Núcleos protestantes en el centro histórico de la ciudad de México, 1861-1873 (III)

30 DE ENERO DE 2016 · 22:30

El Hospital de San Andrés, frente al Palacio de Minería. Imagen de finales del siglo XIX.,
El Hospital de San Andrés, frente al Palacio de Minería. Imagen de finales del siglo XIX.

La Sociedad Evangélica de San José el Real muda el domicilio de sus actividades en la ciudad de México al antiguo convento ubicado en el callejón de Betlemitas (actual calle Filomeno Mata) hacia principios del último tercio de 1869, según publicaron periódicos de la capital.1 Al respecto La Iberia hizo un pequeño anuncio: “Templo Evangélico. El que estaba en la calle de San José el Real ha sido trasladado al exconvento de Betlemitas”.2 El nuevo lugar era más amplio, y por ello representaba un avance en el ensanchamiento del grupo, que, como hemos visto, se estaba expandiendo a poblaciones en otras zonas de la República Mexicana. La nota periodística no menciona el número de Betlemitas en el cual tienen lugar los servicios evangélicos. En 1871 un crítico de los núcleos protestantes caracterizó al grupo de Sóstenes Juárez de la siguiente forma: “celebran en Bethlemitas un culto demasiado sencillo: más político que cristiano, más racionalista que protestante, muy parecido al de los humildes, industriosos y benéficos cuáqueros”.3

En abril de 1870 el grupo evangélico de Chimalhuacán, estado de México, vinculado a la Sociedad Evangélica presidida por Sóstenes Juárez en la capital del país, fue víctima de ataques de pobladores católicos. Los perseguidos señalaron al sacerdote católico romano Bernardo de Villageliú como el instigador de las acciones en su contra.4 Del caso se ocupó ampliamente Ignacio Manuel Altamirano, para entonces en la cima de su carrera como escritor, periodista y firme defensor de las leyes de Reforma juaristas.

El cura Bernardo de Villageliú hizo llegar al gobernador del estado de México una relación de hechos que, según él, tuvieron lugar en Chimalhuacán. Ratificaba que los problemas en el pueblo eran ocasionados por “un grupo como de cien hombres que pretenden formar parte de la secta protestante, llamada Sociedad Evangélica”.5 Villageliú menciona que los protestantes de Chimalhuacán formaban parte de la red de iglesias lideradas por Sóstenes Juárez. Aporta el dato que Juárez había bautizado al hijo de un protestante, quien “arrepentido de su disidencia del catolicismo” se presentó ante él de forma espontánea para solicitarle impartiera el sacramento al niño, “porque no estaba conforme con el bautismo que dice le había conferido el que se titula ministro evangélico, C. Sóstenes Juárez”.6

Incapaz de mostrar con pruebas y argumentos que los señalamientos hechos en su contra en los atropellos de que fueron víctimas los protestantes, subraya Altamirano, el periódico que defiende al cura Villageliú (La Voz de México) reacciona como partidario fanático del Santo Oficio. A quienes “tienen el cinismo de defender la conducta de Villageliú y de recriminar a los protestantes”, les pregunta:

¿Qué tiene de extraño, pues, que un escritor independiente, que no está vendido a los intereses clericales y que se burla de los anatemas, al ver que jueces, prefectos, gobernadores, diputados católicos y todo el mundo abandonan a los desgraciados indios sumidos en la cárcel de un pueblo fanático, tenga la osadía, fiel a sus principios reformistas, de revelar esa violación de las leyes, ese inicuo atentado contra la libertad humana, esa arbitrariedad de los que cuentan aquí con recomendaciones y protectores?7

A la acusación de ser anticatólico, Altamirano señala que si una injusticia como la padecida por los indios de Chimalhuacán la sufrieran católicos, él no vacilaría en defenderlos de las arbitrariedades. Informa que los indígenas evangélicos han sido liberados, luego entonces no eran culpables de lo que fueron acusados por Villageliú. Finalmente reproduce una carta de los protestantes de Chimalhuacán, en la cual se aportan más datos que refuerzan los señalamientos realizados por Altamirano contra Bernardo de Villageliú.

 

Calle Xicoténcatl, que desde febrero de 1872 partió el conjunto de San Andrés. Imagen de 1975.

En el verano de 1872, en agosto, más de treinta congregaciones evangélicas independientes del estado de México convocaron a lo que la prensa denominó un “Concilio protestante” a tener lugar en Chalco, cuyo fin sería subrayar que sus fundadores y quienes ahora las integran “no admiten clero alguno ni cooperarán a formar otro cuerpo teocrático de esa especie, pues creen, que al hacerlo así, no harían mas que cambiar de yugo, y que para ser cristianos les basta estudiar y practicar el Evangelio”.8 El diario agregaba que tales “protestantes puritanos no reciben subvención alguna del pueblo americano ni de ninguna persona o sociedad extranjera, como se asegura y se sabe que pasa con las congregaciones episcopales de San Francisco y San José de Gracia”, que formban parte de la Iglesia de Jesús, cuyo líder más visible era Manuel Aguas. A la convocatoria no fueron ajenas congregaciones que reconocían el liderazgo de Sóstenes Juárez, y posiblemente éste fue uno de sus principales impulsores.

