Atisbos de esperanza entre los escombros en Turquía
En la región más afectada por los terremotos ocurridos hace dos años, personas de fe cristiana siguen ayudando a los damnificados a recuperar sus vidas y superar los traumas tras la catástrofe.
ESPAÑA · 24 DE ABRIL DE 2025 · 18:15

El 6 de febrero de 2023, dos terremotos consecutivos de magnitud 7.8 y 7.5 sacudieron el sureste de Turquía y el norte de Siria. Fue una catástrofe sin precedentes en la región: más de 50.000 personas murieron solo en Turquía, más de 107.000 resultaron heridas y alrededor de 9 millones fueron directamente afectadas. El desastre provocó el colapso de más de 200.000 edificios, desplazando a millones de personas y dejando tras de sí una crisis humanitaria de gran escala.
Entre las provincias más afectadas estuvo Hatay, y dentro de ella, Samandağ, una comarca donde la reconstrucción avanza lentamente y la vida cotidiana aún está marcada por la precariedad. Allí trabaja Débora Novio, voluntaria y trabajadora social vinculada a la Fundación de las Iglesias Protestantes de Turquía, que junto a organizaciones como Cecmavi de Barcelona y otras entidades colaboradoras, lleva dos años acompañando a los damnificados.
“Imagínate un cementerio con 28.000 tumbas, y todas con la misma fecha: 06.02.2023”, relata Débora, en referencia al paisaje desolador que todavía se percibe en Hatay. “Han pasado dos años y aunque en Antioquía se ha empezado a edificar, en Samandağ los derribos aún no han terminado y la construcción de viviendas apenas comienza”.
Muchas familias de escasos recursos viven aún en tiendas de campaña, contenedores o pequeñas casas de madera, que no son reconocidas legalmente como viviendas, por lo que no pueden acceder de forma regular a servicios básicos. “La ley no te permite tomar la electricidad o el agua sin una dirección de asentamiento, pero tampoco otorga ese estatus a estas construcciones. Por eso, pagan multas increíbles solo por tener luz”, expone Débora.
A esto se suman problemas sanitarios y ambientales. “Las ratas y serpientes aparecen en todas partes”, denuncia. También hay dificultades educativas: “Las escuelas que se derrumbaron han sido reemplazadas por otras en barrios lejanos, pero el transporte es un gran problema”. Todo en un contexto de inflación desbordada, que encarece incluso lo más básico.
Una ayuda directa
Frente a este panorama, la labor humanitaria ha sido constante. Desde el inicio de la crisis, Débora y su equipo ha distribuido:
• más de 400 casitas y contenedores
• 400 baños y lavabos
• 2000 estufas
• más de 1000 ventiladores
• 4000 pares de zapatos
• 3000 camisetas
• 2000 mantas y sacos
• 2000 mochilas con material escolar
• y decenas de miles de cajas de alimentos y productos de limpieza.
“El Señor ha permitido también ayudar con medicamentos para enfermedades contagiosas de la piel, especialmente sarna, que se han extendido por las condiciones de higiene tan difíciles”, explica Débora.
Especial atención a niños
El acompañamiento va más allá de lo material. Desde un local alquilado en el centro de la ciudad, el equipo ofrece actividades para niños y adultos: clases de matemáticas, dibujo, inglés, música, y también terapia emocional. “La mayoría de los maestros voluntarios son de Samandağ mismo”, señala.
“Desde el principio hemos dado especial atención a los niños, que fueron bastante descuidados mientras los adultos intentaban solucionar los obstáculos para una vida digna. Siempre que podemos organizamos juegos al aire libre, les damos regalitos, les hacemos sentir amados”.
El consuelo de Dios
La dimensión espiritual también está presente en cada aspecto del trabajo que llevan a cabo. “Desde agosto de 2023 nos reunimos los domingos para dar a conocer el precioso carácter de Dios y la obra salvadora de Jesús. Muchos están avanzando en este camino espiritual”, explica Débora.
Entre las muchas historias que ha presenciado, Débora nos cuenta la de Aliye, una mujer viuda desde 2013 que perdió a sus dos hijos en el terremoto. “Estaban atrapados cada uno en su habitación bajo los escombros, se hablaban entre ellos, hablaban del frío, de la sed… Aliye les animaba diciendo ‘Aguantad que nos van a sacar’. Al cuarto día la rescataron a ella, pero los niños ya habían fallecido”. Hoy Aliye visita cada día a Débora y le pide un paquete de rollos de cocina. “Los necesita para limpiarse las lágrimas por la noche”, añade.
Las necesidades actuales siguen siendo muchas. Una de ellas es el tratamiento de Huda, madre de un niño de siete años que desde el terremoto tartamudea. Aunque es inteligente, la lentitud al expresarse hace que lo clasifiquen entre los menos capacitados. “La madre lo lleva al logopeda, pero ya no puede pagar los 20€ por sesión. Si alguien quiere ayudar, puede contactarme y le pongo en contacto con la familia”, comenta Débora.
Por último, Débora agradece las muestras de cariño y apoyo desde España. “Gracias por tener en mente a los damnificados del terremoto y ofrecernos la posibilidad de explicar sus necesidades. Gracias a todos los que habéis estado rogando a Dios por nosotros y enviando ayuda. Dios sea glorificado”, finaliza Débora. Para colaborar o contactar directamente, se puede hacer a través de WhatsApp: +90 535 764 3856.
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