La Unión Europea y el efecto del coronavirus

Las medidas de prevención y el calendario para ir recuperando la normalidad no han sido las únicas diferencias entre los países de la comunidad. Si acaso, las más inocentes.

Jonatán Soriano

BARCELONA · 20 DE ABRIL DE 2020 · 15:45

Después de Wuhan, Europa ha pasado a ser el centro epidémico del coronavirus. / <a target="_blank" href="https://unsplash.com/@kobuagency?utm_source=unsplash&utm_medium=referral&utm_content=creditCopyText">KOBU Agency </a>, Unsplash CC,
Después de Wuhan, Europa ha pasado a ser el centro epidémico del coronavirus. / KOBU Agency , Unsplash CC

El avance de la epidemia de la Covid-19 a lo largo de los países de la Unión Europea ha puesto de manifiesto que las diferencias en cuanto a la aplicación de medidas de prevención y la calendarización de la vuelta paulatina a la normalidad son el problema más inocente que afronta la comunidad ahora. 

A pesar de poner el enfoque en lo económico, en la deuda que viene, en quienes no quieren asumir parte de esa deuda y en quienes piden que se ‘comparta’, la fragmentación entre los miembros de la Unión Europea apela también a identidades nacionales, modelos políticos antagónicos en cuanto a la gestión, por ejemplo, de las migraciones y del cambio climático, y todo un hervidero político.

“Nos encontramos en un momento de verdad, lo cual es decidir si la Unión Europea es un proyecto político o un proyecto de mercado. Yo creo que es político. Necesitamos transferencias financieras y solidaridad, aunque solo sea para que Europa aguante”, aseguraba el presidente de Francia, Emmanuel Macron, hace unos días en una entrevista para el Financial Times. Desde Bruselas, el representante de la Alianza Evangélica Europea (EEA, por sus siglas en inglés), Arie de Pater, recuerda que es cierto que la “Unión Europea comenzó como un proyecto de paz” pero que también “ha sido un proyecto económico, comenzando con un mercado común para el carbón y el acero”. “El mercado único ha sido un importante factor de atracción, a pesar de que la comunidad ha insistido en valores comunes. Con los años, [y el crecimiento del número de países], la toma de decisiones nunca ha sido ha sido fácil y el hecho de que los miembros ahora estén bajo presión política y con una situación económica tremenda no hace ningún bien. El interés propio a corto plazo parece triunfar respecto a la solidaridad a largo plazo. Esto reduce el espacio para los compromisos por los que la Unión ha sido famosa”, expresa de Pater.

La insolidaridad, ¿principal riesgo para la continuidad de la UE?

Muchas voces se preguntan, y algunas ya se atreven a afirmarlo, si estamos ante el fin de la Unión Europea. Pero los discursos de los principales actores de la comunidad no parecen ir en la línea de dar por perdida la estructura supraestatal, y menos en un 2020 que además cobra simbolismo por albergar el 75º aniversario del final de la Segunda Guerra Mundial que, entre sus diferentes consecuencias, depararía la creación de la primera unión de países en Europa.

En este sentido, la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, señalaba hace unos días que “es correcto que Europa, en su conjunto, ofrezca una sincera disculpa a Italia”, en alusión a lo que la responsable de la institución considera una falta de ayuda a pesar de que “Italia [por ser el país con más muertos por coronavirus en el continente] necesitaba una mano amiga desde el principio”. “Pero pedir perdón solo cuenta para algo si cambia el comportamiento. Tened el valor de defender Europa, porque esta Unión nos ayudará a salir adelante”, remarcaba la mandataria en la Eurocámara hace unos días.

Macron, en la misma línea, ha señalado a aquellos que “no están por Europa cuando significa compartir la carga”, en una crítica a países como Alemania, Países Bajos o Austria, y ha asegurado que “los populistas ganarán en Italia, en España y quizás en Francia” si no se asume la crisis desde una actitud más solidaria por parte del conjunto de países. De hecho, entre el océano de datos que se publican cada día, destaca un sondeo del think tank Instituto Piepoli, publicado a mediados de abril, que refleja que el 71% de los italianos creen que la epidemia de la Covid-19 está destruyendo la Unión Europea. 