Durante 1872 Sóstenes Juárez se mantuvo ministrando en el callejón de Betlemitas, por su parte Arcadio Morales a veces colaboraba con Juárez pero también tenía nexos con líderes protestantes para iniciar obra en otros lugares de la ciudad. Arcadio Morales y Agustín Palacios, a disgusto con la orientación eclesiástica episcopal que estaba tomando la Iglesia de Jesús, salieron de esta en octubre de 1872 e iniciaron una nueva congregación evangélica en “la 1ª calle del Cinco de Mayo” (corresponde hoy al tramo de esa calle ubicado entre Isabel la Católica y Motolinía).9

Al vincularse a principios de 1873 con los trabajos misioneros exógenos, Sóstenes Juárez tenía casi una década de haber iniciado su compromiso con la creación de núcleos cristianos de perfil protestante/evangélico. El desarrollado con el obispo John C. Keener no fue el primer contacto de Juárez con personajes extranjeros llegados al país con el objetivo de difundir el protestantismo.

A partir de 1864 Juárez tuvo contacto y relaciones de mutua colaboración con John William Butler, el representante de la Sociedad Bíblica de Londres. Desde enero de 1869 y durante algunos meses, quizá poco más de un año, Sóstenes fue respaldado por el misionero Henry C. Riley, quien de enero a octubre de 1869 contribuyó con el grupo que lideraba Sóstenes Juárez en San José el Real 21. Al mudarse el núcleo de Sóstenes Juárez a Betlemitas la participación de Riley continúó pero en menor intensidad, ya que el misionero decidió dedicar mayor esfuerzo a la tarea de hacer preparativos para publicar un periódico (La Estrella de Belén, que aparecería en marzo de 18970) y abrir un lugar para las reuniones de la Iglesia de Jesús.

Sóstenes Juárez estaba desarrollando su ministerio en la casona del callejón de Betlemitas, distante a pocas calles de la principal plaza pública de la ciudad de México, el Zócalo, cuando a principios de 1873 el recién llegado obispo John C. Keener le invita para unirse a los trabajos iniciales de la Iglesia Metodista Episcopal del Sur. En ese tiempo Juárez tenía su domicilio en “la calle Nueva o de la Independencia (hoy 16 de Septiembre). Era viudo y no tenía hijos”.10

Antes de proporcionar mayores antecedente del obispo Keener considero pertinente tratar de dilucidar en qué parte del callejón de Betlemitas se reunía el núcleo evangélico de Juárez. Es probable que el domicilio de Betlemitas consignado en octubre de 1869 por El Monitor Republicano, y en el que Sóstenes Juárez ejercía liderazgo, fuese el mismo que más tarde, a partir de 1873, albergó una Iglesia presbiteriana en el número 8 del callejón de Betlemitas, con Arcadio Morales como su pastor.11 Por otra parte tampoco debe descartarse que los dos núcleos hayan ocupado números distintos en la misma calle.

Un anuncio hace que me incline por delinear que la congregación presbiteriana de Betlemitas 8 inició actividades en un lugar contiguo al de la célula encabezada, en la misma vialidad, por Sóstenes Juárez a partir de octubre de 1869 y hasta enero de 1873. El mencionado anuncio informaba: “Desde el domingo 27 [de julio de 1873] habrá cultos cristianos en el gran salón de Betlemitas número 8, los domingos a las diez y media de la mañana y a las cuatro de la tarde en el Dominical, y en la noche a las siete será el último culto del domingo. Los jueves también habrá un culto a las siete de la noche”.12 Según esta información, antes del 27 de julio de 1873 no hubo reuniones evangélicas en el callejón de Betlemitas 8 (esquina de las actuales Filomeno Mata y Tacuba, donde se ubica el monumento al primero). Las actividades de la congregación que pastoreaba Juárez habrían tenido lugar en Betlemitas 7, en algún salón del edificio que ocupaba la Sociedad Lancasteriana. Entonces la numeración de las propiedades era continua de un mismo lado de la calle.

Es importante retomar al personaje que logró la colaboración de Juárez para la causa de la Iglesia Metodista Episcopal del Sur en México. John C. Keener nació el 7 de febrero de 1819 en Baltimore, Maryland. Estudió en la Universidad Wesleyana de Texas. Su elección como obispo tuvo lugar en la Conferencia General de Memphis en 1870.13 En los días finales de 1872, el obispo Keener hizo el viaje de Nueva Orleáns a Veracruz en el “buque Tabasco”.14 Llegó al puerto mexicano el primero de enero de 1873 y a la ciudad de México el día 6 del mismo mes. Sobre la urbe a la que arribaba escribió: “El estilo de la arquitectura y la solidez de los edificios de la capital de México me asombraron. Al ir en coche de la estación [de ferrocarril] al hotel Iturbide [hoy Centro Cultural Banamex, en la calle Francisco I. Madero, Centro Histórico], me parecía una visión oriental, esa ciudad edificada en el interior del país, me traía a la memoria la ciudad de Florencia y la arquitectura de Miguel Ángel”.15

Antes que Keener había llegado el obispo Gilbert Haven, de la Iglesia Metodista Episcopal, quien desembarcó en Veracruz el 28 de diciembre de 1872 y para el 4 de enero del año siguiente estaba instalado en la capital mexicana, en el Hotel Gillow.16 Haven permaneció en el país tres meses, tras los cuales regresó a los Estados Unidos. Mes y medio después que John C. Keener, el 23 de febrero, arribó a la capital del país el obispó William Butler, quien al igual que Haven pertenecía a la Iglesia Metodista Episcopal.

