se empequeñezcan y tome forma lo que realmente importa. Atesorar en la memoria los instantes mágicos, esos segundos gloriosos en los que apenas nadie ha reparado y que para ti han sido especiales. Almacénalos en el corazón, tamizados por esa criba que solamente deja filtrar lo bueno, lo extraordinario. Una vez cernidos, déjalos guardados para poder requerirlos en las horas bajas, en los días grises, en esos momentos en los que con un chasquido todos desearíamos detener el tiempo.

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