De Pater: "Estos tiempos pueden requerir medidas excepcionales, pero la transparencia y el escrutinio independiente son clave".

La línea de los egoísmos nacionales, dice de Pater, también supone un riesgo en el sentido de alimentar “el mismo enfoque en el interés propio a corto plazo en lugar de una visión que apela a un futuro a largo plazo”. “Hemos visto varias coaliciones pragmáticas pero también fuertes enfrentamientos a través de la división Norte-Sur y Este-Oeste y no creo que hayan acabado. Al final, todo se reduce a la pregunta de si los estados miembros todavía están convencidos de que son más fuertes unidos”, añade. 

“La fe puede proporcionar un fuerte sentido de significado y pertenencia”

En una situación en la que una crisis inesperada hace más notorias las diferencias políticas, remarca los riesgos de una excesiva ideologización de las circunstancias y somete la economía a un plano secundario o a compartir el protagonismo, por el momento, una parte del liderazgo evoca valores de solidaridad mientras que otra concentra sus esfuerzo de fronteras hacia dentro. Este es el escenario en el que de Pater recuerda que “los valores cristianos fueron un hecho para los padres fundadores de la Unión Europea”. 

Para el representante de la EEA, la epidemia pone de manifiesto que “necesitamos una base sólida para una unión económica y política” y que “principios como la dignidad humana, la solidaridad y la justicia están profundamente arraigados a la Biblia y todavía son muy relevantes para nuestras sociedades hoy”. “La fe puede proporcionar un fuerte sentido de significado y de pertenencia, especialmente en un momento en que todos nos enfrentamos a nuestra mortalidad. Estos principios y su implementación práctica van mucho más allá de la política real, las políticas o los partidos políticos”, añade.

La Unión Europea y el efecto del coronavirus

]La situación que afronta la Unión Europea requiere de valores bíblicos, además de estrategia política y económica, dicen desde la EEA. / Sara Kurfess, Unsplash CC

La iglesia ante la Europa que viene

La reivindicación de los valores que algunos líderes europeos han comenzado a reclamar para gestionar los escenarios que se plantean tras la epidemia de la Covid-19, requiere, según de Pater, una iglesia participativa y comprometida con la urgencia del momento. “Las iglesias, y las comunidades religiosas, en general, pueden desempeñar un papel importante a nivel local, nacional e internacional. Muchas iglesias han establecido ya apoyo práctico y consuelo para los enfermos, las personas que se encuentran solas y los mayores”, recuerda.

Pero además de las acciones más visibles, de Pater, también señala la necesidad de una iglesia que fiscalice el ejercicio del poder en los gobiernos y las instituciones de la Unión Europea. “Como cristianos, somos muy conscientes del estado caído de la humanidad y del engaño del corazón humano. Es por eso que el poder necesita control y equilibrio como en una democracia viable. Por supuesto, tiempos excepcionales pueden requerir medidas excepcionales, pero incluso ahí, la transparencia y el escrutinio independiente son clave”, dice. Por eso, ante el avance de diferentes medidas que aumentan la restricción y el control de las libertades, el representante de la EEA recuerda que “cualquier medida de emergencia debe ser proporcional, claramente descrita y solo por un periodo de tiempo limitado”.

Además de la participación en la recuperación colectiva y de la fiscalización de los gobiernos, de Pater no olvida el énfasis en los deberes individuales y la transmisión de un mensaje de esperanza válido también para el ámbito personal. “Como cristianos no podemos hacer que nuestros gobiernos sean los únicos responsables de nuestro bienestar mental y físico. Los líderes son seres humanos como tú y yo. En definitiva, nuestras vidas no están en manos de un líder o un médico, por importantes que puedan ser, sino en las manos de nuestro buen Dios”, afirma. “Eso debería dar forma a nuestras expectativas y relación con nuestros líderes. Los líderes están llamados a establecer las condiciones para que nuestras sociedades prosperen, esto incluye establecer un espacio para que las comunidades de fe hagan aquello para lo que han sido llamadas; servir a nuestros vecinos, nuestras ciudades y nuestras naciones en el amor de Cristo”, añade. ¿Será Europa capaz de generar esos espacios?

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