En el buque Tabasco, Keener conoció a George W. Clarke, editor del semanario en inglés The Two Republics, que publicaba en la capital del país y cuyas oficinas estaban ubicadas en el número 5 de la primera calle de Plateros.17 Clarke puso en contacto a Keener con Christian Amadeus Breme (o Boheme), quien a su vez le presentó a Sóstenes Juárez.

Durante su primera visita el obispo John C. Keener dedicó sus esfuerzos a establecer un lugar para las actividades de la Iglesia Metodista Episcopal del Sur entre la población mexicana. También apoyó a las congregaciones de habla inglesa existentes en la capital. Keener predicó en la recién organizada Iglesia anglo-sajona de México, cuyo pastor electo era el reverendo William H. Cooper, y que se reunía en el “salón de San Juan de Letrán”.18 El salón citado era el del número 12, primera sede de la Iglesia de Jesús, que abrió cultos en ese lugar a fines de marzo de 1870.19 También Keener encabezó un servicio unido de oración de los distintos grupos protestantes de habla inglesa que fue convocado para efectuarse el 2 de febrero en el “salón de la calle San José el Real, cerca de Cinco de Mayo”.20

El lugar al que acudió Keener habría sido el mismo en que se reunió la Sociedad de Amigos Cristianos/Sociedad Evangélica de Sóstenes Juárez por cinco años, de 1864 a 1869. En febrero de 1873 el obispo Keener asistió al salón que estaba en una planta alta de San José el Real 21. En la planta baja del domicilio hubo diversos giros comerciales, como la Librería e Imprenta J. F. Jens, que ocupaba los números 21 y 22 (entonces, como antes mencioné, la numeración era continua en un mismo lado de la calle).21 Una década después de la presencia de Keener en el antiguo lugar donde ministró Sóstenes Juárez, continuaba en los bajos del edificio la Librería e Imprenta J. F. Jens.22 La edificación fue ocupada, al menos a partir de 1888, por el Hotel Colón.23

El obispo Keener no hablaba adecuadamente español y para comunicarse fue importante la ayuda de Sóstenes Juárez, quien dominaba el francés y posiblemente comprendía algo de inglés. John C. Keener muy pronto tuvo buenos resultados en su búsqueda de comprar una propiedad que fuera destinada a las actividades eclesiásticas metodistas del sur. Adquirió la capilla de San Andrés, que formó parte del Convento Capuchino, y lugar donde fue “depositado el cuerpo de Maximiliano de Austria una vez traído de Querétaro, antes de embarcarlo para Europa”.24 El 27 de febrero de 1873 informaba los detalles de la operación:

Ayer pagué en efectivo y firmé los documentos para comprar la capilla [de San Andrés], con lo que ésta se constituye en el primer baluarte de la Iglesia Metodista Episcopal del Sur en el corazón de México. Tiene toda la apariencia de un Gibraltar cubierto de ceniza; acanterado y gótico que puede convertirse en un santuario para los tiempos de prueba […] Está situado en una esquina en la sección soleada de la calle […] Su costo real es lo doble de lo que pagué por la capilla y el lote adyacente juntos […] El terreno tiene paredes por los cuatro lados. Tan altos como la capilla, de modo que con una inversión mínima se techa, se pone piso y se anexa al santuario. La superficie total es de 55 por 66 varas [46 por 55 metros]. Desde que fue confiscada la propiedad ha estado a prueba. Su belleza se opacó un tanto, aunque conserva el mérito arquitectónico […] Ahora tendrá que repararse, se pintarán las paredes, se le pondrá piso nuevo, se arreglará el altar y se pondrá un púlpito adecuado. Todo de acuerdo con la fe de quienes vengan allí a adorar y a escuchar. Ahora sólo se necesita un predicador.25

La capilla estaba en la conocida como puerta falsa de San Andrés y el callejón de 1857. Hoy en ese lugar confluyen la calle de Donceles, Xicoténcatl y la cerrada del 57. San Andrés sirvió como lugar de reuniones tanto para la misión de la Iglesia Metodista Episcopal del Sur, la de Keener y Sóstenes Juárez, como de la Iglesia Metodista Episcopal, la de los obispos Gilbert Haven y William Butler, hasta que esta última tuvo su propio lugar, a partir del 25 de diciembre de 1873, para la realización de sus servicios en Gante número 5.

Tras un rápido acondicionamiento en la capilla de San Andrés iniciaron cultos metodistas el 30 de marzo de 1873. En el acto participaron líderes y feligresía de las dos denominaciones, las que después tendrían en el lugar servicios dominicales matutinos para los de la Iglesia Metodista Episcopal del Sur, y vespertinos para los de la Iglesia Metodista Episcopal.26

 

En 1912 el presidente Francisco I. Madero inauguró el Palacio de Comunicaciones, construido en donde estuvo la mayor parte del conjunto de San Andrés. El edificio es desde 1982 el Museo Naconal de Arte.

