Destilando amor

Concédeme palabras que rocíen calor. Roces de cariño que desprendidos de tus manos espolvoreen en mi piel la sensación de ser amada.

11 DE MARZO DE 2010 · 23:00

,
Regálame tus versos, tus sueños, tus nostalgias. Regálame tus tristezas, tus alegrías, tu sentir. Sólo deseo ser salpicada de tu esencia, ser rociada de ti. Amar. Un verbo utilizado con demasiada frecuencia, un término no siempre expresado adecuadamente. El arte de amar parece a priori labor de sencilla ejecución, tarea para la que todo ser humano está capacitado. Sin embargo, no es fácil amar, o al menos, amar correctamente. Desprendemos amor cada día. Emitimos amor y somos receptores de él. Pero amar conlleva un esfuerzo, una abnegación a la que no siempre estamos dispuestos a doblegarnos. Para amar correctamente hemos de saber amarnos a nosotros mismos, ser justos y equilibrados en la concepción que tenemos de quienes somos. Hacer un ejercicio de introspección que nos llevará a valorarnos y querernos para ser capaces de querer de forma acertada a los demás. Amar, es salpicar a otros con el cariño del que estamos sobrados; asignatura obligatoria para quienes conocemos el verdadero amor. Mostrar las credenciales del autor de la vida y revelarlas a quienes desconocen el gran privilegio que es tener como amigo al mismo Dios. Salpicar. Derramar esa agua fresca de la que nos abastecemos y rociar vidas. Extender una capa de amor y dejar que actúe en el corazón necesitado. Hacer que ese río de agua viva fluya con libertad, siendo nosotros, canales por los que pueda llegar a lugares de aridez. Amar no es fácil, pero aún así, tenemos la obligación de ir aprendiendo, de hacer del amor un materia que consiga acercarnos más y más a Dios, la fuente genuina del verdadero AMOR.

Publicado en: PROTESTANTE DIGITAL - Íntimo - Destilando amor