Poco antes de salir del país, el obispo Keener escribió (28 de marzo de 1873) algunas de sus impresiones acerca de los pobladores de la capital e hizo una comparación de la misma con urbes estadounidenses: “Me hallo a mí mismo, al abandonar esta tierra y gente, con ideas inmensamente corregidas y diferentes de aquellas con las que llegué”. Al adentrarse en el país imaginaba que “la gente sería ruda, pendenciera, mitad negra, turbulenta, incapaz de desarrollarse excepto lo más rudimentario a menos que fuera ayudada por medio de un proceso cristiano, y que el territorio estaría envuelto en incesantes revoluciones”.27

Al salir estimó que “en cuanto a la gente, 7 de cada diez personas tienen sangre indígena, uno de cada diez son de pura sangre española y no encontré un solo mulato o negro en la capital a no ser dos sirvientes importados por el cónsul americano, ni tampoco en el camino, excepto unos pocos en el puerto de Veracruz”. Y sobre la ciudad de México observaba que “en cuanto a capacidad y civilización, las cuales en muchos aspectos son altamente valoradas, esta gente puede sobrepasar a Boston en música, a Filadelfia en librerías y a Nueva York en bellas artes. Me duelo decirlo, pero es la verdad”.28

Al dejar el país, John C. Keener confió la obra en Sóstenes Juárez, pero unos meses más tarde enviaría para que estuviese al frente del trabajo a un personaje que había conocido en diciembre de 1872 en la Conferencia Anual del Oeste de Texas, y de quien líderes metodistas norteamericanos daban muy buenas referencias.

La persona recomendada fue Alejo Hernández, liberal que se enlistó en las filas combatientes contra la Intervención Francesa y el Imperio de Maximiliano de Habsburgo. Tras ser encarcelado por su oposición a la invasión extranjera, iniciar la lectura de literatura protestante durante su cautiverio y salir de este, Alejo Hernández viajó a Estados Unidos. En Brownsville, Texas, leyó la Biblia y tuvo nexos con una Iglesia presbiteriana. Ya converso al cristianismo evangélico, Hernández regresó a México por poco tiempo. De nueva cuenta volvió a Texas, y en Corpus Christi comenzó a congregarse en una Iglesia metodista.29

En 1871 la Conferencia Anual del Oeste de Texas, de la Iglesia Metodista Episcopal del Sur, ordenó diácono a Hernández. Después fue nombrado pastor asociado para ministrar en Laredo. Al año siguiente recibió la encomienda de ampliar sus trabajos entre la población texana de habla española. En la Conferencia eclesiástica metodista del oriente texano de 1872, Alejo Hernández conoció al obispo John C. Keener, quien estaba ultimando detalles para viajar a México.

Comisionado por Keener, Alejó Hernández se hizo cargo de la capilla de San Andrés a partir del 29 de junio de 1873.30 El pastor Hernández predicó en el cuarto (28 de diciembre de 1873) de los seis servicios especiales que con motivo de la apertura del templo metodista la Santísima Trinidad se realizaron a partir del 25 de diciembre de aquel año.31 En un nuevo viaje a México el obispo John C. Keener, de cuyo arribo dio noticia el periódico en francés editado en la capital,32 ordenó presbítero a Alejo Hernández el domingo 8 de febrero de 1874, en un servicio programado para iniciar a las tres de la tarde.33 Acerca de otro culto dominical, realizado una semana después de la ordenación de Hernández, Keener escribió que:

Esta tarde celebramos la Cena del Señor en la Capilla de San Andrés. Había presentes una buena compañía de mexicanos y personas de habla inglesa. El hermano [Alejo] Hernández predicó un sermón basado en Marcos [14:24]: “Esta es la copa del nuevo pacto en mi sangre”. Todos los ministros de las diferentes misiones (de la ciudad) estuvieron presentes. El señor Parkes, el señor Carter, el doctor Cooper, el doctor Butler, el hermano Daves, el hermano [Sóstenes] Juárez y el obispo Simpson se acercaron a la mesa. Yo consagré los elementos en inglés. Fueron administrados en español y la oración final fue en español, así como la alabanza congregacional. Muchos de los mexicanos se arrodillaron muy devotos en el altar y recibieron los sacramentos con mucha emoción, fue una ocasión quieta y bonita. Yo estaba gozoso de ver a los protestantes puestos de pie uno junto a otro en unidad […] Ellos están haciendo una buena obra, tienen largas audiencias para gente pobre, yo creo, la más pobre que haya visto en una iglesia en cualquier país.34

Alejo Hernández era el pastor de la capilla de San Andrés y Joel T. Daves el superintendente de la misión en México de la Iglesia Metodista Episcopal de Sur.35 Daves también apoyaba a las congregaciones de habla inglesa, como la que se reunía en el número 12 de San Juan de Letrán.36 Entre tanto Sóstenes Juárez continuaba colaborando para fortalecer la obra de los metodistas del sur, facilitando contacto con la red que lideraba desde los tiempos de la Sociedad Evangélica primero domiciliada en San José el Real 21, y después en el callejón de Betlemitas.

En el verano de 1874, solamente seis meses después de haber sido ordenado presbítero, Alejo Hernández tuvo un ataque de parálisis. Salió del país hacia Texas, donde murió el 27 de septiembre de 1875, “sus restos descansan en el cementerio de Corpus Christi”.37 A la salida de Hernández se hicieron cargo de las responsabilidades pastorales el misionero Joel T. Daves y Sóstenes Juárez.

En junio de 1874 surgió un punto a dirimir entre líderes protestantes mexicanos y los representantes de las misiones extranjeras. “Sóstenes Juárez y sus colegas decidieron formar una junta para ejercer control general sobre los intereses de las misiones”. Su objetivo “era proteger a los predicadores mexicanos de sus empleadores, de tal manera que éstos no pudieran seleccionar ni despedir a nadie sin antes presentar el caso a la junta, que sería la que decidiera en última instancia”.38 Por lo menos hubo una reunión para tratar el asunto:

Los misioneros William Butler [metodista episcopal], James [Joel] T. Daves [metodista episcopal del sur] y Merril N. Hutchinson [presbiteriano], encargados de las tres sociedades misioneras con sede en la ciudad de México, se presentaron puntualmente cuando fueron convocados por la junta encabezada por Sóstenes Juárez […] No obstante, Daves y Hutchinson, atemorizados por la confrontación, dejaron que Butler, que había adquirido una larga experiencia [misionera] en la India, dirigiera el debate. Éste contraatacó duramente el proyecto, subrayando que, a su juicio, era absurdo e impracticable desde el punto de vista de los intereses particulares de cada empresa misionera, ya que, por ser independientes unas de las otras, se encontraban en imposibilidad de aceptar el que cualquier institución decidiera por todas ellas. Al parecer, Juárez y sus colegas no tuvieron respuesta para oponerla al argumento y, así, propusieron sustituir la junta por una reunión periódica de todos en la que se buscara la edificación mutua.39

 

El obispo Butler, cita Bastian, consideró que con su intervención puso fin “al intento de [Sóstenes] Juárez de habilitarse como arzobispo de las misiones evangélicas en México”. Es oportuno señalar que hubo otros líderes protestantes mexicanos que manifestaron incomodidad con algunos pareceres de los misioneros. Fue el caso de Benjamín Pascal, ministro de la Iglesia de Jesús, quien señaló a Joel T. Daves desatinos en carta remitida al Christian Advocate y reproducida en parte en La Voz de México.40

En la misiva mencionada, Daves alegó que porciones y expresiones de su escrito fueron mal interpretadas, al reproducirlas fuera del contexto general de lo expresado por él.41 Por su parte Pascal arguyó que al hacer las aclaraciones, “debo decirle que no trato de elevarme a mí mismo y a lo que llama mi partido, porque no tengo pretensiones de ninguna clase ni existe antagonismo alguno entre nosotros, puesto que somos hermanos en una misma religión; también le diré que debí rechazar sus apreciaciones, porque tendían nada menos que a poner en duda nuestra sinceridad como protestantes, y nuestra dignidad como mexicanos”.42

Sóstenes Juárez combinaba labores eclesiásticas con las de su profesión como educador. Decidió darle más tiempo a las primeras, ya que problemas físicos le impedían continuar con ambas tareas. En junio de 1875 la Sociedad Lancasteriana le concedió una licencia de seis meses como director de su biblioteca, “con objeto de atender a su quebrantada salud”.43

Es importante aquilatar el peso educativo y cultural que tenía en México la Sociedad Lancasteriana en el tiempo que Sóstenes Juárez fungía como bibliotecario de la institución. La sede del organismo estuvo en una parte del ex convento de Betlemitas.44 Este ocupaba un área actualmente delimitada por las calles Cinco de Mayo, Filomeno Mata, Tacuba y Bolivar, en el Centro Histórico de la capital mexicana.

La extensa propiedad tuvo distintos usos después del decreto de las Cortes Españolas de 1820, cuando la orden de los Betemitas fue suprimida, “en 1829 sirvió el edificio de Escuela Militar, y hasta el 13 de febrero de 1861 de convento de monjas de la Enseñanza Nueva. El 9 de marzo del mismo año, se destinó una parte a escuela modelo de primeras letras y otra para la Compañía Lancasteriana”.45

Los logros del método lancasteriano de enseñanza fueron reconocidos de tal manera, que “veinte años después de su fundación, en 1842, el gobierno nacional entregó a la Compañía Lancasteriana la dirección de instrucción primaria de toda la República Mexicana”.46 El organismo tuvo la responsabilidad de enseñar las primeras letras y operaciones aritméticas a varias generaciones de estudiantes del país.47

Tras el triunfo de los liberales sobre el Imperio de Maximiliano, Benito Juárez entró victorioso a la ciudad de México, el 15 de julio de 1867, aquellos se dieron a la tarea de construir instituciones que reflejasen sus anhelos de transformar radicalmente al país. Una de sus prioridades estuvo en el terreno educativo, y pocos meses después, el 2 de diciembre, fue promulgada “la ley orgánica de Instrucción Pública”.48 Al iniciar el gobierno el plan de tomar en sus manos los distintos niveles escolares, los planteles lancasterianos comenzaron a declinar.

Todavía en 1870 la ceremonia de premiación a los estudiantes de las escuelas lancasterianas en la ciudad de México tuvo repercusión en la prensa. Ignacio Manuel Altamirano, él mismo integrante de la Sociedad Lancasteriana, reseñó lo que llamó “magnífico acto”, que se realizó en el Gran Teatro Nacional.49 Este fue construido en terrenos que fueron del convento y hospital de Betlemitas, y “se colocó la primera piedra el 18 de febrero de 1842”.50

La Biblioteca Popular del Cinco de Mayo, localizada en “la iglesia” del ex convento,51 en el callejón de Betlemitas número 7 (como la ubicaba todavía en 1883 un plano comercial),52 y patrocinada por la Sociedad Lancasteriana, conformó su acervó con varias donaciones, entre ellas “cien cajones de libros” duplicados procedentes de la Biblioteca Nacional.53 La Biblioteca Popular fue inaugurada el 16 de septiembre de 1870 por el presidente Benito Juárez, “a las cuatro de la tarde”.54 Daba servicio en días hábiles, “hasta las diez de la noche. El local está alumbrado con gas hidrógeno”.55

Un editorial periodístico describía la Biblioteca Popular como “excelente establecimiento […] un local amplio y gozando de buena luz, se presta de una manera satisfactoria a llenar su objeto. Vimos a varios ciudadanos ocupados en leer y aprovechando ya la proporción de instruirse que les suministra esta nueva biblioteca”.56

En la también conocida como Biblioteca del Cinco de Mayo tenían lugar otras actividades además del fomento a la lectura. Un ciclo de conferencias muy concurrido fue el de Historia política de México, en el que se anunciaba Ignacio Ramírez tendría a su cargo el “período comprendido desde antes de la Conquista hasta 1810. El señor [Ignacio Manuel] Altamirano desde la guerra de Independencia hasta 1853, y de la guerra de la Intervención y presidencia del señor [Benito] Juárez. Al señor Guillermo Prieto le toca el período que comprende la revolución de Ayutla y la guerra de Reforma, desde 1853 hasta 1861”.57 En cuanto a número de personas que usaban sus instalaciones, la Biblioteca Popular recibió en mayo de 1873 a 6 mil 356 visitantes que consultaron su catálogo y libros.58

La Sociedad Lancasteriana quedó disuelta en 1890, por decreto del presidente Porfirio Díaz.59 La Biblioteca Popular fue cerrada, “trasladándose los libros a la Biblioteca Nacional”.60 La dirección de la institución que tan efectivamente proveyó acceso bibliográfico a un gran número de lectores estuvo en sus primeros años, los de mayor esplendor, bajo la dirección de Sóstenes Juárez. Él dejó la Biblioteca del Cinco de Mayo, como se ha visto, en junio de 1875 para dedicarse de lleno a los trabajos de la Iglesia Metodista Episcopal del Sur.

En el tiempo de Joel T. Daves como superintendente de la misión fue remozada la ex capilla de San Andrés, y se hizo una nueva dedicación del lugar el 22 de agosto de 1875.61 Asistieron al acto 400 personas, mexicanas en su gran mayoría. Un buen grupo de asistentes debió quedarse fuera del recinto porque ya no había cupo dentro. El sermón fue predicado por Santiago Pascoe, “quien fue asistido en el servicio por el reverendo Sóstenes Juárez y el reverendo [José Elías] Mota”.62 La dedicación de la renovada capilla la realizó el pastor Joel T. Daves, que “predicó su primer sermón en español”.63 Sóstenes Juárez y J. E. Mota quedaron nombrados como pastores de la capilla, a la que desde entonces se le llamó El Mesías.64 Otra versión sostiene que fue tres años después cuando le pusieron al templo el nombre antes citado.65 El misionero Joel T. Daves debió regresar con todo y familia a Estados Unidos a finales de 1875, “porque en especial su esposa no pudo adaptarse a las condiciones climáticas del Valle de Anáhuac”.66

El obispo John C. Keener visitó por tercera ocasión la capital del país en febrero de 1876.67 Los pastores de la capilla de San Andrés/templo El Mesías, Sóstenes Juárez y Elías Mota informaron a Keener sobre el estado de la obra: “70 miembros, 30 discípulos en la Escuela Dominical y 65 educandos en las dos escuelas de niños y niñas establecidas en la ciudad de México”.68

Sin tener superintendente general propio, la supervisión de los trabajos de la Iglesia Metodista Episcopal del Sur quedó provisionalmente en manos del obispo William Butler, de la Iglesia Metodista Episcopal. Sóstenes Juárez continuó su pastorado en condiciones difíciles, y los resultados que de la obra había presentado en febrero de 1876 se modificaron dos años después.

La Iglesia Metodista Episcopal del Sur envió a un nuevo superintendente general, “el reverendo William M. Patterson, de la Conferencia de Memphis, arribó a la capital con su esposa y tres niñitas el siete de febrero de 1878”.69 Las “revoluciones políticas que azotaban al país, el fanatismo y la escasez de elementos dispuestos para el servicio mermaron seriamente a la obra durante esos veinticinco meses [sin superintendente propio]. De los halagüeños datos reportados en 1876 [por Sóstenes Juárez y José Elías Mota], sólo quedaban: siete miembros, dos ministros mexicanos (los antes mencionados) y las dos escuelas con muy poca población”.70

Por la reorganización de la misión Metodista Episcopal del Sur, Sóstenes Juárez fue enviado a León, Guanajuato; Elías Mota a Cuernavaca, Morelos, y quedó Francisco Escobar y Villegas como pastor en la ciudad de México. El primero de enero de 1879 vio la luz la publicación oficial creada por Patterson, El Evangelista Mexicano.71

A Sóstenes Juárez se debe la fundación o consolidación de congregaciones protestantes en diversos lugares del país. Por casi tres décadas —desde sus años de liderazgo en San José el Real, el traslado del grupo al callejón de Betlemitas y su vinculación con la Iglesia Metodista Episcopal del Sur a partir de enero de 1873 y hasta mayo de 1891— Sóstenes Juárez fue un personaje central para los inicios del cristianismo evangélico en, por ejemplo, la capital del país y distintas poblaciones del estado de México, Morelos, Puebla, Guanajuato y Aguascalientes.72 Su deceso tuvo lugar el 25 de mayo de 1891, en Aguascalientes, donde era pastor.73

Arcadio Morales, quien conoció a Sóstenes Juárez el 26 de enero de 1869 (la noche que aquel consideró la de su conversión), como líder de la Sociedad Evangélica de San José del Real, escribió una semblanza sobre su compañero de labores. En ella precisó información acerca de Juárez y su importancia como pionero del protestantismo mexicano. En la parte final quiso “hacer constar tres cosas”:

1ª. Que los primeros años que [Sóstenes Juárez] trabajó en plantar en México el culto evangélico, no percibía ninguna remuneración, se sostenía de su trabajo, aunque muy pobre, pero con suma honradez. 2ª. Que la piedad cristiana del señor Juárez se fue evidenciando más y más, a medida que se acercaba el final de su carrera, perdiéndose enteramente en él aquellos arranques de incredulidad que algunas veces nos disgustaron. 3ª. Que Juárez fue fiel hasta el fin, según dicen los testigos oculares de sus últimos momentos, y descendió al sepulcro en los brazos de Jesús, el único Salvador que por tantos años había predicado. La muerte sólo pudo bajarlo del púlpito para sentarlo en el lugar que Cristo le había ido a preparar diez y nueve siglos antes, y allí esperamos encontrarlo cuando entremos a la Jerusalén celestial.74

La capilla de San Andrés fue templo de la Iglesia Metodista del Sur de 1873 a 1899, año en que debió abandonar la antigua construcción debido a los planes urbanísticos modernizadores del régimen presidencial de Porfirio Díaz. La capilla era parte de un gran conjunto que incluía el Hospital de San Andrés, sobre la calle del mismo nombre (hoy Tacuba) y frente al majestuoso Palacio de Minería. El conjunto aludido “se ubicaba en el ángulo noreste de la capital […] tenía como límites: las calles de San Andrés (Tacuba), tercera del Factor (Allende), Puerta Falsa de San Andrés (Donceles) y Puente de la Mariscala (Aquiles Serdán)”.75

Cuando en febrero 1872 quedó cercenado el conjunto de San Andrés, el escritor Juan A. Mateos celebró que hubiese tenido lugar “la ceremonia patriótica que inauguró la apertura de la calle donde se levantaba la iglesia de San Andrés”.76 Un año después la nueva arteria cambia su nombre al de Xicoténcatl (que hasta el día de hoy mantiene), “en honor de Felipe Santiago Xicoténcatl, teniente del batallón de San Blas que defendió Chapultepec y falleció en la falda de dicho cerro protegiendo la bandera mexicana en el ataque norteamericano”.77 De un lado de Xicoténcatl quedó el edificio que años después fue sede de la Cámara de Senadores (de 1931 al 2011), del otro los restos del conjunto de San Andrés que paulatinamente iba decayendo.

El Hospital de San Andrés fue demolido en 1902, en pleno auge de la dictadura de Porfirio Díaz, para levantar en su lugar el Palacio de Comunicaciones y Obras Públicas, inaugurado el 25 de mayo de 1912 por el presidente Francisco I. Madero.78 La Iglesia Metodista El Mesías tuvo que cambiarse en 1899 de la que fuera capilla de San Andrés a una sección del Convento de San Diego, ubicado en la calle del mismo nombre (que hoy es José María Luis Mora), donde permaneció cerca de dos años.79 La Iglesia El Mesías inauguró su templo en el número 47 de Balderas el 11 de febrero de 1901, lugar en el que se encuentra en la actualidad.

 

Notas

 

1 El Monitor Republicano, 9/X/1869, p. 2; The Two Republics, 16/X/1869, p. 3.

 

2 La Iberia, 12/X/1869, p. 3.

 

3 Juan N. Enríquez Orestes, Juicio sobre la carta y conversión del P. Aguas, Imprenta F. Díaz y Santiago White, México, 1871, p. 21.

 

4 El Monitor Republicano, 22/IV/1870, p. 3.

 

5 La Voz de México, 30/IV/1870, p. 2.

 

6 Ídem.

 

7 El Siglo Diez y Nueve, 10/VII/1870, p. 1.

8 El Monitor Republicano, 22/VIII/1872, p. 3.

 

9 El Monitor Republicano, 22/X/1872, p. 3, Arcadio Morales, “Memorias”, El Faro, 15/VI/1947, reproducidas en Alberto Rosales Pérez, op. cit., p. 36.

 

10 Carlos Suárez Ruiz (coordinador), Libro histórico de la Iglesia Metodista “El Mesías”, conmemoración del centenario de su templo actual, Iglesia Metodista de México-Ediciones y Gráficos Eón, México, 2003, p. 19.

 

11 El Faro, 15/I/1899, p. 9.

 

12 El Siglo XIX, 25/VII/1873, p. 4.

 

13 Gustavo A. Velasco, op. cit., pp. 43-44.

 

14 Carlos Suárez Ruiz, op. cit., p. 18.

 

15 Ídem.

 

16 Gustavo A. Velasco, op. cit., p. 37; Gilbert Haven, Our Next-Door Neighbor: A Winter in Mexico, New York, Nelson and Phillips, 1875, p. 89.

 

17 The Two Republics, 4/I/1873, p. 1.

 

18 The Two Republics, 1/II/1873, p. 3.

 

19 La Estrella de Belén, 8/IV/1870, p. 6.

 

20 The Two Republics, 1/II/1873, p. 3.

 

21 La Iberia, 1/I/1875, p. 3.

 

22 http://www.davidrumsey.com/luna/servlet/detail/RUMSEY~8~1~3380~330033:Plano-del-perimetro-central,-direct#

 

23 El Diario del Hogar, 13/I/1888, p. 3.

 

24 Gustavo A. Velasco, op. cit., p. 54.

 

25 Carlos Suárez Ruiz, op. cit., pp. 20-21.

 

26 Ibíd., p. 21

 

27 The Two Republics, 24/V/1873, p. 1.

 

28 Ídem.

 

29 Gustavo A. Velasco, op. cit., pp. 51-54.

 

30 Ibíd., p. 53; Carlos Suárez Ruiz, op. cit., p. 21.

 

31 El Siglo XIX, 21/XII/1873, p. 4 y 29/XII/1873, p. 4.

 

32 Le Trait d’Union, 27/I/1874, p. 2. En la edición del 22 de febrero de 1874, p. 3, La Voz de México notificó la salida del país por parte de Keener.

 

33 The Two Republics, 8/II/1874, p. 3.

 

34 Carlos Suárez Ruiz, op. cit., p. 22.

 

35 El Monitor Republicano, 3/VI/1874, p. 3.

 

36 The Two Republics, 12/IV/1874, p. 3.

 

37 Gustavo A. Velasco, op. cit., p. 54.

 

38 Jean-Pierre Bastian, op. cit., p. 59.

 

39 Ibíd.

 

40 La Voz de México, 24/V/1874, p. 3.

 

41El Monitor Republicano, 3/VI/1874, p. 3.

 

42 El Monitor Republicano, 6/VI/1874, p. 3.

 

43 El Siglo Diez y Nueve, 8/VII/1875, p. 3.

 

44 El Águila Mexicana, 19/VIII/1825, p. 2.

 

45 Luis González Obregón, México viejo, época colonial. Noticias históricas, tradiciones, leyendas y costumbres, Alianza Editorial, México, 1992, p. 375.

46 Dorothy T. Estrada, op. cit., p. 50.

 

47 María Isabel Vega Muytoy, “La cartilla lancasterianas”, Tiempo de educar, vol. 1, núm. 2, julio-diciembre 1999, pp. 166-167.

 

48 Josefina Zoraida Vázquez, “La República Restaurada y la educación, un intento de victoria definitiva”, en Josefina Zoraida Vázquez (Introducción y selección), La educación en la historia de México. Lecturas de Historia Mexicana, núm. 7, El Colegio de México, México, 1992, p. 95.

 

49 El Siglo XIX, 30/I/1870, p. 1.

 

50 Clementina Díaz y de Ovando, op. cit., p. 9.

 

51 Luis González Obregón, op. cit., p. 375.

 

52 http://www.davidrumsey.com/luna/servlet/detail/RUMSEY~8~1~3380~330033:Plano-del-perimetro-central,-direct#

 

53 El Ferrocarril, 13/IX/1870, p. 3.

 

54 La Iberia, 16/IX/1870, p. 3.

 

55 La Voz de México, 8/X/1870, p. 3; El Ferrocarril, 1/XI/1870, p. 3.

 

56 El Ferrocarril, 1/XI/1870, p. 1.

 

57 La Iberia, 1/III/1871, p. 3.

 

58 El Siglo XIX, 20/VI/1873, p. 3.

 

59 http://www.quadernsdigitals.net/datos_web/hemeroteca/r_47/nr_526/a_7343/7343.html

 

60 Luis González Obregón, op. cit., p. 375.

 

61 El Monitor Republicano, 21/VIII/1875, p. 4.

 

62 The Two Republics, 1/IX/1875, p. 3.

 

63 Ibíd.

 

64 The Two Republics, 8/IX/1875, p. 3; Carlos Suárez Ruiz, op. cit., p. 22.

 

65 Carlos Suárez Ruiz, op. cit., pp. 22-23.

 

66 Carlos Suárez Ruiz, op. cit., p. 23.

 

67 El Monitor Republicano, 23/VI/1876, p. 2.

 

68 Carlos Suárez Ruiz, op. cit., p. 23.

 

69 Ibíd., p. 24.

70 Ibíd.

 

71 Ibíd.

 

72 El Faro, 1/XI/1893, p. 166; El Abogado Cristiano Ilustrado, 1/VI/1887, p. 87.

 

73 El Faro, 1/VII/1891, p. 104; Carlos Suárez Ruiz, op. cit., p. 27.

 

74 Arcadio Morales, “Datos para la historia”, El Faro, 1/XI/1893, p. 166.

 

75 Felipe Villela Dïaz, “Los templos de la Congregación El Mesías, 1873-2001”, en Carlos Suárez Ruiz, op. cit., p. 115.

76 El Monitor Republicano, 15/II/1872, p. 1.

 

77 Verónica Zárate Toscano, “La patria en las paredes o los nombres de las calles en la conformación de la memoria de la ciudad de México en el siglo XIX”, Nuevo Mundo Mundos Nuevos, materiales de seminarios, 2005. p. 10.

 

78 http://culturacolectiva.com/historia-del-museo-nacional-de-arte/

 

79 FelipeVillela Díaz, op. cit., pp. 121-122.

Publicado en: PROTESTANTE DIGITAL - Kairós y Cronos - Núcleos protestantes en el centro histórico de la ciudad de México, 1861-1873 (III)